Con una marcada influencia del cine de Robert Bresson, Vittorio De Sica y Satyajit Ray, llega esta cinta entrañable procedente de Etiopía sobre un niño que comparte su soledad con un cordero.
Director: Yared Zeleke
Rediat Amare, Kidist Siyum, Welela Assefa
El director de origen etíope Yared Zeleke, debuta con una entrañable cinta, muy cercana a Au Hasard Balthazar, ese clásico de 1966 dirigido por el gran Robert Bresson, sobre la relación entre una niña llamada Marie y un asno de nombre Baltasar. Aquí, la conexión se da entre un niño llamado Efraín (un estupendo Radiat Amare) y un cordero llamado Chuni.
Efraín adora a Chuni y los dos viven en una humilde villa junto con su padre. La madre de Efraín acaba de fallecer y el padre debe viajar a Adís Abeba para encontrar un trabajo. Es así que el niño y su cordero quedan al cuidado de una tía abuela y de dos tíos. Junto con ellos vive una prima enferma y otra prima mayor que todavía no ha contraído matrimonio y que prefiere consultar los periódicos para aprender sobre el mundo que pensar en esposos.
Con un tono casi de documental etnográfico, el espectador conocerá sobre el contexto de estos campesinos de Etiopía y se angustiará junto con Efraín, cuando los adultos piensan en Chuni como provisión de carne y no como el compañero de un niño envuelto en una gran soledad. A diferencia de la cinta de Bresson, la obra de Zeleke se enfoca en el niño y en las costumbres del lugar donde es obligado a vivir, más que en el destino de Chuni (lo que también la acerca a ese otro clásico del director de la India Satyajit Ray, titulado Pather Panchali).
Efraín (que también nos recuerda a Umberto D, el clásico neorrealista de Vittorio De Sica), logra un gran impacto emocional a partir de una aproximación minimalista que busca no caer en melodramas o en discursos edulcorados, en un ojo atento a los detalles de parte de su director y del fotógrafo Josée Deshaies, y un tono agridulce que logra llegar hasta lo más profundo del corazón.
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