La película animada sobre unos niños ignorados por unos padres egoístas, llega a ser divertida, pero se roba descaradamente varios elementos de la obra del maestro Roald Dahl (por no hablar de Mary Poppins y Lemony Snicket).
Director: Kris Pearn, Rob Lodermeier
Con las voces de Ricky Gervais, Maya Rudolph, Alessia Cara, Will Forte, Terry Crews, Martin Short, Jane Krakowski
La escritora norteamericana Lois Lowry publicó en el 2008 The Willoughbys, una novela acerca de un grupo de niños ignorados por sus padres. Este relato infantil, con una marcada influencia del autor británico Roald Dahl (especialmente de las obras Matilda y Charlie y la fábrica de chocolate), llega ahora a la pantalla en el formato de largometraje animado, cortesía de los directores Kris Pearn (Lluvia de hamburguesas 2) y Rob Lodermeier.
Narrada por un gato con la voz de Ricky Gervais, la historia de The Willoughbys tiene que ver con cuatro niños pelirrojos llamados Tim (Will Forte), Jane (Alessia Cara) y los gemelos Barnaby (Seán Cullen), cuyos padres (Martin Short y Jane Krakowski) no se interesan en lo más mínimo por ellos. Tim, el mayor, desea que su familia sea funcional y que su apellido recupere la tradición de nobleza que se había mantenido hasta la generación liderada por su padre.
A la casa llega un bebé huérfano, quien también es igualmente rechazado, lo que lleva a los niños a dejarlo en la puerta del comandante Melanoff (Terry Crews), dueño de una fábrica de dulces. Mientras los padres de la familia Willoughby se van de viaje alrededor del mundo, los niños quedan al cuidado de una cariñosa niñera (Maya Rudolph), que nos recuerda mucho a Mary Poppins, pero sin poderes mágicos.
La historia siniestra y amarga está edulcorada con varias situaciones jocosas y apuntes hilarantes, pero esta es una película que disfrutarán más los niños mayores de siete años. El diseño de personajes, cortesía de Craig Kellman (el talento detrás de Madagascar, Hotel Transilvania, Spider-Man Into The Spider Verse y la última versión animada de La Familia Addams), le da a The Willoughbys un estilo elegante y colorido, así como una atmósfera muy retro.
Pero lo que no se perdona, es el robo descarado a las obras de Dahl (en el tercer acto, los niños viajan en un dirigible que nos recuerda muchísimo al durazno gigante con el que Jim huyó de sus malvadas tías en la novela del autor). Sin embargo, hay que enfatizar en que la falta de originalidad es responsabilidad de la fuente literaria original y no de la película como tal, la cual llega a ser un trabajo disparatado y divertido, aunque alejado de la calidad de las cintas animadas de Disney y Pixar.
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