Vuelve a los cines la hermosa (y algo aterradora) fábula en stop-motion que advierte sobre los peligros de la perfección.
Director: Henry Selick
Con las voces de Dakota Fanning, Jennifer Saunders, Teri Hatcher, John Hodgman
Aquí hay una idea interesante. ¿Por qué en vez de hacer secuelas, precuelas, recuelas y demás tipos de reciclaje fílmico, no se reestrenan los clásicos en la gran pantalla para que las nuevas generaciones los puedan conocer en su versión original? El reestreno de Coraline (2009) para su 15º aniversario nos brinda la oportunidad de redescubrir una obra maestra del cine de animación stop-motion, dirigida por Henry Selick y basada en la novela de Neil Gaiman (Sandman). Con su estética inquietante y su historia profundamente resonante, Coraline sigue cautivando a nuevas audiencias, al tiempo que se mantiene como un referente importante en el género de la animación.
Selick nos ofrece aquí una película visualmente impresionante. El uso de la animación stop-motion, una técnica que requiere una paciencia infinita y una meticulosa atención al detalle, añade una textura única que la distingue de otras películas de este tipo. La combinación de elementos oscuros y fantásticos con una historia emocionalmente resonante hace que esta película sea una experiencia inmersiva tanto para niños como para adultos.
Coraline fue la primera película producida por Laika, un estudio de animación con sede en Oregón que se ha especializado en el uso de stop-motion para crear películas visualmente deslumbrantes y narrativamente audaces. Fundado en 2005, Laika ha seguido desafiando los límites de la animación con películas como ParaNorman (2012), The Boxtrolls (2014), Kubo and the Two Strings (2016), la mejor de los estudios hasta la fecha, y Missing Link (2019).
Desde su lanzamiento original, Coraline ha sido merecidamente aclamada por su capacidad para mezclar horror y humor en una historia que es tanto un cuento de hadas moderno como una advertencia sobre los peligros de desear algo demasiado perfecto. Dakota Fanning da su voz a la niña de 11 años que se muda con sus padres a una casa antigua en un apartado rincón de Oregón. Sus padres, interpretados por Teri Hatcher y John Hodgman, están tan absortos en su trabajo que apenas le prestan atención, lo que lleva a Coraline a sentirse ignorada y sola.
Es entonces cuando Coraline descubre un portal secreto en su nueva casa que la transporta a un universo paralelo. Este nuevo mundo es un espejo de su vida, pero mejorado: sus “otros” padres son cariñosos y atentos, su hogar es más acogedor, y todo parece ser perfecto. Sin embargo, esta perfección tiene un precio: en este mundo alternativo, sus padres tienen botones en lugar de ojos, y esperan que Coraline haga un aterrador sacrificio para quedarse allí. Estamos ante una película que enseña a los jóvenes espectadores que la perfección es peligrosa y que enfrentarse a la realidad, por dura que sea, es un acto de verdadero coraje.
Aunque algunos pueden preguntarse si Coraline habría sido más aterradora si se hubiera filmado en acción real (inicialmente se pensó en ello), lo cierto es que el medio de la animación permite a Selick jugar con lo surreal de la historia de una manera que sería muy difícil de replicar en un entorno diferente y de una manera tan efectiva. Los personajes con ojos de botón, las transiciones fluidas entre mundos y la atmósfera inquietante son todos elementos que se benefician del enfoque de Laika en combinar la artesanía tradicional de la animación stop-motion con tecnologías modernas, como la impresión 3D, para crear personajes y mundos que son tanto tangibles como mágicos.
Pese a que Nightmare Before Christmas (1993), basada en una historia de Tim Burton, y James and The Giant Peach (1996), inspirada en un cuento de Roald Dahl, son obras superiores en la filmografía de Selick, Coraline sigue siendo una película fascinante y muy superior a la desastrosa Monkeybone (2010) y a la irregular Wendell & Wild (2022). Asimismo, aunque Coraline puede no estar al nivel de obras maestras de la animación del siglo XXI como El viaje de Chihiro (2001) de Hayao Miyazaki, Wall-E (2008) de Andrew Stanton o la mencionada Kubo de Travis Knight, su extraña belleza es innegable.
Selick y Gaiman nos llevan a un viaje retorcido y alucinante a través de la imaginación impura, donde lo que parece un sueño ideal puede convertirse rápidamente en una pesadilla. Puede que llegue a asustar a los más pequeños, pero recompensa a aquellos que se atreven a adentrarse en su oscura y colorida fantasía. Con su reestreno, las nuevas generaciones tienen la oportunidad de descubrir por qué esta película ha dejado una marca indeleble en el cine de animación y en toda una generación.
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