Gladiador II sigue el camino de Demetrio y los gladiadores: protagonistas diferentes, pero una historia repetitiva.
Director: Ridley Scott
Paul Mescal, Connie Nielsen, Pedro Pascal, Denzel Washington
Al igual que los primeros experimentos de Hollywood con secuelas en los años dorados, como El manto sagrado (1953) y su continuación Demetrio y los gladiadores (1954), Gladiador II lucha por justificar su existencia mientras se mantiene bajo la imponente sombra de su predecesora. Si bien El manto sagrado inauguró la era del Cinemascope y el resurgimiento del péplum con su narrativa religiosa, heroica y emocionalmente resonante, su secuela optó por un enfoque más espectacular, aunque menos innovador, centrado en un personaje nuevo (Victor Mature) en lugar del protagonista original (Richard Burton). Del mismo modo, Paul Mescal se siente atrapado entre honrar la grandeza obtenida por Russell Crowe y construir algo genuinamente propio.
La primera película de Ridley Scott capturó un momento inmortal en la historia del cine al presentar a Maximus (Crowe) como un hombre íntegro enfrentándose a un sistema corrupto, mientras que su inolvidable grito «¿No estáis entretenidos?» trascendió la pantalla como un agudo comentario social. Ahora, dos décadas después, Gladiador II nos ofrece un espectáculo visual impresionante, con una reconstrucción física a escala del Coliseo y escenas de combate deslumbrantes, pero su narrativa a menudo cae en el terreno de la imitación más que de la reinvención.
La nueva historia sigue a Lucius (Mescal), hijo secreto de Maximus y Lucilla (Connie Nielsen, también conocida como Hipólita, la madre de La Mujer Maravilla), quien, al igual que su padre, termina esclavizado y obligado a luchar como gladiador. El paralelismo con la primera entrega es evidente en casi todos los aspectos: desde los emperadores corruptos (esta vez interpretados de forma caricaturesca por Joseph Quinn y Fred Hechinger como Geta y Caracalla), hasta las traiciones políticas y las alianzas en las sombras. Incluso hay momentos que literalmente reciclan metraje de la película original, lo que refuerza la sensación de una recuela (remake disfrazado de secuela).
Entre el elenco, Denzel Washington se destaca como Macrinus, un esclavista astuto que recuerda al Próximo del fallecido Oliver Reed, pero en modo de Día de entrenamiento y con una ambición política mucho más marcada. El carisma de su interpretación casi eclipsa al resto, dejando a Paul Mescal en una posición difícil. Aunque Mescal es un buen actor (véanlo en la hermosa Todos somos extraños) y logra aportar una intensidad silenciosa a Lucius, la verdad es que su personaje carece del peso emocional y la originalidad que Russell Crowe aportó a Maximus. Pedro Pascal, como el general Marcus Acacius, ofrece una actuación sólida pero limitada, mientras que el extravagante dúo de emperadores roza el terreno de una parodia al personaje de Joffrey Baratheon de Juego de tronos por partida doble (¿Qué mejor que dos Joaquin Phoenix por el precio de uno?).
Ridley Scott, aunque decadente desde El último duelo (su última gran película), demuestra que sigue siendo un experto del espectáculo, con secuencias de acción que exploran límites extremos, como gladiadores enfrentándose a rinocerontes y tiburones en el Coliseo (con un pésimo CGI, por cierto). Sin embargo, este enfoque en la espectacularidad a veces distrae de temas potencialmente ricos, como el poder, la rebelión y la moralidad. Gladiador II parece tener miedo de hacerse preguntas difíciles, optando por ofrecer entretenimiento superficial en lugar de la carga emocional y filosófica que hizo de la original un clásico. En vez de inclinarse hacia GOT, esta película bien pudo haberse inspirado más en la serie Roma.
En última instancia, Gladiador II se siente como un testimonio del eterno dilema de las secuelas que se realizan para obtener dinero fácil con productos exitosos: ¿cómo expandir una historia que ya había finalizado? Aunque hay destellos de lo que podría haber sido una película más audaz (como un enfoque en Macrinus o una exploración más profunda de las tensiones culturales entre el imperio Romano y sus súbditos), la película prefiere jugar sobre seguro, repitiendo fórmulas probadas. Piense en Gladiador II como Alien Covenant, pero un poquito mejor. ¿Qué sigue Ridley? ¿Thelma & Louise 2? ¡Esperemos que no!
Dejar una contestacion