The Man Who Sold His Skin (El hombre que vendió su piel) (2021)

La deshumanización, los prejuicios, la mercantilización del cuerpo y la pérdida de la sensibilidad en el mundo del arte, son algunos de los temas que se exploran en esta cinta nominada al Óscar.

Director: Kaouther Ben Hania

Yahya Mahayni, Dea Liane, Koen De Bouw, Monica Bellucci

En el 2017, la directora tunecina Kaouther Ben Hania, nos sorprendió con un magnífico trabajo lleno de tensión titulado La bella y los perros, una cinta dividida en 9 capítulos separados por elipsis, en donde se relata el drama real de una mujer que fue violada por aquellos que deberían protegerla: Un grupo de policías.

Su nuevo trabajo, aunque no posee la arriesgada fragmentación temporal y la poderosa visceralidad de La bella y los perros, no obstante gira en torno a una fascinante premisa también basada en hechos reales. Cuando la directora visitó el Louvre en el 2012, se encontró con una retrospectiva del artista belga Wim Delvove (quien hace una breve aparición en la cinta interpretando a un agente de seguros). En dicha exposición, se incluía una obra llamada “Tim”, en la que Devolve tatuó la espalda de un hombre llamado Tim Steiner, quien se encontraba sentado en una mecedora sin camisa para poder exhibir el trabajo del artista plasmado en su cuerpo. La “pieza” se vendió a un coleccionista de arte y Tim está obligado bajo contrato a permanecer cada año y por un cierto período de tiempo, en una galería con el torso desnudo y sin moverse. 

Ben Hania lleva esta anécdota al terreno de la ficción en El hombre que vendió su piel, una película que funciona como una sátira al mundo del arte (en una línea muy similar a The Square, la cinta de Ruben Östlund ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes del 2017). Pero, además, el trabajo de esta talentosa directora se puede ver como una denuncia a la deshumanización característica de nuestra sociedad actual, así como a la estereotipación y al tratamiento despectivo (muchas veces disfrazado como paternalismo), que algunas personas tienen frente a los inmigrantes, especialmente a quienes vienen del Medio Oriente. También, hay que decirlo, El hombre que vendió su piel es una historia de amor.

El protagonista de la cinta de Ben Hania es Sam Ali (un carismático Yahya Mahayni), un hombre procedente de Siria y de origen humilde, quien está perdidamente enamorado de Abeer (Dea Liane), una mujer de clase alta. Una apasionada e imprudente declaración pública de su amor en el transporte público, lo lleva a tener problemas con la ley y termina en la cárcel. Ali debe huir de su país y termina radicado en Beirut, donde trabaja como muchos otros inmigrantes en un criadero de pollos. Abeer, por su parte, termina casada en un matrimonio arreglado y se radica en Bélgica.

En Beirut, Ali suele colarse con un amigo a las exposiciones de arte para aprovecharse de las bebidas y la comida gratis, y allí conoce al reconocido artista Jeffrey Godefroi (Koen De Bouw), quien le propone al inmigrante ser tatuado en la espalda de una manera muy similar a lo que Devolve hizo con Tim. Ali, quien desea viajar a Bélgica para recuperar a Abeer, acepta la propuesta. Es así que Godefroi le tatúa a Ali una enorme visa Schengen en la espalda al inmigrante sirio, quien aspira a tener amor, dinero y libertad.

En El hombre que vendió su piel, la relación entre el artista y el inmigrante se plantea como la relación entre Mefistófeles y Fausto y, más adelante, como la relación entre Pigmalión y su obra. El acto final, sorpresivo y devastador, el cual incluye un giro sorpresivo que es imposible mencionar aquí, le da el equilibrio necesario a esta cinta, para convertirse en un trabajo hipnótico, envolvente y cautivador. 

Sobre André Didyme-Dôme 1636 artículos
André Didyme-Dome es psicólogo y magíster en Comunicación. Se desempeña como crítico de cine para la revista Rolling Stone en español y es docente en la Escuela Nacional de Cine; además, es director del cineclub de la librería Casa Tomada y conferencista en Ilustre. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.

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