Un prestigioso escritor desea reencontrarse con el amor de su vida, en una cinta que busca explorar los mecanismos del deseo y deconstruir las relaciones de pareja.
Director: Volker Schlöndorff
Stellan Skarsgård, Nina Hoss, Susanne Wolff, Niels Arestrup, Bronagh Gallagher
Así como la novela y la película Brooklyn constituyen una celebración llena de optimismo sobre el poder del amor, Volver a Montauk, la colaboración entre el irlandés Colm Tóibín (el autor de Brooklyn), y el alemán Volker Schlöndroff, es una exploración pesimista sobre los fantasmas del pasado que nos imposibilitan amar.
La película del director de El tambor de hojalata, da inicio con un plano secuencia en el que el actor Stellan Skarsgård (interpretando a un novelista alemán llamado Max Zorn), transmite una de las enseñanzas dadas por su padre: Hay dos clases de arrepentimiento. Arrepentimiento por las acciones que cometemos y arrepentimiento por las acciones que no.
Max está casado con Clara (Susanne Wolff), quien lo acompaña en su gira de cinco días por Nueva York, para promocionar a El cazador y la presa, su nuevo libro, el cual trata sobre un amor que se escapó de las manos. Y fue precisamente en Nueva York donde Max dejó hace diecisiete años a Rebecca (Nina Hoss), quien fuera (según él), el amor de su vida. Es así que, invadido por una obsesión irreprimible, Max hace todo lo posible para reencontrarse con Rebecca y tratar de revivir el pasado.
Como suele ocurrir con las mejores películas románticas (Before Sunrise o la misma Brooklyn), el director Schlöndroff y su guionista Tóibín, se enfocan en el diálogo entre sus protagonistas. Gracias a las palabras emitidas por sus personajes, conoceremos sus dudas, sus miedos, sus decepciones, su orgullo y su fragilidad.
Estos diálogos no tendrían ningún peso o relevancia si no fueran interpretados por dos grandes actores. Skarsgård es sublime encarnando al orgulloso escritor que no distingue los límites entre la realidad y la ficción idealizada de sus relatos, y Hoss es estupenda como la exitosa y resentida abogada que todavía no ha podido superar al amante que la abandonó años atrás.
Sin embargo, el director y el guionista intentan ir más allá de contar una historia acerca de una pareja madura que quiere revivir (o darle cierre) a una relación. Volver a Montauk nos habla sobre la futilidad de intentar regresar al pasado; de la posibilidad de amar a varias personas con la misma intensidad, pero no de la misma manera; y de cómo el deseo es intenso cuando el objeto del deseo está ausente, pero cómo al tenerlo presente, el deseo languidece y muere. Estas son las reflexiones que le dan gravedad, resonancia y universalidad al relato de Schlöndroff y Tóibín.