Un remake efectivo para quienes no han visto la cinta danesa original, pero suavizado para un público que siempre quiere más de lo mismo.
Director: James Watkins
James McAvoy, Mackenzie Davis, Scoot McNairy, Aisling Franciosi, Alex West Lefler, Dan Hough
Primero que todo, hay que advertir que Speak No Evil la cinta de terror y suspenso dirigida por James Watkins, el autor de esa estupenda cinta perteneciente a los mismos géneros y conocida como Eden Lake (2008) es un remake de la película original danesa de 2022, dirigida por Christian Tafdrup. Aunque mantiene gran parte de la estructura y el tono de la película original, Watkins introduce cambios que, si bien buscan suavizar algunos aspectos del material original, pueden dejar a los fanáticos del horror más radical con una sensación de inmensa insatisfacción.
La producción de la película tuvo algunos contratiempos importantes. El rodaje se interrumpió en julio de 2023 debido a las huelgas de actores y guionistas, y se reanudó en noviembre de ese mismo año, con solo cinco días de filmación restantes. El grueso de la filmación tuvo lugar en Gloucester, Reino Unido, aunque también hubo una semana de rodaje en Croacia.
Es interesante destacar cómo el guion se basa en una experiencia personal del director de la versión original, ya que Christian Tafdrup se inspiró en un encuentro aparentemente inocente con una pareja holandesa mientras estaba de vacaciones en Italia. Sin embargo, en este remake, los personajes principales cambian de nacionalidades: los invitados son estadounidenses (Louise y Ben) y los anfitriones son británicos (Paddy y Ciara). Esto añade una dinámica cultural diferente, pero la esencia de la trama permanece casi intacta, lo cual puede que no sea algo bueno.
Uno de los aspectos más destacados de este remake es la actuación de James McAvoy, quien interpreta a Paddy, un personaje que logra ser inicialmente encantador y, poco a poco, aterrador. McAvoy decidió no ver la película original antes de rodar la nueva versión, lo que le permitió desarrollar una interpretación fresca y sin influencias. Después de terminar la filmación, confesó haber visto el filme danés y quedó impresionado por él, lo que demuestra su respeto por la obra original, que la verdad sea dicha, se lo merece.
McAvoy sobresale al transmitir una bonhomía superficial que oculta aspectos más oscuros de su personalidad, similar a la forma en que se habla de asesinos en serie reales como Ted Bundy, conocidos por su atractivo engañoso. Su interpretación es tan convincente que, a pesar de que se matiza con el tono general de la película, mantiene al público en tensión y logra ser el principal atractivo de la cinta. Y aunque es cierto que McAvoy brilla con este retrato de la maldad, lo cierto es que se lució mucho más encarnando al policía corrupto de Filth (2013) y al memorable asesino en serie con trastorno de personalidad múltiple en Split (2015)
Mackenzie Davis y Scoot McNairy, quienes interpretan al matrimonio estadounidense Louise y Ben, también entregan actuaciones sólidas. Ambos tienen una química convincente, probablemente influenciada por haber trabajado juntos previamente en la serie Halt and Catch Fire. Su relación en pantalla está llena de matices, con Davis interpretando a una esposa más estable frente a McNairy, cuyo personaje, Ben, está atravesando una crisis personal debido a su desempleo.
Es inevitable no sentir que esta relación en la que el hombre es pacífico, moroso y pusilánime y la mujer es la osada, arriesgada y valiente, guarda mucha relación con el clásico de Sam Peckinpah Straw Dogs (1971), esa incómoda disección de la masculinidad vulnerada, que en su época fue confundida como una defensa del machismo (curiosamente, esa cinta también tuvo un remake suavizado). Asimismo, la seducción a una pareja envuelta en la rutina y la falta de pasión y deseo, también evoca a The Comfort Of Strangers (1990) esa olvidada cinta de Paul Schrader y con guion del gran Harold Pinter, en la que una pareja británica es seducida en Venecia por otra pareja que los aborda.
Agnes (Alix West Lefler de la serie Fire Country), la hija de Louise y Ben, también tiene una actuación destacada, presentando a una niña ansiosa que proporciona una dosis adicional de vulnerabilidad, tensión emocional, pero también algo de inverosimilitud a la historia (ese conejo). Dan Hough como Ant, el pequeño niño que no habla, también se luce en la cinta, tratando de que los invitados conozcan los secretos ocultos de sus supuestos padres, mientras se adentran en la trampa que representa la casa de Paddy y Ciara.
