La secuela de Homecoming sufre por la ausencia de Robert Downey Jr. y por una aproximación extremadamente ligera.
Director: Jon Watts
Tom Holland, Jake Gyllenhaal, Samuel L. Jackson, Zendaya, Marisa Tomei, Jon Favreau
Cuando Stan Lee creó a Spider-Man en 1962, buscaba que este superhéroe tuviera los problemas típicos de un adolescente (miedo al rechazo, soledad, problemas de autoestima) para que los lectores jóvenes se pudieran identificar con él.
Spider-Man: Homecoming fue la primera película sobre El Hombre Araña en incorporar al personaje en el universo de películas interconectadas de Marvel (gracias a un convenio entre Disney y Sony, el estudio dueño de la licencia cinematográfica del héroe). El resultado fue una película conmovedora, que exploraba las intenciones iniciales de Stan Lee y que se beneficiaba de tener a Robert Downey Jr. (en el papel de Iron Man), como mentor del joven e inexperto superhéroe. Ahora que Tony Stark ya no está con nosotros, la secuela (y todo el universo cinematográfico de Marvel) sufre por el vacío que deja.
El actor británico Tom Holland, sucesor de Tobey Maguire y de Andrew Garfield en la encarnación del icónico personaje, logra proyectar todo el entusiasmo, la ingenuidad, el nerviosismo y la torpeza típica de un adolescente en Peter Parker, ese estudiante nerd con los increíbles poderes de un arácnido, pero con los conflictos típicos de un joven promedio. Es una lástima que la secuela de este nuevo Spider-Man, caiga en situaciones ridículas, más propias de las películas y series del canal Disney o de Nickelodeon, que de los cómics de donde proviene este superhéroe.
El altísimo nivel dejado por Avengers: Endgame (una película apoteósica, pero también muy humana) y por la cinta Spider-Man Into The Spider-Verse, toda una maravilla de la animación, pero también en términos de la deconstrucción del personaje, hizo que Spider-Man: Lejos de casa, tuviera una tarea muy difícil superar, la cual consistía en superar (o por lo menos, igualar) los estándares de las películas anteriormente mencionadas. Tristemente, esta secuela no logra cumplir con su misión.
En esta ocasión, Peter Parker y sus jóvenes amigos Ned Leeds (Jacob Batalon), MJ (Zendaya), Flash Thompson (Tony Revolori) y Betty Brant (Angourie Rice), viajan a Europa en una excursión escolar. Esta es la ocasión perfecta para que Peter le pueda confesar sus sentimientos a MJ. Sin embargo, dos cosas obstaculizan su propósito. La primera es la presencia de un rival amoroso llamado Brad (Remy Hii), y la segunda tiene que ver con Nick Fury (Samuel L. Jackson), quien contacta a Peter en calidad de Avenger, para que lo ayude a combatir una amenaza conocida como Los Elementales.
Fury es asistido por la agente de S.H.I.E.L.D. Cobie Smulders (Maria Hill) y por un nuevo superhéroe que, según él, procede de una realidad alternativa y quien es bautizado por Ned y por Betty como Mysterio. El problema está en que Peter tan solo quiere disfrutar sus vacaciones y declararle su amor a MJ, por lo tanto, le cede el legado dejado por Tony Stark al supuestamente noble y heroico Mysterio (un siniestro Jake Gyllenhaal).
Los lectores de cómics saben de antemano que Mysterio es tan bueno como el gambusino Stinky Pete o el osito Lotso de Toy Story. Pero la película dirigida por Jon Watts y escrita por los guionistas Chris McKenna y Erik Sommers (los mismos encargados de la primera entrega de Homecoming), esta vez cometen el error de apoyarse en un derroche de efectos especiales de calidad irregular, descuidando la interesante relación del protagonista con su nuevo mentor, evitando la dimensión trágica de Peter (algo esencial en los cómics de El Hombre Araña) y estancando la necesaria evolución del personaje (lo que hasta ahora era el sello de las películas de Marvel).
Jon Favreau, en su papel de Happy Hogan, ya no es más el sidekick de Iron Man, y se convierte en una especie de Alfred para Peter. Y Marisa Tomei sigue desplegando un poderosísimo sex appeal en su deconstrucción de la Tía May (personaje que es todo menos sexy en los cómics). Pero estos personajes secundarios, junto con los amigos de Peter, Nick Fury y la agente Smulders, pretenden ser todos “graciosos” y terminan sobrecargando de ligereza y humor a una película de superhéroes que debería tener uno que otro momento trágico u oscuro, reduciendo su impacto como película de acción.
Tampoco ayudan los vuelcos sorpresivos asociados con Mysterio y que nos recuerdan esa enorme decepción generada por el personaje de Mandarín, interpretado por Ben Kingsley en Iron Man 3 (todavía la película más floja de la saga de Marvel). Puede que los giros actualicen y, al mismo tiempo, le sean fieles a la esencia del supervillano creado en 1964, pero de no ser por Gyllenhaal, Mysterio se hubiera convertido en un personaje estereotipado, unidimensional y de motivaciones infantiles, al peor estilo de las últimas películas de DC.
Las cosas no se ven muy bien para la Fase 4 de las películas de Marvel. Para el futuro de esta enorme franquicia, se deberían tener en cuenta las lecciones aprendidas con las estupendas Captain America: Civil War, Spider-Man: Homecoming, Black Panther, Avengers: Infinity War y Avengers: Endgame, ya que el camino tomado por El Hombre Araña está lejos de casa.
P.D. No se pierda los dos reveladores epílogos al final de la película, que dejan la historia de Spider-Man en punta, y que presentan a unos personajes totalmente inesperados.