Una pareja de esposos procedentes de Francia buscan su hogar en Galicia y encuentran odio y hostilidad en la obra maestra del director de El reino.
Director: Rodrigo Sorogoyen
Denis Ménochet, Marina Foïs, Luis Zahera, Diego Anido, Marie Colomb
Uno de los directores españoles más interesantes del siglo XXI es, sin lugar a dudas, Rodrigo Sorogoyen. Formado tanto en la televisión (Impares, La pecera de Eva, Vida loca, Frágiles) como en el cine, Sorogoyen debutó en la gran pantalla en 2008 con 8 citas, una divertida comedia coral codirigida por Peris Romano. Pero serían sus tres siguientes trabajos los que lo colocarían en el panteón de los grandes. La hiperrealista Stockholm (2013), la primera película española financiada por crowdfunding, es un relato tenso que nos muestra los peligros inherentes a las relaciones juveniles. Que Dios nos perdone (2016) aumenta la energía y la tensión de su predecesora, mostrándonos a dos policías buscando a un asesino en serie en el contexto de la visita del Santo Padre a España en el 2011. Por su parte El reino (2019), es toda una obra maestra del suspenso y de la sátira en la que un político es convertido en chivo expiatorio en medio de un escándalo de corrupción y decide llevarse con él a todos los involucrados, quienes son tan corruptos como él.
Sin embargo, el mejor trabajo de este autor en constante ascenso es As Bestas, un relato tan estremecedor como sus tres obras anteriores y que mezcla los clásicos de inicios de los setenta Perros de paja (1971) de Sam Peckinpah y Amarga pesadilla (1972) de John Boorman, con el cine social de suspenso del húngaro Cristian Mungiu (especialmente RMN, su última cinta).
La premisa de As Bestas (Las bestias), planteada por Sorogoyen y su colaboradora habitual Isabel Peña, es tan sencilla como inquietante. Una pareja francesa conformada por dos personas de edad madura llamados Antoine (Denis Ménochet) y Olga (Marina Foïs), se mudan a Galicia en busca de un nuevo comienzo. En lugar de ello, encuentran hostilidad. Este es un retrato profundamente incómodo de ese mal cotidiano conocido como la xenofobia, que resulta aún más aterrador por ser real, no en cuanto a los dos personajes principales, que son ficticios, sino en relación al conflicto que llega a definir su nueva vida en ese rincón salvaje del noroeste español.
Ménochet, actor que ya nos ha sorprendido por su potencia en cintas como Bastardos sin gloria, Por la gracia de Dios y Custodia compartida, interpreta a Antoine como un hombre sencillo que compra un terreno modesto en una ladera primitiva y restaura una antigua cabaña de piedra hasta convertirla en un lugar acogedor. Marina Foïs, quien hace poco compartió con la gran Isabelle Huppert en la estupenda cinta Blanco fácil, emerge lentamente para convertirse en el personaje principal de la película, y como Olga, comparte con su esposo el reto de enfrentar los desafíos de cultivar tomates en un suelo tan agreste como quienes caminan sobre él. .
La hostilidad llega por parte de sus vecinos, los cuales son Xan (Luis Zahera) y su hermano menor Loren (Diego Anido), quien en algún momento fue golpeado en la cabeza por un caballo que lo dejó con una discapacidad cognitiva. Los dos han vivido en el mismo lugar toda su vida y no ven con buenos ojos a los forasteros que llegan y cambian las cosas o que se resisten a cambiarlas, ya que Antoine no quiere dar un voto decisivo que permitirá la instalación de unos generadores de energía eólica, impidiendo a los hermanos la posibilidad de obtener una ganancia fácil.
El título de la cinta guarda relación con una tradición local llamada «A rapa das bestas», en la que los hombres rudos luchan con caballos salvajes, sometiéndolos lo suficiente como para cortarles las crines antes de liberarlos. Es un ritual simbólico utilizado por Sorogoyen para representar la lucha entre sus protagonistas y que tendrá unas consecuencias casi literales. El director nos recuerda constantemente la relación entre el hombre y el animal, desde los paseos por el bosque de Antoine con su Pastor Alemán hasta los disparos de escopeta realizados por unos cazadores a quien nunca vemos.
Sin embargo, la verdadera amenaza en As Bestas es definitivamente el hombre. Y aquí la maldad se encarna en Xan, interpretado magistralmente por Zahera, colaborador constante de Sorogoyen, a quien vemos retratado como una bestia hostil y peligrosa, mirando con desprecio al “francés” como lo llama y provocándolo con comentarios inquietantes. El lenguaje corporal amenazante de Zahera, que nos recuerda a Ben Kingsley en Sexy Beast, combinado con la inquietante banda sonora a cargo de Olivier Arson y la hermosa fotografía de Álex de Pablo, despiertan una gran angustia en el espectador que lo llega a asfixiar por más de dos horas.
As Bestas refleja una forma de violencia que no es para nada rara en el mundo real, ya que tiene que ver con nuestros vecinos y con aquellos con los que nos cruzamos diariamente. Ante el maltrato ambiguo, Antoine acude a la policía local y ellos apenas lo toman en serio. Él compra una cámara de video y comienza a grabar sus interacciones cada vez más agresivas, pero nada es lo suficientemente contundente como para presentar cargos formales. Olga reconoce el creciente riesgo y suplica a su esposo para que de alguna manera calme la situación por una vía pacífica. En lugar de eso, las cosas empeoran. La escena central de la película es perturbadora e inolvidable, uno de esos momentos que no se pueden dejar de ver ni olvidar y que habíamos estado temiendo desde el principio como algo que inevitablemente iba a pasar.
Pero la película no termina con esa escena, sino que cambia su enfoque hacia Olga, quien se ve obligada a enfrentar las acciones de su esposo, como si se tratara de la tragedia de Sigfrido que conlleva a la venganza de Krimilda. Marie (Marie Colomb), la hija de la pareja, le suplica a su madre que abandone este lugar, muy similar al del Lejano Oeste. Olga, feroz y decidida, se rehúsa a dejar su hogar. El final, tan ambiguo y anti catártico como la violencia ejercida hacia la pareja, hace que nunca llegue la calma.
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