Sound Of Freedom (Sonido de libertad) (2023)

Más allá de la controversia y de la sobrecarga ideológica, la cinta sobre tráfico de niños es sosa y superficial. 

Director: Alejandro Monteverde

Jim Caviezel, José Zúñiga, Bill Camp

Todo lo que Encanto hizo por mejorar la vapuleada imagen de Colombia, se arruina con Sonido de libertad, una película de fe que aborda un caso real en el que un agente especial que trabaja para el Departamento de Seguridad Nacional estadounidense, se ve involucrado con una red de tráfico de niños en ese país. 

Jim Caviezel es el encargado de interpretar a Tim Ballard, el ex agente en cuestión, quien actualmente se desempeña como CEO de Operation Underground Railroad y The Nazarene Fund, dos organizaciones cristianas que recaudan fondos y realizan actividades para detener la trata de menores de edad en Estados Unidos y otros países del mundo. Aquí, el actor que interpretó a Jesús en La pasión de Cristo de Mel Gibson (uno de los productores de esta cinta), está más rubio que nunca y encarna a Ballard de una manera estoica y minimalista, con algunas lágrimas y sonrisas de dolor ante la injusticia a la que son sometidos los niños latinoamericanos que son secuestrados y convertidos en objetos de gratificación sexual para pedófilos. 

Dos de esos desafortunados niños son Miguel (Lucas Ávila) y Rocío (Cristal Aparicio), los hijos de José Zúñiga, un padre que vive con ellos en una humilde casa en Honduras. Entra en acción Giselle (Yessica Borroto), una ex reina de belleza colombiana de tez oscura, que convence a Roberto para que sus hijos hagan parte de un casting que supuestamente busca convertirlos en actores infantiles. Ante la insistencia de los niños, el padre termina aceptando y deposita toda su confianza en la mujer. Lo cierto es que la intención de Giselle es otra. Los niños desaparecen sin dejar rastro, ya que fueron secuestrados para ser explotados en el comercio sexual de menores. 

Desde aquí, y teniendo en cuenta que Gibson es una de las personas detrás de esta película, uno esperaría que Caviezel pase de ser un agente del gobierno, que ante la ineptitud de la organización para la que trabaja en detener la explotación infantil, decide tomar la ley en sus manos para convertirse en un brutal vigilante decidido a borrar de la faz de la Tierra a todos los involucrados en el secuestro de Miguel y Rocío. Hay que recordar que Gibson produjo en el 2004 una olvidada cinta de acción llamada Paparazzi en el que un actor de Hollywood (Cole Hauser) decide eliminar sistemáticamente a los molestos fotógrafos que acosaron y llevaron a que su amada esposa muriera en un accidente automovilístico.

Quienes hicimos catarsis al ver a Hauser eliminando con saña y violencia a los odiosos e insensibles paparazzi, esperábamos ver a Caviezel, quien protagonizó alguna vez Outlander, una brutal cinta de acción sobre extraterrestres y vikingos, convirtiéndose en el equivalente de Hauser, un vigilante en contra de los comerciantes de niños y pedófilos, en la tradición del Harry el sucio de Clint Eastwood, Paul Kersey de Charles Bronson en Vengador anónimo, John Matrix de Arnold Schwarzenegger en Commando, o el Bryan Mills de Liam Neeson en la saga de Taken. Pero esta no es una película de acción, sino una película de fe. 

Este tipo de cintas, a diferencia de los épicos religiosos como Los diez mandamientos o La pasión de Cristo, más que contar sobre la vida y obra de un personaje extraído de la Biblia, busca evangelizar más que narrar, ya que ellas están diseñadas para una audiencia específica que comparte la misma fe religiosa y su objetivo es enviar un mensaje doctrinal y dogmático.

El distribuidor detrás de esta cinta independiente es Angel Studios, una empresa originalmente fundada bajo el nombre de VidAngel en el 2014 por los hermanos Harmon, con el objetivo de poder mostrar cualquier película a sus hijos sin preocuparse por el material explícito de sexo y violencia. VidAngel proporcionaba un servicio de “filtrado” (algunos lo llaman censura) que permitía a los clientes saltarse o silenciar escenas que no querían ver de películas y programas de televisión. Dos años más tarde, VidAngel fue demandada por varios estudios importantes de Hollywood por violaciones a los derechos de autor, acusando al servicio de transmitir contenidos sin autorización de una forma mutilada.

Lo anterior llevó a los Harmon a pensar en distribuir películas y series de fe y dejar atrás el servicio de filtrado. Como resultado, la cinta dirigida por el mexicano Alejandro Monteverde (Bella, Little Boy), la cual fue rechazada por Disney para su distribución, fue adquirida por la empresa rebautizada de los Harmon y se convierte en un incómodo épico de más de dos horas de duración, sobrecargado con mensajes cristianos (“los niños de Dios no están para la venta”) y sin la violencia necesaria para generar catarsis en el público. Con estos antecedentes, tampoco sorprende que la violencia en Sonido de libertad se reduzca a su mínima expresión, el sexo solo se comente con mucha sutileza y las malas palabras se sinteticen en un “¡Mierda!” espetado por Caviezel.

