Luego de cuatro años, llega a nuestras carteleras la nueva película del director de La gente de la universal. El resultado es una cinta nihilista y decepcionante.
Dirección: Felipe Aljure
Isabel Jiménez, Mauricio Flórez
En 1971, los esposos Michael y Roberta Findlay, los infames realizadores de algunas de las películas más descarnadas del llamado «cine de explotación», dirigieron en Argentina una cinta llamada Snuff, cuyo eslogan recitaba: «La película que solo pudo hacerse en Sudamérica, donde la vida no vale nada».
Dicha frase bien puede describir a Tr3s escapularios, la cinta del girardoteño Felipe Aljure (autor de la idealizada La gente de la universal), la cual por fin llega a estrenarse oficialmente, luego de cuatro años de permanecer en el limbo.
Tr3s escapularios está ambientada en una Colombia infernal en la que los policías matan y abusan sexualmente de la gente con total impunidad y donde los paramilitares, los líderes guerrilleros y los delincuentes parecen haber tomado el control total del país, como si fuera una especie de Ciudad Gótica del Tercer Mundo. En este escenario dantesco y apocalíptico vive Nico (Mauricio Flórez), un joven asmático contratado por fuerzas oscuras para asesinar a una mujer quien supuestamente denunció a un grupo guerrillero, lo que terminó en un bombardeo mortal. Nico debe cumplir su misión junto a Indira (Karen Gaviria), una joven que busca venganza, ya que su novio «El Negro» fue víctima de dicho bombardeo.
Los dos «asesinos por naturaleza» viajan a Cartagena para cumplir su misión y en ese recorrido se conocerá la obsesión de Nico por una muchacha que nunca le contesta sus llamadas y la dureza de Indira, quien ha aprendido a utilizar su sexualidad como un arma.
La película de Aljure es un producto nihilista lleno de violencia y sexo gratuito, que le debe mucho al cine de Roger Corman, Sam Peckinpah y Jack Hill, pero que es víctima de tres heridas mortales: un deficiente trabajo actoral de sus protagonistas, un ritmo irregular y una ausencia de estilo. Dichos factores le causan una herida mortal que le impide calificarse como un trabajo decente de cine clase «B» y mucho menos como una obra que denuncia la violencia imperante en Colombia.