Lo que pretendía ser el regreso a la brutal descarga de adrenalina de las dos primeras cintas originales de Terminator, resulta siendo una secuela tan efímera como las tres partes que esta cinta quiere hacernos olvidar.
Director: Tim Miller
Linda Hamilton, Arnold Schwarzenegger, Natalia Reyes, Mackenzie Davis, Gabriel Luna
En 1984 (año de connotaciones Orwellianas) la segunda película de James Cameron (luego de la esperpéntica Piraña II), tomó al mundo por sorpresa. A esta obra ciberpunk, híbrido entre la ciencia ficción, la acción y el terror, no le faltó ni le sobró nada. Su público no tuvo tiempo de recuperar el aliento ante la historia de un poderoso robot del futuro (personaje clave en la carrera de Arnold Schwarzenegger) que llegaba al presente para terminar con Sarah Connor (Linda Hamilton en el papel que la consagró como un icono del cine de acción), la madre del futuro salvador de la Tierra.
Esta cinta (elogiada por Tarkovski y quizás una de las mejores películas de todos los tiempos), obtuvo una digna secuela en 1991, subtitulada como Juicio final, y también dirigida por Cameron, la cual fue todo un hito en la historia del cine, en lo que se refiere a efectos especiales y manejo de la acción. Aquí, el malvado robot del futuro es ahora el héroe, y tiene la misión de proteger a Sarah Connor y a su hijo John (Edward Furlong) de un robot más avanzado y despiadado (Robert Patrick).
Pero luego vino la decadencia. Cameron abandona la saga para dedicarse a otros proyectos y la tercera parte estrenada en el 2003 (La rebelión de las máquinas), aunque tenía a su cargo al prometedor Jonathan Mostow (director de esa impresionante cinta de acción y suspenso llamada Breakdown), fue una decepción colosal que incluía a una robot femenina (Kristanna Loken), pero que sufrió por la ausencia de Hamilton y el cambio de Furlong por el actor Nick Stahl.
En el 2008 se presentó Las crónicas de Sarah Connor, un terrible intento de llevar a Terminator a la televisión. Y un año más tarde, llegaría una cuarta entrega cinematográfica llamada La salvación, dirigida por MCG (autor de las divertidas cintas basadas en la serie Los Ángeles de Charlie) y con Christian Bale reemplazando a Furlong en el papel de John Connor. Los resultados fueron tibios. Lo mismo pasó con Genisys del 2015, dirigida por Alan Taylor (Thor: The Dark World). Su trama confusa y con muchas incoherencias argumentales con respecto a las películas anteriores, sumado al cambio constante de actores (Jason Clarke como John Connor, Emilia Clarke como una Sarah Connor joven), parecía haber sepultado de forma definitiva la franquicia.
Ahora, James Cameron regresa al universo que lo hizo famoso, pero no como director, sino como productor ejecutivo. El resultado es Destino oscuro, una nueva entrega de la saga Terminator dirigida por Tim Miller (Deadpool), que se ofrece como la continuación de la cinta de 1991 y que hace caso omiso de la serie de televisión y de las películas Salvation y Genisys (aunque, la verdad sea dicha, todas las entregas podrían conectarse usando la teoría de las realidades alternas y de los universos paralelos).
Las cosas parecían comenzar bien en Destino Oscuro: Es el año 2022 en ciudad de México, y un Terminator cae desnudo de la nada (como es costumbre) para eliminar a como dé lugar a Dani Ramos (interpretada por la actriz colombiana Natalia Reyes). El nuevo Terminator es un modelo Rev-9, mucho más avanzado que el encarnado por Schwarzenegger y por el T-1000 de Robert Patrick. Todo parece indicar que Dani va a tener un papel muy importante en la rebelión de las máquinas contra los humanos y que se ha convertido en la nueva esperanza para la humanidad, en reemplazo de John Connor.
Ahora, siguiendo la misma premisa de Juicio final, los humanos del futuro envían a alguien para enfrentarse al Terminator malvado y salvar a Dani. En este caso es Grace, un organismo compuesto por elementos orgánicos y cibernéticos (ciborg), encarnada por Mackenzie Davis, actriz a quien recordamos por sus papeles en Blade Runner 2049 y por ese exquisito episodio de la serie Black Mirror llamado San Junipero. A Grace se le une Sarah Connor (Linda Hamilton en el papel que le queda como anillo al dedo), quien ahora es una mujer que se siente orgullosa de mostrar sus arrugas y que se ha convertido en una ruda “cazadora de terminators”.
El subtexto no puede ser más evidente. Destino Oscuro es una película sobre empoderamiento femenino y también una crítica mordaz a las políticas anti migratorias del gobierno actual de los Estados Unidos.
Sin embargo, el ritmo brutal de las primeras películas, el cual se emula en el primer acto, para el segundo se estanca, convirtiéndose en una cinta de acción genérica cuyos efectos especiales no sorprenden, que carece de la brutalidad y visceralidad de las obras originales, que está plagada de apuntes flojos y cuya trama simplista y repetitiva termina abrumando y aburriendo al espectador, pese a que el Terminator original encarnado por Schwarzenegger regresa para unirse a estas fieras mujeres y apoyarlas en su causa.
Las primeras películas de Terminator fueron definitivamente memorables, pero esta no. De hecho, está a la par de las efímeras secuelas que trata de borrar de la memoria. Destino oscuro puede sumarse al grupo conformado por las cintas Alien Covenant y The Predator: intentos por recuperar y actualizar a unos personajes icónicos del cine ochentero en nuevas películas, pero que debido a su falta de riesgo (y de alma), terminan acabando con los buenos recuerdos que habían dejado sus películas.
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