Tanto el protagonista de la cinta, como sus productores Gibson y el actor Eduardo Verástegui, han sido objeto de controversia por sus polémicas afirmaciones públicas tremendamente cercanas a QAnon, la teoría de la conspiración que surgió en las redes sociales a finales de 2017 y que ganó millones de adeptos en los Estados Unidos y en algunos otros lugares del mundo. QAnon, cuyo nombre proviene de un misterioso usuario en línea que se hace llamar “Q” y que afirma ser un alto funcionario del gobierno con acceso a información clasificada, se basa en una serie de afirmaciones infundadas y a menudo absurdas, que afirman que una élite secreta de pedófilos, caníbales y adoradores del diablo (posiblemente judía) controla el gobierno y los medios de comunicación (posiblemente Disney, Warner y Netflix), y que el expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, estaba librando una guerra secreta para derrocar a esta élite que se esconde en los discursos progresistas de diversidad, tolerancia e inclusión, para seducir a los más inocentes y convertirlos en sus víctimas.

Más allá de los vídeos virales que afirman de Sonido de libertad es una cinta que tuvo inmensos problemas para ser exhibida por la presión ejercida por esta supuesta élite, hay que recordar que el FBI ha identificado a QAnon como una amenaza potencial para la seguridad nacional en los Estados Unidos y es importante destacar que esta teoría de la conspiración no está respaldada por ninguna evidencia creíble y ha sido ampliamente desacreditada por expertos, incluidos académicos, periodistas y agencias de inteligencia. A pesar de ello, ha tenido un impacto significativo en la política y la sociedad en algunos lugares y continúa siendo motivo de preocupación para las autoridades y los defensores de la desinformación en línea.

¿Sonido de libertad es una película que desinforma? La verdad es que no, ya que esta es una cinta prudente que no trata de hacer una denuncia explícita o de adherirse explícitamente a QAnon. Además, toda persona, religiosa o no, sabe que el comercio sexual de menores, también conocido como explotación sexual comercial de niños, es una grave violación de los derechos humanos y un delito real y extendido en la mayoría de los países, incluido Colombia, ya que implica la explotación sexual de personas menores de edad, a menudo niños y adolescentes, a través de la coerción, la fuerza o la manipulación. Este es un tema altamente delicado y preocupante, y es importante abordarlo con sensibilidad y precisión, ya que una cosa es la pedofilia (la atracción sexual por menores de edad) y otra el abuso sexual infantil (llevado a cabo, en la mayoría de los casos, por familiares y allegados al menor, más que por desconocidos). 

Tampoco hay que olvidar que la cinta se basa en los testimonios de Ballard y sus asociados, los cuales pueden asumirse como nobles y ciertos. El problema de esta cinta está en su abordaje, que muestra a Colombia como un país miserable, salvaje y cruel que necesita ser salvado, especialmente por los norteamericanos. Uno de los aliados de Ballard es Vampiro, interpretado por Bill Camp, un ex contador de Pablo Escobar, convertido en antihéroe renegado; y los malos del paseo, como El Calacas y El Alacrán, son todos colombianos y parecen villanos de Batman en esteroides.

Hay una escena en particular que muestra a Ballard en el restaurante más estadounidense posible (con todo y bandera), invitando al niño Miguel, luego de ser rescatado, para que coma una rica hamburguesa americana. Mientras el niño devora la hamburguesa, se sorprende de que el agente se llame Timothy, ya que la medalla que le dio su hermana es la de San Timoteo, el intercesor de Dios en lo que respecta a la salud, la desgracia o la falta de fe. Un hombre rubio y anglosajón rescatando a un pobre niño latinoamericano.

No hay que hacer mucha inferencia para entender cuál es la ideología de esta cinta, la cual no está muy lejos del espíritu patriotero recalcitrante de las películas de Michael Bay y de los vengadores fascistas encarnados por Eastwood, Bronson, Gibson y Neeson. De hecho, la mirada de Caviezel nos recuerda mucho a la de Travis Bickle, ese taxista interpretado por Robert De Niro en la cinta de Scorsese, que quería hacer un mundo mejor y liberarlo de la suciedad y la escoria, rescatando “heroicamente” a una prostituta infantil de sus captores, algo que guarda un gran parecido con la situación de la pobre Rocío.     

Esta cinta, al igual que las películas de Marvel hechas por Disney, incluye una escena postcréditos en donde Caviezel recalca sobre los sospechosos obstáculos que casi impidieron la proyección de esta cinta, sobre la importancia de ver Sonido de libertad en cines, sobre cómo él espera que esta película se convierta en el equivalente del libro La cabaña del Tío Tom en lo que respecta al abuso sexual infantil (¿Qué opinará Spike Lee sobre este comentario?) y nos deja un código QR para que podamos comprar tiquetes para que aquellos que no tienen los recursos suficientes, puedan ver Sonido de libertad, como si se tratara de una obra extremadamente reveladora y liberadora, lo cual definitivamente no es, ya que en realidad es una cinta mediocre, sosa y superficial, muy cercana a la estética de la televisión barata o al infierno del “Directo a video”. 

La intervención de Caviezel, que se parece mucho a un anuncio proselitista de publicidad política pagada, convierte a Sonido de libertad en una cinta más cercana al cine de explotación, que al cine de fe.  Cabe recordar que una de las primeras cintas de explotación fue la silente Traffic in Souls (1916), que hizo uso del problema social de la trata de blancas para reventar la taquilla. Cada uno ve con los ojos que Dios le ha dado.

Sobre André Didyme-Dôme 1649 artículos
André Didyme-Dome es psicoterapeuta y periodista. Se desempeña como editor de cine y TV para la revista Rolling Stone en español y es docente universitario; además, es director del cineclub de la librería Casa Tomada y conferencista en Ilustre. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.

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