Un documental que a la vez sirve como homenaje al espíritu festivo de la música y el baile.
Director: Óscar Ruíz Navia
Óscar Ruíz Navia, el autor caleño de El vuelco del cangrejo, Los hongos y Epifanía (tres títulos clave a la hora de analizar el resurgimiento del cine colombiano en los inicios del siglo XXI), nos presenta ahora un documental que celebra la festividad, la danza y la música, y que tiene por nombre Fait Vivir.
Narrado por Manuk Aukan, un niño de tan solo cinco años, este trabajo (que bien podría llamarse Ensayo de orquesta, como la cinta de Fellini), es una aproximación a la Gypsy Kumbia Orchestra, un colectivo artístico gestado en Canadá, el cual nos recuerda a Mano Negra, el proyecto del parisino Manú Chao. La GKO está liderada por los colombianos Carmen Ruíz y Juan Sebastián Mejía (los padres de Manuk) y está conformada por músicos de conservatorio, bailarines profesionales, actores y otros artistas de espíritu nómada, provenientes de diversas partes del mundo.
A lo largo de la cinta de Navia, escucharemos a Carmen contarle a su hijo (y a nosotros), la leyenda de los Makondo, en la que este pueblo, gracias a su encuentro con los Girovagos, dejará a un lado sus tristezas y amarguras, para contagiarse del espíritu alegre y sanador de la música y el baile. Asimismo, podremos ver como la GKO lucha por sobrevivir en medio de ensayos, largos viajes y presentaciones de su obra Makondo en varias poblaciones colombianas las cuales, en la mayoría de los casos, son víctimas del conflicto armado.
El público desprevenido puede que no se de cuenta de que lo que está viendo es un documental, ya que la Gypsy Kumbia Orchestra parece ser un producto de la ficción (tal vez del realismo mágico de una historia de Gabriel García Márquez o de la anarquía dionisiaca que encontramos en una película de Emir Kusturica).
Este sentimiento de estar viendo algo que parece provenir de un mundo de fantasía, se hace más patente más aún, cuando al cumplir casi un año de confinamiento debido a la pandemia del COVID-19, los espectáculos al aire libre y las invitaciones a bailar, cantar y tocarse, nos parecen extrañas, exóticas y distantes, como la mirada que un canadiense puede tener sobre la cultura colombiana.
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