Evaristo y Abel nos cuentan con sus propias voces sobre su mítica agrupación y sobre lo que significa ser Punk en España.
Director: Javier Corcuera
La Polla Records, agrupación originaria de Salvatierra, localidad y municipio rural español ubicado en Álava, comunidad autónoma del país vasco, y conformada en 1979 por el cantante Evaristo “Flipas”, Manolo “El Sumé” y Miguel Garín “Txarly” en las guitarras, el bajista Teodorín Saez de Zerain “Maleguín” y Fernandito Murua en la batería, es una de las referencias más emblemáticas e importantes del Punk en español.
No somos nada, el documental del peruano Javier Corcuera (La espalda del mundo, Checkpoint Rock: Canciones desde Palestina, El viaje de Javier Heraud), un fanático confeso de la banda, utiliza como pretexto el regreso y la despedida final de La Polla Records, para que Evaristo Páramos y Abel Murua, dos de sus miembros fundadores (Abel reemplazó a Maleguín en 1985 cuando regresó de prestar servicio militar obligatorio), nos cuenten con su propia voz, la historia de esta agrupación con más de cuarenta años de trayectoria y trece álbumes de estudio.
Corcuera hace una película que no está dirigida únicamente a los fieles seguidores de la banda (quienes son muchos y se encuentran tanto en España como en toda Latinoamérica), sino a todos aquellos que quieran conocer la simpática y emocionante historia de un grupo de muchachos de origen obrero y rural, quienes no sabían de música o tocar instrumentos, pero que con energía y empeño se convirtieron en una agrupación “Anti Todo”.
Aquí, pasado, presente y futuro se sobreponen, las imágenes reales se mezclan con animación e imágenes de archivo, y la música cáustica y contestataria de La Polla Records se combina con los comentarios de dos de sus miembros sobrevivientes (Fernando falleció mientras dormía en el 2002 debido a la arterioesclerosis, Txarly dejó el grupo debido a un accidente que afectó su oído y su cerebro, y Sumé no participó de manera activa en el documental). Sin embargo, la mamá de Evaristo está presente para dar su opinión sobre la “profesión” de su hijo (“si yo tuviera un hijo como yo, probablemente lo mato”, le dice Evaristo a su madre).
No somos nada es una película graciosa e irreverente, gracias en gran parte al carisma de Evaristo quien, desde el campo, aporta el caos y el desorden al relato, mientras que Abel, desde el bar donde la banda se originó, aporta la estructura y la coherencia (no mucha, por cierto, para mantener la esencia Punk del documental). “No sé cómo hemos llegado donde hemos llegado y donde hemos tocado. Éramos más malos que pegarle a un padre con un calcetín sudado”, dice Evaristo. “Pero para ser una banda de pueblo, no estuvo mal”.
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