Un hombre diferente explora con audacia y humor negro sobre la identidad y la obsesión por la perfección física a través de una historia incómoda y emotiva.
Director: Aaron Schimberg
Sebastian Stan, Adam Pearson, Renate Reinsve, Miles G. Jackson
La neurofibromatosis es una condición genética poco común que provoca el desarrollo de tumores benignos en los nervios, piel y tejidos blandos. Estos tumores, aunque no siempre malignos, pueden causar deformidades físicas y un impacto psicológico significativo debido al estigma social asociado. En el cine, pocas obras han abordado directamente las experiencias de las personas que viven con condiciones como esta, y cuando lo hacen, suelen caer en clichés de superación o victimización. A Different Man, escrita y dirigida por Aaron Schimberg (Go Down Death, Chained For Life), desafía esos enfoques simplistas al ofrecer un relato profundamente incómodo, introspectivo, surrealista y, a menudo, gracioso sobre lo que significa habitar un cuerpo marcado por la diferencia.
Sebastian Stan, conocido por su capacidad camaleónica para transformarse en papeles completamente distintos, lleva esta película a flote con una actuación fascinante. Desde ser El Soldado del Invierno en el universo Marvel, Tommy Lee, el baterista de Mötley Crüe en Pam & Tommy o un futuro Donald Trump en The Apprentice, Stan ha demostrado una versatilidad que lo convierte en uno de los actores más convincentes de su generación. En A Different Man, interpreta a Edward, un aspirante a actor con neurofibromatosis que, tras someterse a un tratamiento experimental, adopta una nueva identidad como Guy, un apuesto agente inmobiliario. Con o sin prótesis, Stan encarna a un hombre que lucha por sentirse cómodo en su propia piel, proyectando una complejidad emocional que ancla la propuesta de la película.
Adam Pearson, quien vive con neurofibromatosis, también brilla en su papel como Oswald, el actor que le roba diplomáticamente a Guy el papel de Edward en una obra de teatro escrita por Ingrid (Renate Reinsve) la ex vecina de Guy de la que este se enamora. Pearson, que ya había trabajado con Schimberg en Chained for Life (esta es su tercera aparición en un largometraje, siendo la primera en el clásico de ciencia ficción Under The Skin de Jonathan Glazer), aporta una autenticidad conmovedora a su personaje, ofreciendo una representación compleja y matizada de alguien que ha aprendido a aceptar su apariencia en un mundo que a menudo lo reduce a su diferencia física. Su actuación sirve como un espejo para Guy/Edward, quien, a pesar de haber obtenido una apariencia «normal», sigue atrapado en una lucha interna con su identidad.
El enfoque de Schimberg mezcla humor negro y reflexiones existenciales, evocando las comedias neuróticas de Woody Allen en su forma de abordar las inseguridades humanas y los amores no correspondidos. Sin embargo, el tono también evoca a películas como The Elephant Man, la obra maestra de David Lynch y Mask, la entrañable cinta de Peter Bogdanovich, que exploran las luchas de individuos con diferencias físicas en una sociedad que los margina. Al mismo tiempo, la cinta se alinea con propuestas más recientes como The Substance, en su capacidad de combinar lo grotesco, lo fantástico y lo emocional para cuestionar los ideales superficiales de la belleza.
Pero mientras que The Elephant Man y Mask abordan sus temas desde un humanismo conmovedor, A Different Man opta por una mirada más incómoda, satírica y psicoanalítica, indagando no solo en el rechazo externo, sino también en la alienación autoimpuesta. Como en The Substance, la película invita al espectador a reflexionar sobre la obsesión contemporánea por la perfección física y las trampas del discurso inclusivo, subrayando las consecuencias psicológicas que esto conlleva.
A Different Man desafía la idea de que la belleza externa es un pasaporte hacia la felicidad. A través de Guy, Schimberg examina cómo los ideales de perfección pueden convertirse en una carga, y cómo las inseguridades pueden persistir, incluso después de obtener una apariencia «deseable». La narrativa, que se mueve entre lo surreal y lo macabro, presenta un juego constante entre lo real y lo artificial, no solo en la transformación física de Edward, sino también en su relación con Oswald y el teatro dentro del teatro que plantea la película.
Filmada en 22 días durante la época de encierro causados por la pandemia del COVID-19, este es un trabajo audaz que combina actuaciones sobresalientes, un guion cargado de ironía y un enfoque visual inquietante (cortesía de Wyatt Garfield, el fotógrafo de Beatriz At Dinner) que humaniza las diferencias físicas y que también desentierra las complejidades psicológicas de quienes buscan aceptación en un mundo de apariencias. Aaron Schimberg entrega una obra provocadora y profunda que, aunque puede sentirse dispersa en su segunda mitad, dejará una marca indeleble en el espectador, tanto en sus percepciones como en sus juicios.
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