Lo que podría haber sido una reflexión profunda sobre las relaciones de pareja, termina sucumbiendo por el rápido agotamiento de sus argumentos.
Director: Christophe Honoré
Chiara Mastroianni, Benjamin Biolay, Vincent Lacoste, Carole Bouquet
En la comedia romántica dirigida por Christophe Honoré (autor de la estupenda Vivir deprisa, amar despacio), María Mortemart (Chiara Mastroianni) es descubierta por su esposo Richard Warrimer (Benjamin Biolay, cantante y actor quien fuera esposo de Mastroianni en la vida real), de tener un amorío con un estudiante.
Ella decide dejar su casa y hospedarse en el hotel de enfrente en la habitación 212, y de ahí el título de la película (el número también responde al código civil francés que dicta que los cónyuges se deben mutuamente respeto, fidelidad y asistencia).
Como si se tratara de un episodio de Dimensión desconocida a la francesa, María se encontrará en la habitación con una versión más joven de su esposo (Vincent Lacoste), con el primer amor de este (una profesora de piano encarnada por Camille Cottin), con su madre y su abuela muertas, con una conciencia moral más cercana a Charles Aznavour que a Pepito Grillo, y con los muchos amantes que María ha tenido a lo largo de su vida matrimonial.
Esta especie de Cuento de Navidad para adultos, goza de algunos buenos momentos donde se logra poner el dedo en la llaga en lo que respecta a las relaciones de pareja y a nuestras concepciones sobre lo que es el amor, pero en últimas, termina agotando sus argumentos y los recursos surrealistas, para convertirse en un relato agobiante que cierra las discusiones que debería abrir. El acto final, que incluye la hermosa canción de Barry Manilow Could It Be Magic, logra mover algunas fibras emocionales, especialmente a aquellos que se identificarán con alguno de los personajes, pero no basta para recuperar la fuerza que la película de Honoré pierde gradualmente.
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