Una chica con desórdenes mentales, se escapa de la sobreprotección de su madre y encuentra refugio en una escuela de actuación, donde una maestra explota sus experiencias y conflictos, en una película que juega con los límites dados por el cine experimental.
Director: Josephine Decker
Helena Howard, Miranda July, Molly Parker
La enfermedad mental generalmente se trata en el cine a partir de estereotipos, lugares comunes y casi siempre alejada de la situación real que vive la persona que la sufre y de quienes la rodean.
La actriz y directora Josephine Decker realiza una interesante propuesta que busca aproximarse a la relación entre la enfermedad mental y la actuación, en la cinta Madeline’s Madeline. La premisa de Decker radica en que la actuación no solo es una profesión, sino también una forma sensible de relacionarse con el mundo, la cual es muy similar a la locura.
Este es un trabajo que bordea las difíciles fronteras del cine experimental, lo que llevará a que el espectador común sienta la cinta como algo inaguantable y que inclusive algunos cinéfilos, la sientan como exasperante y pretenciosa.
Su protagonista es Madeline (Helena Howard), una adolescente que, además de estar mentalmente enferma, posee las características de una chica de su edad: rebeldía, inestabilidad emocional, despertar sexual y búsqueda de una identidad propia. Madeline cree haber encontrado un lugar al cual pertenecer en una clase de actuación, a la cual le permite asistir Regina, su madre sobreprotectora (Miranda July). La relación de Madeline con su madre, la cual ha quedado sola a cargo de sus dos hijos, es difícil y usualmente desemboca en fantasías o en actos de violencia.
Evangeline (Molly Parker), la maestra de actuación de Madeline, se convierte en una figura maternal para la adolescente. Sin embargo, esta mujer, quien está embarazada, se ha distraído de su profesión y no ha logrado encontrar inspiración para la obra que está montando junto con sus estudiantes, decidiendo así explotar las experiencias y los conflictos de Madeline para su producción.
Al espectador se le recuerda de una manera constante y reiterativa que lo que está viendo es una metáfora (de hecho, Madeline interpreta varias veces a un gato y se pone junto con sus compañeros estudiantes de actuación una máscara de cerdo, lo que también puede simbolizar algo).
La directora también quiere abordar un elemento racial en la historia: Madeline es una chica negra, hija de una mujer blanca, la cual le quita libertad buscando protegerla. También es la alumna de una profesora blanca casada con un hombre negro, que la utiliza bajo el pretexto de ser su amiga. Y su padre es un hombre negro que la abandonó de niña, dejándole un sótano lleno de material pornográfico como herencia. Asimismo, Evangeline invita a un joven afroamericano que pasó algún tiempo en prisión, para le les cuente a los estudiantes qué se siente vivir encerrado. Queda entonces la pregunta sobre qué es lo que se busca explorar desde aquí (¿explotación? ¿dominación? ¿utilitarismo? ¿feminismo?).
Sin embargo, lo que hace de Madeline’s Madeline una película realmente interesante, es la forma inmersiva que permite que los espectadores nos metamos de lleno en el caos de la mente de la chica protagonista. La fotografía sensualista y difuminada a cargo de Ashley Connor (The Miseducation of Cameron Post), la edición anárquica de Harrison Atkins, Elizabeth Rao y la misma Decker, así como las estupendas actuaciones de Howard, July y Parker, generan incomodidad y dislocamiento y permiten que sintamos el desborde emocional y mental de una chica que en realidad no sabe qué hacer con su vida o cómo relacionarse con los demás.