Una poderosa y polémica cinta que nos muestra la mala relación que se desarrolla entre un entrenador de esquí que sirve como figura paternal para una adolescente que se siente atraída por su mentor.
Director: Charléne Favier
Noée Abita, Jérémie Renier, Marie Denarnaud
En esta particular combinación entre Downhill Racer (la excelente película sobre esquiadores protagonizada por Robert Redford en 1969) y La vida de Adèle (la Palma de oro de Cannes del 2013, que abordó de una manera franca y directa el despertar de una adolescente a su sexualidad), la ópera prima de la francesa Charléne Favier utiliza elementos autobiográficos y su propia experiencia, para contarnos una inquietante historia acerca de la relación entre una chica de 15 años de edad que aspira a convertirse en esquiadora olímpica y su entrenador.
Al límite se encuentra en medio de un relato sobre abuso y un relato sobre un amor prohibido. Lo cierto es que puede verse como ambos, y esto la convierte en una cinta arriesgada, polémica y catalizadora de múltiples discusiones y debates.
La adolescente en cuestión es Lyz (interpretada por la actriz Noée Albita de 22 años de edad), una chica con un padre ausente y una madre cariñosa (Muriel Combeau), pero que dedica la mayor parte de su tiempo a su trabajo y a sus relaciones sentimentales. Lyz es una chica sumamente atractiva que se esfuerza al máximo para convertir su sueño en realidad. Es aquí donde aparece Fred (un Jérémie Renier estupendo en un papel tremendamente difícil), un entrenador estricto y exigente que detecta el gran talento que posee Lyz para el esquí.
En unas escenas sutiles, pero de gran significado, vemos cómo Lyz se desnuda ante Fred para que este registre sus medidas y su estatura; vemos cómo la chica observa por accidente, pero con gran curiosidad, el cuerpo desnudo de su atractivo entrenador mientras este se toma una ducha; y cómo Fred, al descubrir que su pupila está menstruando, la tranquiliza y la hace sentir segura y femenina.
Hasta aquí se podría pensar que Lyz ha encontrado en Fred la figura masculina y paternal que le hacía falta, y que Fred, un hombre aparentemente feliz con su pareja Lilou (Marie Denarnaud), ha encontrado en Lyz a una deportista que puede llegar a las olimpiadas y a la hija que todavía no tiene. Pero hay algo que no se siente bien en esta relación. Esto no es The Karate Kid.
Fred no es el padre de Lyz, y la chica, quien está empezando a sucumbir a esa explosión de hormonas conocida como la adolescencia, se siente atraída tanto por su apuesto entrenador como por uno de los chicos del grupo juvenil de esquiadores. Pero el chico es inmaduro, no sabe cómo tratarla y no es un gran deportista. Fred, en cambio, refleja una gran madurez y sensibilidad y, asimismo, es toda una leyenda en el mundo del esquí. Estas características llevan a que Lyz se enamore de su maestro.
Fred pasa tiempo con Lyz dentro y fuera del escenario deportivo. Y es en uno de esos escenarios externos a la relación que se da (o se debe dar) entre un entrenador y una esquiadora, donde se produce un primer encuentro sexual. En este momento, difícil de ver para el espectador, Fred le pide a Lyz que lo masturbe en el interior de su auto. La chica accede y lo hace hasta que su maestro eyacula. Luego el hombre se retira avergonzado y le da un pañuelo a Lyz para que limpie sus manos. Es obvio que esta es la primera experiencia sexual para la chica y ella todavía no entiende qué es lo que está sucediendo.
Luego llega un segundo momento donde el encuentro sexual va más allá de la masturbación. Para Lyz, la fuerza con que arremete Fred puede parecerle al principio normal y natural viniendo de un hombre que le exige llevar su cuerpo al máximo y para ella, quien constantemente castiga su cuerpo para obtener de él su mejor desempeño. Pero Lyz no se está sintiendo cómoda con lo que ocurre y, pese a que ella quiere interrumpir el encuentro, el adulto de la relación se impone a la menor.
Favier, con una mínima experiencia cinematográfica, evidencia una gran inteligencia y un manejo maduro de la imagen en movimiento, dejando que esta relación hable por sí misma y que seamos nosotros quienes la juzguemos. El eje central de esta cinta tiene que ver con los límites. Una adolescente puede sentirse muy atraída y hasta enamorada de un adulto, pero es el adulto quien establece qué está permitido en una relación y qué no. La tragedia es que muchas veces esto no se da y que la trasgresión de los límites, que lleva al abuso, viene a ser algo evaluado por las víctimas de una manera tardía, hasta cuando se posee la madurez y la distancia para reflexionar sobre lo ocurrido. Lyz, al igual que algunas chicas con suerte, logra escaparse de la situación abusiva causada por un hombre que sabía lo que hacía, pero lo cierto es que los efectos psicológicos quedarán en ella para siempre.
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