La nueva adaptación cinematográfica del clásico relato de Henry James no logra hacerle justicia, pese a que es dirigida por la mujer detrás de los vídeos de Marilyn Manson.
Director: Floria Sigismondi
Mackenzie Davis, Finn Wolfhard, Brooklynn Prince, Barbara Marten, Joely Richardson
Otra vuelta de tuerca, la novela publicada en 1898 por Henry James, es considerada como una de las piezas claves del género del terror. Además de ejercer una gran influencia en la literatura, ha tenido un gran efecto en el séptimo arte. The Innocents, la adaptación de 1961 dirigida por Jack Clayton y protagonizada por la gran Deborah Kerr, es considerada como todo un clásico del género. Y ni hablar de Los otros, la adaptación libre dirigida por el español Alejandro Amenábar y protagonizada por Nicole Kidman, que terminó siendo una de las mejores películas de comienzos de siglo.
Por esta razón, las expectativas de una nueva versión de la historia de una institutriz contratada para cuidar a dos misteriosos niños en una más que misteriosa mansión, estaban muy en alto. Sin embargo, todo parecía que iba a funcionar, ya que la misión recayó en Floria Sigismondi, la fotógrafa italiana reconocida por su trabajo en los vídeos musicales de artistas como Marilyn Manson, David Bowie, Bjork, Tricky e Incubus, entre muchos otros. Además, Sigismondi había hecho un muy buen trabajo en The Runaways, la película sobre la primera banda de Hard Rock femenino, y su debut como directora de largometrajes.
Pero algo se perdió en el camino. Los seguidores de Sigismondi esperarían una atmósfera perturbadora (algo que caracteriza muchos de sus vídeos y fotografías), pero en realidad su adaptación (llamada The Turning, y en español Presencias del mal), tiene la factura de una cinta de terror genérica. Y es que Sigismondi no ha logrado filtrar su riqueza visual al cine, como sí lo han hecho otros hijos del video-clip como Spike Jonze, Michel Gondry, David Fincher o Jonathan Glazer, por nombrar a algunos de sus colegas que junto con ella, convirtieron al video musical en un arte en la década de los noventa.
Curiosamente, Presencias del mal no se desarrolla a finales del siglo XIX, sino en 1994, año en el que murió Kurt Cobain, como lo señala el inicio de la cinta. El papel de la institutriz recae ahora en Mackenzie Davis, la actriz de la malograda última entrega de Terminator, en lo que termina siendo una nueva mala decisión profesional. Sabemos que ella tiene una madre con problemas mentales (Joely Richardson) y que ha aceptado trabajar en la mansión de los Fairchild, la cual está habitada por una tétrica ama de llaves (Barbara Marten) y por dos niños por los que tiene que velar: Flora (interpretada por la Brooklynn Prince, la protagonista de la excelente The Florida Project) y Miles (Finn Wolfhard de la serie Stranger Things), quien fue expulsado del internado donde se encontraba.
Lo que sigue es una serie de comportamientos perturbadores de los miembros de la mansión (especialmente de Miles), que afectan a Kate Mandell, la nueva institutriz, así como siluetas macabras en los espejos, apariciones en el bosque, pesadillas, cuartos secretos, objetos macabros y otros elementos más que buscan llevar la obra de James a la vida, sin mucho éxito, pese a que esta cinta tiende a ser más franca en cuanto a violencia y sexualidad que sus predecesoras.
Una advertencia para los seguidores del libro o los amantes de sus adaptaciones cinematográficas: Aquí, el acto final se convierte en una confusa maraña que hace que el giro sorpresivo (algo vital en la obra de James) termine siendo un final sin ninguna vuelta de tuerca. La única sorpresa de Presencias del mal está en ver como una directora talentosa termina exhibiendo un trabajo de gran mediocridad.
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