La cuarta parte de la saga del panda experto en artes marciales, tenía todo para convertirse en ganadora, pero termina convirtiéndose en una secuela innecesaria.
Dirección: Mike Mitchell, Stephanie Stine
Con las voces de Jack Black, Awkwafina, Viola Davis, Dustin Hoffman, Bryan Cranston, Ian McShane, James Hong
Para salvar los índices de audiencia en descenso de la serie animada Los Picapiedra, sus realizadores decidieron crear a un nuevo personaje, un extraterrestre irreverente llamado Gazoo y el resultado fue su inminente cancelación. Lo mismo sucedió con la serie Los padrinos mágicos, que decidieron incorporar a Poof, un bebé irreverente en la ecuación, sepultando así el longevo programa. Los Simpson se burlan de ello cuando en el Show de Tom y Daly (la sátira a Tom y Jerry incluida dentro del programa), decidieron incorporar a Poochie, un perro irreverente que, según los ejecutivos, haría las delicias del público” pero que, por el contrario, desploma el rating de la serie animada dentro de la serie animada. Y no me hagan hablar de Scrappy-Doo.
La fallida estrategia de incorporar a un nuevo “personaje irreverente” (Jar Jar Binks de La guerra de las galaxias es el ejemplo supremo de ello), es el eje central de la cuarta entrega de Kung Fu Panda, la franquicia de DreamWorks que anteriormente satirizaba con mucha gracia a las películas clásicas del cine de artes marciales. Al parecer, los estudios se están quedando sin nuevas ideas (o más bien, las nuevas ideas como Los tipos malos y Krakens y Sirenas no estaban teniendo los índices de taquilla deseados) y, por tal motivo, se está recurriendo a resucitar sagas exitosas que supuestamente ya habían concluido (Spirit, El gato con botas, Megamente) para volver a gozar de las mieles del éxito (ya vienen nuevas entregas de Shrek, Madagascar, Jefe en pañales y Cómo entrenar a tu dragón en acción real).
La trilogía de Kung Fu Panda había llegado a una satisfactoria conclusión, pero la idea de exprimir un concepto exitoso hasta la saciedad lleva a que ocho años más tarde llegue esta cuarta parte, tan innecesaria como lo fue Superman 4: La búsqueda de la paz o Mi pobre angelito 3. Recordemos: Po (con la voz de Jack Black) se convirtió en el Guerrero Dragón, haciendo sentir orgulloso al maestro Shifu (Dustin Hoffman), a sus amigos, los Cinco Furiosos (Angelina Jolie, Jackie Chan, Seth Rogen, David Cross, Lucy Liu) y a sus padres el Sr. Ping (James Hong) y Li (Bryan Cranston). Esto debió haber sido un fin definitivo.
Pero no. Esta cinta dirigida por Mike Mitchell (la persona detrás de la divertida Trolls y la no tan divertida La película de Lego 2) y Stephanie Stine (directora de algunos episodios de la resurrección de She-Ra la princesa del poder), está mucho más cerca de las series animadas de bajo presupuesto, voces cambiadas y animación paupérrima de DreamWorks y Netflix (Spirit, Turbo, El gato con botas, Jefe en pañales y ¡glup! Kung Fu Panda) que de sus predecesoras para cine. Y lo que la segunda parte de El gato con botas demostró (se puede resucitar una franquicia con éxito y majestuosidad), aquí se va al traste como sucedió con esas horripilantes secuelas de Spirit y Megamente.
Son tres las principales razones para el descalabro de Kung Fu Panda. La primera tiene que ver con la ausencia de Los cinco furiosos (la falta de presupuesto o el pésimo guion asustaron a los actores que prestaban sus voces a la Tigresa, la Mantis, el Mono, la Gaviota y la Serpiente), y estos personajes, tan vitales para la saga como los amigos de Álex el león en Madagascar, al desaparecer (bueno, aparecen en los créditos finales sin voz), lastiman irremediablemente la película. Pero lo que más hiere a la nueva aventura de Po, es la presencia de un nuevo “personaje irreverente”, una zorrita antipática y mal dibujada llamada Zhen, que se convierte en la discípula del panda. Es todo un misterio que Awkwafina, una comediante de indudable talento (Los tipos malos y Raya y el último dragón son prueba de ello) haya encarnado con su voz a un personaje tan odioso como Poochie, Gazoo, Scrappy-Doo, Poof y Jar Jar Binks, todos en uno. Y es que a veces los personajes cobran vida propia, para bien o, como en este caso, para mal. La tercera razón, menos lesiva que las anteriores, está en La camaleón, una villana sin nada de fuerza, inexplicablemente dotada con la voz de Viola Davis, uno de los pocos valores redimibles de esa cinta de antihéroes de pacotilla conocida como El escuadrón suicida. Y no me hagan hablar de cómo parece que Hoffman, Cranston y McShane cobraron por minuto, porque sus diálogos son extremadamente limitados.
Durante toda la cinta se lanzan premisas fascinantes que pudieron haber resultado en una cinta grandiosa: Po se convierte en maestro, los padres de Po se convierten en héroes, la discípula de Po es en realidad una villana, un submundo de maleantes similares a los de John Wick y con un pangolín como líder (con la voz de Ke Huy Quan de Todo en todas partes al mismo tiempo), Kai, el villano de la parte 3 (J.K. Simmons) se convierte en aliado. Pero no. Ninguna de estas premisas se desarrolla, quedando todo en esbozos y acción frenética. Existen malas películas y existen cintas como Kung Fu Panda 4, que tenía todas las probabilidades para convertirse en ganadora, pese a la ausencia de cinco personajes clave. Nada da más rabia que eso. Bueno, ver a Jack Black esforzarse en esta cinta mediocre con todo y cover de Baby One More Time de Britney Spears, también nos llena de coraje.
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