El mito de El hombre lobo vuelve con un enfoque moderno y algo de subtexto en manos del director de El hombre invisible.
Director: Leigh Whannell
Christopher Abbott, Julia Garner, Matilda Firth, Sam Jaeger
La fascinación por los hombres lobo ha sido constante en la cultura popular, naciendo de antiguas leyendas europeas sobre licantropía y maldiciones gitanas, indias norteamericanas y suramericanas que transforman a hombres en bestias bajo la luz de la luna llena. En el cine, este mito tomó forma por primera vez con Werewolf of London (1935), una producción que sentó las bases para lo que sería el clásico indiscutible: The Wolf Man (1941), con Lon Chaney Jr. Esta obra maestra de los estudios Universal definió el arquetipo del hombre lobo como una criatura trágica, atrapada entre su humanidad y su naturaleza salvaje.
El hombre lobo ha mutado en diversos estilos y contextos a lo largo de las décadas. Desde la saga de Valdemar Daninsky, protagonizada por Paul Naschy, hasta el tono genuinamente aterrador de The Howling (1981) de Joe Dante y la innovadora y brutal An American Werewolf in London (1981), de John Landis que combinó terror y humor con efectos revolucionarios de Rick Baker. Incluso el icónico video musical Thriller de Michael Jackson (dirigido por Landis) hizo de la transformación una experiencia visual inolvidable.
Los años 80 también dieron lugar a películas como Wolfen (1981), que abordó la licantropía desde un ángulo social, y Teen Wolf (1985), que llevó al mito al terreno de la comedia juvenil con Michael J. Fox. En los 90, Jack Nicholson y Michelle Pfeiffer protagonizaron Wolf (1994), un thriller de Mike Nichols mucho más sensual y psicológico. Sin embargo, no todas las producciones han sido afortunadas: la adaptación con Benicio del Toro en 2010 y la versión juvenil de la saga de Twilight ofrecieron interpretaciones mediocres que diluyeron el mito en lugar de enriquecerlo.
Universal intentó revivir sus monstruos clásicos con un universo cinematográfico compartido anunciado como el Dark Universe. Sin embargo, este proyecto colapsó tras el fracaso de The Mummy (2017), protagonizada por Tom Cruise. Con su estrategia en ruinas, el estudio tomó un rumbo más contenido, permitiendo a Leigh Whannell reinventar The Invisible Man (2020) como un thriller psicológico moderno y efectivo. Ahora, Whannell busca repetir ese éxito con Wolf Man, otorgando una capa de profundidad y relevancia a la resurrección de los monstruos clásicos del estudio.
En Wolf Man, la historia sigue a Blake (Christopher Abbott), un hombre marcado por la crianza opresiva de su padre (Sam Jaeger), un supervivencialista en los bosques de Oregón. Décadas después, Blake lucha por no replicar los patrones abusivos mientras cría a su hija Ginger (Matilda Firth) junto a su esposa Charlotte (Julia Garner). Una visita al hogar familiar desencadena eventos perturbadores cuando Blake es atacado por una criatura, iniciando una transformación física y emocional que amenaza con destruir todo lo que ama.
Whannell introduce subtextos relevantes sobre el abuso intrafamiliar, los efectos de las enfermedades terminales y los límites del amor. La película evoca no solo a los Monstruos de la Universal y las adaptaciones ochenteras del mito, sino también a The Fly (1986) de David Cronenberg, explorando la progresiva degradación de la humanidad en Blake mientras su familia lidia con la impotencia y el dolor de verlo desmoronarse.
Christopher Abbott, quien recientemente encarnó al villano The Foreigner en Kraven The Hunter, nos ofrece una interpretación matizada, capturando la lucha interna de un hombre dividido entre su naturaleza animal y su deseo de proteger a su familia. Julia Garner, la actriz que compartió con Abbott previamente en la estupenda Martha Marcy May Marlene y que próximamente interpretará a Silver Surfer en el Universo Marvel, brilla como Charlotte, equilibrando vulnerabilidad y fuerza, mientras enfrenta el monstruo literal y figurado que su esposo se ha convertido.
Whannell logra momentos de brillantez, especialmente en el ritmo que no decae, en las escenas de transformación, combinando efectos prácticos y digitales para enfatizar el horror corporal y en el énfasis de los comportamientos caninos de Abbott (orinarse en el suelo, morderse los brazos, escuchar cómo una araña camina sobre la pared). Sin embargo, el guion a veces se tambalea, con sustos predecibles y reflexiones que no alcanzan el desarrollo y el impacto emocional de The Invisible Man. Sin embargo, este director demuestra una vez más su habilidad para entrelazar el horror con temas universales. Un paso imperfecto, pero valiente, hacia la revitalización del cine de monstruos.
Dejar una contestacion