Siguiendo la tradición de Persepolis o Waltz With Bashir, llega esta película animada con una fuerte carga ideológica, acerca de la expulsión del pueblo palestino de su territorio.
Director: Mats Grorud
Con las voces de Aïssa Maïga, Slimane Dazi, Darina Al Joundi, Romina Adl Kasravi, Mikhalis Koutsogiannakis
La ópera prima de Mats Grorud es una película animada de bella factura cuyo título, Wardi, hace referencia a su protagonista. La intención de su obra es la de contar cómo la conformación del estado de Israel en 1948 resultó en el desplazamiento forzado de más de doscientos cincuenta mil palestinos, los cuales nunca pudieron regresar a su hogar. Este es un tema difícil y controversial, y más si se aborda desde una película animada que, en apariencia, está dirigida a un público infantil.
El director noruego pasó un año trabajando en el campo de Burj el-Barajneh, ubicado en las afueras de Beirut. Es así que esta cinta recoge algunas de las historias relatadas por los refugiados que vivían en ese lugar. Para ello, Grorud confecciona un escenario en un delicado stop-motion artesanal, en el que se encuentra Wardi, (con la voz de Romina Adl Kasravi), una niña nacida en Burj el-Barajneh y que representa a la cuarta generación de refugiados que viven allí.
Wardi mantiene una estrecha relación con Sidi, su bisabuelo (Mikhalis Koutsogiannakis), un anciano enfermo que sacrifica sus esperanzas de vida para darle a su bisnieta la oportunidad de estudiar. Gracias a los relatos que Sidi le cuenta a Wardi, el espectador conocerá la historia de su vida (la cual es contada en animación tradicional), y que nos muestra cómo este hombre, que vivía en una granja en Galilea junto con sus padres, se enfrenta a la guerra entre israelíes y palestinos en 1948 y es obligado a exiliarse en el Líbano.
Sidi no es el único que le cuenta a Wardi sus recuerdos. Otros miembros de su familia también lo hacen, y estos están llenos de tristezas, crueldad y muerte. Se incluyen eventos históricos como el surgimiento de la Organización para la Liberación de Palestina en los años sesenta, los bombardeos a Beirut durante la guerra civil en el Líbano y el ataque a los refugiados palestinos en 1982.
El resultado es una cinta con un ritmo irregular, con una fuerte carga ideológica y que se siente pesada y deprimente. Aunque el personaje de Wardi intenta ofrecer algunos visos de esperanza, este es un trabajo que apela al sentimentalismo para hacernos sentir el sufrimiento y la desesperación de un pueblo desarraigado.
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