La penúltima película de Chaplin como director y su última aparición en la pantalla grande es una estupenda sátira política que merece ser revisada.
Director: Charles Chaplin
Charles Chaplin, Maxine Audley, Oliver Johnston, Michael Chaplin
A finales de la década del 50 y con un fracaso a cuestas (Monsieur Verdoux), Charles Chaplin había pensado en resucitar al vagabundo Charlot ahora como un anciano e inclusive insistir con el asesino en serie Verdoux. Sin embargo, su esposa y su asistente lo convencieron de tomar un rumbo diferente.
El resultado fue la comedia A King In New York, la cual marca la última aparición en pantalla para Chaplin y su penúltima película como director (A Countess In Hong Kong, protagonizada por Marlon Brando y Sophia Loren, sería la cinta que cerraría definitivamente su filmografía).
Chaplin se encontraba exiliado en su país natal Inglaterra, por lo que tuvo que filmar esta cinta en un tiempo récord de 12 semanas, algo que afectó sobremanera el perfeccionismo característico de sus filmaciones. A eso se le suma los constantes enfrentamientos con el fotógrafo Georges Périnal, que terminaron en un manejo de la luz descuidado y con algunos errores técnicos; además del problema que implicaba la locación: Una cinta ambientada en Nueva York pero filmada en Europa.
De todas maneras, la cinta llega a ser encantadora y muy adelantada para su época. Chaplin interpreta aquí a Shahdov, el rey de un país ficticio, que huye luego de una revuelta hacia los Estados Unidos. Luego de que su asistente le robara toda su fortuna, Shahdov, quien pensaba ofrecer un plan a los norteamericanos para utilizar la energía nuclear en algo constructivo y no en la producción de armas de destrucción masiva, termina convirtiéndose por accidente en una celebridad mediática.
Chaplin incluye en su comedia de enredos a su propio hijo Michael, quien interpreta de una manera impresionante a Rupert Maccabee, un niño precoz con unas ideas de izquierda avanzadas. El vínculo de Shahdov con Rupert hace que el gobierno estadounidense acuse al rey de ser comunista. Esta es la oportunidad de Chaplin para vengarse de todas las acusaciones de las que fue víctima en la vida real, que llega a su cúspide con una divertida escena en la que Shahdov moja con una manguera de bomberos a todos los respetados miembros del comité de actividades anti-americanas.
Al público de los Estados Unidos no le pareció graciosa la premisa de A King in New York, y la película terminó siendo estrenada en ese país 15 años después en 1972. En Europa la cinta fue recibida de una manera tibia, pero hoy es una prueba más del inmenso talento de Chaplin y una sátira corrosiva al poder de la cultura mediática, algo que hoy se siente como profético.
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