El regreso de un musical que disecciona de una manera brutal la inevitabilidad de la vejez y los sueños que todos tenemos, pero que nunca se convertirán en realidad.
Dirección: Dominic Cooke
Imelda Staunton, Janie Dee
Stephen Sondheim, el autor de muchas de las piezas musicales más emblemáticas de Broadway (A Funny Thing Happened on the Way to the Forum, Sweeney Todd, Sunday in the Park with George, Into the Woods, West Side Story, Gypsy) y toda una leyenda viva del teatro musical, vuelve a los escenarios gracias a la nueva versión de su obra Follies, a cargo del director Dominic Cooke (The Crucible, A Comedy of Errors).
Esta es una obra conformada por 37 actores en escena (y que no se montaba desde 1987), la cual gira alrededor de unos artistas del teatro musical Weismman Follies (basado en el Ziegfeld Follies, un espectáculo de variedad muy popular en los años 20 y 30), quienes vuelven a reunirse al final de sus días en el lugar que los hizo famosos alguna vez y el cual está próximo a ser demolido. Allí, dichos cantantes y bailarines (especialmente dos parejas de actores conformadas por Buddy y Sally Durant Plummer y Benjamin y Phyllis Rogers Stone), recuerdan con nostalgia y melancolía su pasado, a la vez que sus amores de juventud y los sueños que nunca llegaron a convertirse en realidad.
Ambientada en 1971 y utilizando a actores veteranos y jóvenes en el escenario de manera simultánea (con los jóvenes sirviendo como flashbacks), Follies habla con elocuencia sobre la decadencia, la ingratitud del público y la inevitabilidad de la vejez. Pero la fuerza de la obra está en su disección meticulosa de las relaciones de pareja, las razones por las cuáles estas se conforman, y cómo la rutina y la renuncia a los sueños individuales, acaba con dichas relaciones. Nada mal para un musical de Broadway.