El manizaleño Juan Diego Escobar Alzate intenta hacer una película de terror en un país donde el género está colmado de películas horripilantes, en el peor sentido de la palabra.
Director: Juan Diego Escobar Alzate
Conrado Osorio, Andrea Esquivel, Yuri Vargas, Sharon Guzmán
Es inexplicable que en un país colmado de leyendas y mitos macabros como la Patasola, la Madre Monte y el Mohán, y lleno de historias reales de violencia brutal y descarnada, no se pueda hacer una buena película de terror.
Y es que la tradición del cine de terror en Colombia es muy escasa y supremamente torpe. El director Jairo Pinilla es quien oficialmente inaugura este tipo de películas en nuestro país con títulos como Funeral siniestro (1977) y Extraña regresión (1985). Pero pese a que es un personaje querido y admirado por los cinéfilos, también es cierto que a Pinilla se le ha llamado “el Ed Wood colombiano”, y las razones no faltan.
Las mejores películas de terror colombiano son Al final del espectro (2006) de Juan Felipe Orozco y El páramo (2011) de Jaime Osorio. Pero la verdad, parecen más unos interesantes borradores de algo que pudo haber sido mejor. No por nada, productores extranjeros (entre ellos, la actriz Nicole Kidman), pensaron en hacer remakes de estas cintas (algo que hasta la fecha todavía no se ha consolidado). También se podría pensar en títulos como Satanás (2007) y La cara oculta (2011) de Andrés Baiz o en Carne de tu carne (1983) y La mansión de Araucaima (1986), trabajos que su director Carlos Mayolo, catalogó bajo el género de “gótico tropical”. Pero lo cierto es que, aunque estas películas incluyen momentos genuinamente aterradores y perturbadores, la intención de sus autores no estaba en hacer películas de terror (lo mismo va para la espeluznante La mujer del animal de Víctor Gaviria).
Y ni hablar de Volver a morir (2008) de Miguel Urrutia, El resquicio (2012) de Alfonso Acosta o Calibán (2019), de David Bohórquez, trabajos esperpénticos que es mejor olvidar y que se encuentran dentro del grupo de las peores películas colombianas de todos los tiempos.
Ahora llega a nuestras pantallas la siguiente historia: En una comunidad aislada y localizada en el interior de las montañas, liderada por un predicador conocido como El Señor (Conrado Osorio), aparece un niño, quien se supone, es un nuevo Mesías, pero su llegada ocasiona una serie de males, no solo para los habitantes del pueblo, sino también para las hijas del predicador, unas chicas llamadas Laila (Andrea Esquivel), Uma (Yuri Vargas) y Zion (Sharon Guzmán).
Esta es la premisa de Luz, una película de terror que marca el debut en el campo de los largometrajes, del manizaleño Juan Diego Escobar Alzate. Pese a que su director referencia los trabajos de Alejandro Jodorowsky como su principal influencia (especialmente El Topo), lo cierto es que la cinta guarda mucha similitud (quizás demasiada) con The Witch, ese clásico instantáneo dirigido y escrito con maestría por Roger Eggers. Pero no es la falta de originalidad el principal pecado de Luz. Son las malas actuaciones, la corrección exagerada del color, los diálogos irrisorios, las situaciones caóticas y absurdas y el ritmo exasperante, lo que hace de esta cinta un nuevo ejemplo de la torpeza y la falta de ingenio a la hora de hacer cine de terror en Colombia.
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