La nueva película de Matrix nos hace extrañar a John Wick y añorar a Johnny Mnemonic.
Director: Lana Wachowski
Keanu Reeves, Carrie Anne-Moss, Neil Patrick Harris, Yahya Abdul-Mateen II, Jada Pinkett Smith
La experiencia de ver Matrix resurrecciones es muy similar a la de un reencuentro con un antiguo amor al que no se le veía desde hace mucho. Al principio, el corazón late aprisa y hay mucho entusiasmo y emoción. Pero al poco tiempo, recordamos todas las razones que llevaron a que la relación llegara a su fin.
Hace 22 años, Matrix, la segunda película de los hermanos Larry y Andy Wachowski (ahora conocidas como las hermanas Lana y Lilly Wachowski), partió en dos el cine de efectos especiales y nos introdujo a un mundo inspirado en las meditaciones metafísicas del filósofo René Descartes, en el que la realidad no es lo que parece. Las reflexiones neoplatónicas mezcladas con el ciberpunk y el cine de artes marciales, calaron muy fuerte en el espíritu apocalíptico de finales del siglo XX, en una época en la que todavía se accedía a la red por medio de líneas telefónicas analógicas.
En el 2001, las hermanas producirían una cinta animada antológica conformada por nueve cortos dirigidos por varios autores, en su mayoría japoneses (Kōji Morimoto, Shinichiro Watanabe, Mahiro Maeda, Peter Chung, Andy Jones, Yoshiaki Kawajiri, Takeshi Koike) conocida como Animatrix. Esta innovadora precuela, la cual fuera editada para el mercado del “directo a vídeo”, se vio muy poco, pero le sumaba potencia y relevancia a la cinta original. Lo mismo se puede decir de Enter The Matrix, el innovador videojuego del 2003, que sirvió como un spin-off de la saga, centrándose en los personajes de Niobe y Ghost.
En ese mismo año, las Wachowski intentarían recuperar la magia lograda con ese éxito tan sorpresivo como lo fue el álbum Nevermind de Nirvana (Animatrix bien podría pensarse como In Utero), pero el resultado no fue el esperado.
Primero se estrenó la secuela llamada Matrix recargado. Pero más allá de una impresionante secuencia de persecución y un villano que prometía mucho, conocido como “El Arquitecto”, la película resultó ser una decepción. En ese mismo año, también se estrena Matrix revoluciones, una tercera parte que prácticamente fulminó a la saga. ¿Las razones? Una trama tan truculenta, intrincada y confusa que, probablemente, ni las mismas hermanas la entiendan del todo, un uso excesivo de efectos especiales fríos y abrumadores, un final anticlimático y un desarrollo de personajes casi nulo, que hizo que los espectadores perdiéramos la empatía hacia ellos.
La carrera de las Wachowski también se vendría cuesta abajo. Por motivos personales le cedieron la dirección de V For Vendetta, su siguiente proyecto basado en el cómic distópico de Alan Moore, a James McTeigue (el asistente de dirección en la trilogía Matrix) y esto terminaría siendo una sabia decisión, ya que la cinta se convertiría en todo un logro tanto comercial como artístico. Pero luego vendrían el fallido intento de salvar a La invasión, un remake de La invasión de los usurpadores de cuerpos destinado a la perdición; una colorida pero superflua adaptación del anime Meteoro; la irregular adaptación del épico de la ciencia ficción existencial escrito por David Mitchell conocido como Cloud Atlas (codirigido por Tom Twyker) y ese terrible desastre que fue El destino de Júpiter. La serie de televisión Sense8, pecó por ambiciosa y enredada, pero al recuperar algunos de los mejores aspectos de Bound (su impresionante debut en el cine), de Matrix y de Cloud Atlas, nos dio la esperanza de que las hermanas recuperaran su inspiración.
Pero no fue así. Matrix resurrecciones constituye un intento infructuoso de recuperar la gloria de antaño. Desde sus escenas iniciales nos damos cuenta de que algo no está bien. La imaginación y la sofisticación visual de la primera cinta están ausentes y han sido reemplazadas por una mala edición, efectos desafortunados y una puesta en escena que se siente como si se tratara de televisión de bajo presupuesto.
Luego llegamos a Neo, el hombre que antes de convertirse en “el elegido”, respondía al nombre de Thomas Anderson (Keanu Reeves en una actitud tan confundida como la de nosotros). Veremos al señor Anderson trabajando en una compañía de software, intentando resucitar para los estudios Warner la franquicia de Matrix. Como diría Ted, ese maravilloso viajero del tiempo perteneciente a otra trilogía de películas: ¡WOW!
¿Estamos ante una interesante y arriesgada obra de meta cine, en la que los espectadores nos daremos cuenta de que estamos viviendo al interior de una matriz, la cual nos impide conectarnos con la realidad, lavándonos el cerebro y alienándonos con un sinnúmero de secuelas, precuelas, spin-offs, series, miniseries, metaversos y videojuegos que se aprovechan de nuestra nostalgia y que manipulan nuestras emociones para que no pensemos y podamos ser controlados, oprimidos y explotados? Al parecer esa es la idea de las Wachowski. Pero hay un pequeño problema: Pesadilla sin fin 7: La nueva pesadilla, The Truman Show, Ready Player One y la reciente Space Jam 2, ya se les adelantaron en su premisa.
Matrix resurrecciones pudo haberse convertido en un thriller de ciencia ficción distópico con pocos efectos especiales tipo They Live, ese clásico de culto de John Carpenter, en el que un hombre se da cuenta que unos seres misteriosos que se encuentran en las esferas del poder económico, político y social, han manipulado la realidad con mensajes subliminales para convertir a los humanos en esclavos. Pero no. Las Wachowski son víctimas de su propio discurso emancipador y terminan dándole al público un producto seguro y conformista conformado por un derroche de efectos especiales y personajes que reconocemos, pero que carecen de humanidad.
Los nostálgicos tendrán lo que desean: Neo, Trinity (Carrie Anne-Moss), Niobe (Jada Pinkett-Smith), Sati (Priyanka Chopra Jonas), Gwyn de Vere (Christina Ricci) y el Merovingio (Lambert Wilson) estarán aquí, pero en esbozo. Y como no todos pudieron volver, Yahya Abdul-Mateen II hará una buena imitación de Laurence Fishburne para su Morfeo, y Jonathan Groff hará una pésima imitación de Hugo Weaving para su Sr. Smith. Quienes esperaban a Perséfone (Monica Bellucci), se llevarán una gran decepción, y “El Arquitecto” ahora es “El Analista” (Neil Patrick Harris en actitud de “Rita Repulsa”). También hay nuevos personajes, como Bugs (Jessica Henwick de Iron First), pero muy poco interesantes.
Uno de los puntos fuertes de Matrix tiene que ver con las peleas de Kung Fu. Pero como Yuen Woo-Ping, la leyenda del cine Wuxia, se encuentra retirado, las coreografías de pelea ahora se acercan más a las de las series Arrow o Hawkeye, que a las de la cinta de 1999. Sin embargo, el peor defecto de esta cuarta parte es el mismo de las dos entregas anteriores: esos diálogos interminables e insufribles y una historia que responde al refrán “si no puedes convencerlos, confúndelos”. Los comentarios sobre política, identidad, discriminación, control, sexualidad, género y religión sucumben ante las peleas mediocres, los efectos especiales poco memorables y un intento de apelar a la nostalgia que se siente frío y manipulador, como si fuera orquestado por una máquina.
P.D. No se pierdan la escena post créditos que propone una idea genial sobre el futuro de Matrix.
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