Cuatro ciudades marcadas por la guerra y la violencia a través de los ojos de sus sobrevivientes.
Dirección: Fransesc Relea
Una de las definiciones del género documental sostiene que este tipo de películas debe comunicar ideas y valores sociales y apuntar a un cambio positivo de las condiciones sociales, políticas y económicas.
Esto es precisamente lo que hace el segundo largometraje el español Francesc Relea (quien debutó en el cine con el documental Serrat y Sabina: El símbolo y el cuate). Su nuevo documental nos muestra a cuatro ciudades Kigali (Ruanda), Sarajevo (Bosnia y Herzegovina), Beirut (Líbano) y Medellín (Colombia). Estos cuatro lugares continúan asociándose a la violencia, el odio, la muerte y el sufrimiento. Kigali fue el escenario del genocidio de 1994, en el que el clan hutu exterminó a más de un millón de hombres, mujeres y niños del clan tutsi; el asedio de Sarajevo se desarrolló entre 1992 a 1996 durante la guerra de Bosnia (un enfrentamiento entre Bosnia-Herzegovina, Yugoslavia y la república de Srpska) que dio como resultado más de doce mil víctimas; la guerra civil libanesa llevada a cabo entre 1975 a 1990, producto de la división entre musulmanes y cristianos, prácticamente acabó con la ciudad de Beirut; y la guerra urbana entre ejército, policía, guerrilla y narcotráfico hizo lo mismo con la segunda ciudad más importante de Colombia.
El documental de Relea, el cual incluye una bellísima fotografía a cargo de Leonardo Castaño, Jordi Figueres y Alfonso Moral, nos muestra con un espíritu pleno de esperanza y optimismo, cómo estas cruentas guerras, las cuales casi acaban con estas ciudades, se están diluyendo en el olvido de las nuevas generaciones, gracias al arte y el deporte.
El ciclismo es la nueva afición de los jóvenes ruandeses, los cuales yo se dividen entre hutus y tutsis; el cine es el nuevo producto de exportación de Sarajevo y los museos buscan que las nuevas generaciones no repitan los actos de sus padres; los maratones ocupan el tiempo de los jóvenes de la capital del Líbano; y el Hip Hop, con su baile, su arte urbano y el breakdance, han llevado a los jóvenes paisas a cambiar las armas por los micrófonos y los tarros de pintura.
En estos tiempos de desesperanza, Ciudades a contraluz es un trabajo que demuestra que el mundo sí puede cambiar, resaltando la labor de las nuevas generaciones por dejar atrás los pecados de los padres y por transformar este mundo en un mejor lugar para vivir. Esto puede sonar ingenuo, pero no es para nada imposible.