El cine de terror ha usado a menudo la figura de los niños como una representación de la inocencia en peligro o incluso como catalizadores del terror. Hacer que Agnes y Ant fueran los únicos sobrevivientes, habría explotado magníficamente esa dualidad. Como espectadores, nos hubiera dejado lidiar con la inquietante pregunta de qué tipo de vida les esperaría a estos niños después de haber pasado por una experiencia tan traumática. Este enfoque podría haber subrayado cómo el horror afecta a los más vulnerables y dejado una marca indeleble en la mente del público.
Esta alternativa también habría podido generar un comentario social más fuerte sobre la incapacidad de los adultos para proteger a sus hijos en un mundo peligroso. Habría enfatizado el fracaso de los padres (especialmente en su arrogancia o complacencia, las cuales se tocan en esta cinta) para evitar que sus propios hijos se vean atrapados en situaciones terribles. Los niños habrían quedado como los únicos “supervivientes” de la irresponsabilidad de los adultos, lo que habría dado un giro sombrío a la crítica sobre las normas de la clase media que la película trató infructuosamente de abordar para en su lugar sucumbir a los lugares comunes del género.
El principal cambio en el guion respecto a la versión danesa radica en el desenlace. Mientras que en la versión original, el final es sombrío y pesimista, en esta versión se opta por disminuir el impacto emocional. Aunque esto puede hacer que el remake sea más accesible para una audiencia estadounidense (esos daneses), también diluye parte de la brutalidad y nihilismo que hacían tan inquietante a la versión original.
En términos de atmósfera, Watkins demuestra su habilidad para generar tensión a través del entorno, especialmente con la casa laberíntica y claustrofóbica de Paddy y Ciara, colmada de sombras y sonidos desconcertantes, un rasgo ya presente en su anterior trabajo, The Woman in Black (2012). Sin embargo, el largometraje padece de un problema de duración. Watkins extiende la película en unos 15 minutos innecesarios, lo que afecta su ritmo, especialmente hacia el final, donde el suspenso debería estar en su punto máximo.
En su defensa, hay que decir que el remake conserva los temas subyacentes del original, pero es una lástima que su enfoque sea menos mordaz. Mientras que la versión danesa parecía inspirada en el cine de Michael Haneke, que critica la complacencia burguesa (como en las crueles versiones de Funny Games), Watkins se centra más en la diferencia de estilos de vida entre los personajes (al estilo de la serie The White Lotus) y su incapacidad para reconocer los peligros inherentes a su entorno (estamos ante otra molesta cinta de terror donde las víctimas hacen todo lo que no se debe hacer).
En este sentido, el remake se siente más como una reflexión sobre la tentación y el precio a pagar de las personas “normales” ante la tentación de lo inesperado y peligroso que ofrecen las personas “atípicas” (“es mejor la seguridad que el riesgo”), con menos énfasis en la amarga crítica social ofrecida por Tafdrup. Esto lleva a pensar que si las parejas fueran swingers, la cosa hubiera sido más provocadora, erótica e interesante.
La película también juega con la idea de cómo los viajeros se exponen a peligros, lo que la conecta con una tendencia de películas recientes que exploran los terrores que acechan en los viajes y las vacaciones (“no hay nada como el hogar”). Desde historias de contagios en cruceros hasta pasajeros peligrosos en aviones, el filme se suma a un género de “horror de viajes” que refleja la paranoia moderna producto de la pospandemia sobre lo que implica salir de las cuatro paredes (“quédate mejor en casa viendo una película”).
Las actuaciones incómodas y con fuerza del elenco, salvan a este remake, que pierde una oportunidad de ser aún más sombrío y memorable, optando por un final más convencional que, aunque efectivo para un público que no quiere riesgos sino más de los mismo, no logra alcanzar las alturas emocionales que podría haber tocado con un enfoque más audaz y devastador. Cambiar las premisas hubiera sido maravilloso (intercambio de parejas, niños sobrevivientes), pero suavizar la versión original no lo es para nada.
Dejar una contestacion