El director de La bruja y El faro nos cuenta la trágica historia del personaje que inspiró a Hamlet de William Shakespeare.
Director: Robert Eggers
Elenco: Alexander Skarsgård, Nicole Kidman, Claes Bang, Anya Taylor-Joy, Ethan Hawke
Amleth es un personaje perteneciente a una leyenda medieval escandinava que es considerado como el predecesor directo del Príncipe Hamlet, el príncipe de Dinamarca protagonista de la tragedia de William Shakespeare. Se asume que la historia tiene su origen en un poema islandés del siglo X, pero hasta la fecha no hay registros de él. El historiador medieval danés Saxo Grammaticus, le dedica parte de los libros tercero y cuarto de su Gesta Danorum, escrita a principios del siglo XIII. Asimismo, el Chronicon Lethrense (registro del folclor local sobre reyes paganos del siglo XII) presenta una versión sobre Amleth muy similar a la del Sajón Gramático. La Saga de Ambales, procedente de Islandia, también menciona a este personaje primigenio.
En ambas versiones, el príncipe Amleth (nombre que significa «loco» o «tonto») es el hijo de Horvendill, rey de los Jutos en la Edad del Hierro. Horvendill mata a Koll, el rey de Noruega y se casa con Gerutha, la hija del rey de Selandia, con quien tuvo a Amleth. Feng, el tío de Amleth, asesina a su hermano y convierte a Gerutha en su esposa.
El director Roger Eggers, un alma vieja que reposa en el cuerpo de un hombre de 38 años de edad procedente de Nueva Inglaterra, nos había adentrado al folclor norteamericano del siglo XVI en sus dos películas anteriores. La bruja es una perturbadora e inolvidable inmersión en la mente y las creencias de los puritanos que colonizaron a los Estados Unidos. El faro, la claustrofóbica y homoerótica versión libre de un cuento de Edgar Allan Poe con toques de Samuel Beckett y Harold Pinter, gira en torno a las leyendas de los marinos que dieron origen a figuras como Proteo (el hijo de Poseidón de la mitología griega) o Los monstruos marinos como Glacus, inmortalizado por el ilustrador Alberto Durero.
En El hombre del norte, Eggers decide remontarse a un pasado mucho más remoto y lejos del Nuevo Mundo. Y aunque no es una cinta de terror como sus anteriores trabajos, lo cierto es que los elementos violentos, tétricos, macabros y ancestrales característicos de su cine, continúan presentes.
De una manera arquetípica, Eggers, en compañía del poeta islandés Sjón (coguionista de la película), nos cuenta la leyenda de Amleth (Alexander Skarsgård de la serie True Blood), un hombre que en el año 895 huyó de la muerte cuando era un niño, para luego jurar venganza por el asesinato de su amado padre Horvendill (Ethan Hawke), llevado a cabo por su tío Fjölnir (Claes Bang de la mini-serie británica Drácula).
Los mentores y los oráculos también hacen parte del relato, encarnados aquí por Heimir (Willem Dafoe en su segunda colaboración con Eggers) y la vidente (Björk, la excéntrica cantante islandesa, regresando al cine en un breve, pero contundente papel). Por su parte, los personajes femeninos son interpretados por Nicole Kidman como la Reina Gudrún, madre de Amleth; y Anya Taylor-Joy (en su segunda colaboración con Eggers), como Olga, el amor de Amleth y el equivalente de Ofelia en la tragedia de Shakespeare.
En esta particular mezcla entre Excalibur, Conan el bárbaro, Eric el Vikingo, Valhalla Rising y 300, que además de amalgamar la leyenda vikinga con la tragedia Shakespeareana hace uso de los libros pulp de Robert E. Howard y de los cómics de Sword & Fantasy incluidos en la legendaria revista antológica Heavy Metal, Eggers confecciona un hiper violento relato narrado con elegancia y belleza (la fotografía de Jarin Blaschke, colaborador del director en sus tres películas; y la música de Robin Carolan y Sebastian Gainsborough, son parte esencial del impacto logrado por la cinta).
Sin embargo, la cinta de Eggers sufre de fallas en su ritmo y de un exceso de excentricidad que nos recuerda al patetismo lisérgico de Zardoz de John Boorman, al homoerotismo disfrazado de hombría de Mujeres enamoradas de Ken Russell o al Thor de Marvel, que se aleja de la leyenda nórdica en la que se basa. De todas maneras, dichos excesos pueden pensarse como parte del encanto hipnótico de El hombre del norte.
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