Wish (El poder de los deseos) (2023)

La película animada No. 62 de los estudios Disney presenta múltiples falencias, pero no podemos despreciar su bella factura y sus poderosos mensajes.

Directores: Chris Buck, Fawn Veerasunthorn

Con las voces de Ariana DeBose, Chris Pine, Alan Tudyk

Desde la pandemia, existe una cierta tendencia a atacar cualquier producto que provenga de los estudios del Ratón, como si nos hubiéramos convertidos en una especie de Grinch postpandémico, quien, en vez de odiar la Navidad, detesta todo lo relacionado con magia, optimismo, música e ilusión. El resultado llevó a que Lightyear, Mundo extraño y Elementos, tres extraordinarias cintas estrenadas en cines luego de la amenaza del COVID 19, fueran abandonadas por un público amargado y prejuicioso y destrozadas por unos críticos que parece que odiaran todo el cine en general.  

Wish: El poder de los deseos, se estrena en la misma semana en la que Frozen (uno de los dibujos animados más taquilleros de la historia) debutó en los cines 10 años antes. Con un guion coescrito por Jennifer Lee (la misma escritora de Frozen) la nueva cinta de Disney busca celebrar los 100 años de vida que cumple el estudio y, al mismo tiempo, recordarnos cómo las princesas, las canciones, los animales antropomórficos, los villanos maléficos y el poder de la magia, son las principales características que llevaron al éxito a muchos de los largometrajes animados que Disney ha realizado desde Blanca Nieves y los siete enanitos en 1937. 

A diferencia de Blanca Nieves, La cenicienta, La bella durmiente, La sirenita, La bella y la bestia, Moana o Frozen, Wish no se basa en ningún cuento de hadas clásico o leyenda tradicional (inclusive El rey león se basa en Hamlet), y tal vez eso es lo que nos desorienta al principio. 

Su hermosa factura, que nos recuerda a la pintura renacentista, se ve atropellada por una historia que es difícil de seguir y a la que le falta fuerza y emoción. La cinta trata de hacernos recordar a todos aquellos que crecimos con Disney, la emoción que implicaba ver ese libro que se abre y nos introduce a la historia (lo cual aquí se logra) y los créditos finales, con los personajes clásicos de las 61 cintas animadas anteriores de Disney, logra calar en los corazones. Pero hay algo que falta en Wish.

La nueva princesa Disney es Asha (con la voz de la ganadora del Óscar Ariana DeBose), una joven que vive en el Reino de Rosas, un lugar muy similar a una isla del mar mediterráneo y que bien podría ser la Italia fascista de Mussolini, si no fuera por los colores y las canciones. 

El reino es gobernado por el Rey Magnifico (con la voz de Chris Pine), un hechicero con la apariencia de un apuesto príncipe y con la capacidad de conceder deseos. Cuando los habitantes del Reino cumplen 18 años, comparten su deseo más grande con Magnífico y este se adueña de ellos, convirtiéndolos en su propiedad física e intelectual. Es así que los habitantes, al ceder sus deseos, pierden todos los recuerdos de lo que alguna vez quisieron. 

Magnífico organiza una serie de ceremonias (probablemente anuales) en las que se elige a un habitante del Reino a dedo y se le concede su deseo. Asha tiene 17 años y se prepara para una entrevista, ya que desea ser la aprendiz del hechicero, como si se tratara del Ratón Mickey de Fantasía. Pero asumir esa posición, muy codiciada por los habitantes del Reino, guarda una motivación desinteresada y altruista, ya que Asha espera ayudar con su nuevo trabajo a que el deseo de su abuelo Sabino (Victor Garber) sea seleccionado, ya que él, como los estudios, cumplen 100 años. Pero a medida que Asha se acerca al rey, se da cuenta de que las apariencias engañan y que el sistema en el que la enseñaron a creer podría estar ocultando algo más siniestro.

Asha, una joven con pensamiento crítico comienza a cuestionar el régimen de Magnífico y es en ese momento en el que Wish se vuelve más interesante. Es probable que el público infantil no lo llegue a notar, pero un adulto más o menos perspicaz encontrará aquí una aguda crítica al capitalismo, a los gobiernos totalitaristas, a las religiones organizadas, a la heteronomía de los pueblos e inclusive hacia la misma marca, la cual, hay que decirlo, lleva un siglo siendo una auténtica máquina capitalista generadora de deseos. Todo esto convierte al subtexto de Wish en algo muy poderoso. Es una lástima que no se hubiera desarrollado con la astucia, la fluidez y la claridad necesarias. 

Magnífico logra controlar a su pueblo por medio de la ilusión a la esperanza (¿les suena conocido?), pero los sueños solo son permitidos cuando caen dentro de unos límites seguros, ya un deseo que pueda poner en riesgo al gobierno es negado de manera contundente. Piensen como si las obras de Orwell y Huxley colisionaran con Frozen y se harán una idea de lo que Wish pudo haber llegado a ser: Un cuento de hadas anarquista para el nuevo milenio. Sin embargo, la película cae en la fórmula estándar, con un guion y unas canciones que intentan una y otra vez captar la atención de unas mentes perezosas y superficiales a las que no les gusta escarbar y cuestionar.

Como es costumbre con las estructuras narrativas canónicas de las películas animadas de Disney, Asha tiene dos compañeros antropomórficos. El primero es una cabra llamada Valentino, que desarrolla un grave acento británico (cortesía de Alan Tudyk), y el segundo es una estrella de los deseos juguetona (probablemente la misma a la que Gepetto le rezaba en Pinocho), que es prácticamente una copia más alegre de la estrella depresiva que se robó el show en la maravillosa cinta animada de Super Mario Bros

Pero al igual que con la sobrecarga de canciones poco memorables, la cinta también se excede en amigos para Asha, ya que ella cuenta con la compañía de Dahlia (Jennifer Kumiyama), una chica con discapacidad motora que dirige la panadería del castillo, y seis amigos más llamados Simon (Evan Peters), Gabo (Harvey Guillén), Bazeema (Deela Saba), Safi (Ramy Youssef), Dario (Jon Rudnitsky) y Hal (Niko Vargas), todos con una personalidad distintiva y que completan un grupo que bien podría denominarse como “Asha y los siete enanitos”. Pero, tanto los guiños de Wish a otras películas de Disney, del mismo modo que el subtexto sociopolítico, tan solo serán captados por aquellos que quieran poner a funcionar su cabeza. 

Wish es un producto con múltiples falencias, pero con un mensaje poderoso que llega en un momento muy desafortunado para un estudio que ha intentado en los últimos años promover la inclusión, el poder femenino y el discurso anticolonialista, y que está siendo odiado por ello. En estos tiempos oscuros en los que el público masivo prefiere caricaturas ridículas, machistas y ofensivas (Rápido y furioso X), venganzas sádicas y desmedidas (Saw X), cazadores de tiburones antiecológicos (Megalodón 2) y explotación de problemas sociales reales para defender la xenofobia (Sonido de libertad), necesitamos con urgencia cien años más de un cine, que aunque sea falible, mantenga unos discursos bien intencionados.

 

Sobre André Didyme-Dôme 1649 artículos
André Didyme-Dome es psicoterapeuta y periodista. Se desempeña como editor de cine y TV para la revista Rolling Stone en español y es docente universitario; además, es director del cineclub de la librería Casa Tomada y conferencista en Ilustre. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.

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