
La nueva versión en acción real de Lilo & Stitch llega con corazón, pero sin el filo necesario para dejar huella.
Director: Dean Fleischer Camp
Maia Kealoha, Sydney Agudong, Billy Magnussen, Courtney B. Vance, Zach Galifianakis

Cuando Disney comenzó a adaptar sus clásicos animados en acción real, muchos pensaron que se trataba de simples ejercicios de nostalgia con fines monetarios (y de hecho lo son). Sin embargo, películas como Pete’s Dragon de David Lowery, The Jungle Book de Jon Favreau, Christopher Robin de Marc Forster y Cruella de Craig Gillespie, demostraron que el estudio podía reimaginar sus obras con personalidad y riesgo.
Maleficent, Alice In Wonderland, Cinderella y Beauty and the Beast, con sus imperfecciones, ofrecieron nuevas lecturas de viejas historias, mientras que The Little Mermaid y la reciente Snow White fueron injustamente atacadas y despreciadas por el público pese a sus valores de producción y actuación (así se diga lo contrario). El caso opuesto está representado por Dumbo de Tim Burton, Pinocchio de Robert Zemeckis y The Lady and the Tramp de Charlie Bean, 2019, ambas vacías, torpes y sin alma.

Lilo & Stitch (2025), dirigida por Dean Fleischer Camp (quien alcanzó notoriedad con la encantadora Marcel the Shell with Shoes On) se ubica en un territorio intermedio: Ni un acierto rotundo ni una catástrofe creativa. Como con las tibias Mulan, Aladdin o el The Lion King hiperrealista (eso incluye a Mufasa), la cinta sufre de una cierta falta de visión autoral. Pero hay algo que la sitúa por encima de esas adaptaciones y es su entrañable candor.
Pensada originalmente para Disney+, esta nueva versión carece de una dimensión épica o visual deslumbrante. A diferencia de las adaptaciones que llegan a salas con ambiciones de taquilla global, Lilo & Stitch luce pequeña, doméstica, incluso modesta. Y sin embargo, en esa contención emerge parte de su encanto. El corazón emocional de la historia sigue latiendo con fuerza, en gran medida gracias al trabajo vocal de Chris Sanders (co creador del personaje y voz original de Stitch), quien regresa para dotar de vida a esta criatura alienígena con problemas de conducta y un corazón dispuesto a cambiar.
El mayor hallazgo, sin embargo, es la pequeña Maia Kealoha como Lilo. Su interpretación tiene una autenticidad difícil de encontrar en el cine infantil. Es una niña excéntrica, adorable, obstinada y profundamente humana. Su dinámica con Stitch reproduce la magia original, y hay momentos en los que la película se siente verdaderamente viva gracias a ella. Kealoha no interpreta un arquetipo sino a una niña con duelo, rabia, ternura y carisma desbordante.
Menos afortunado es el reparto adulto. Zach Galifianakis como el científico alienígena Jumba se entrega al slapstick más básico y desentonado, como si no supiera muy bien qué tono seguir (él, como Jack Black, puede dar muchísimo más). Billy Magnussen hace de Pleakley una caricatura sin gracia y Courtney B. Vance entrega un Cobra Bubbles inexplicablemente plano, sin el misterio ni la fuerza que tenía en la versión animada. En contraste, las breves apariciones de Tia Carrere y Jason Scott Lee (las voces de Nani y David en la original de 2002) son un guiño simpático para los seguidores veteranos.
Narrativamente, la película sufre al intentar suavizar una historia que en su versión animada tenía un filo sorprendente. El original era una rareza dentro del canon Disney, ya que era una historia sobre el duelo, la familia disfuncional, la diferencia y la aceptación, todo ello con un espíritu punk y una banda sonora saturada de Elvis Presley. En esta versión, gran parte de esa irreverencia se diluye. Hay menos canciones de Elvis, menos Hawaii y más convencionalismo. El guion apuesta por una estructura lineal y segura que evita ahondar en el dolor de la pérdida, uno de los temas centrales de la obra original.
También llama la atención cómo se ha domesticado la premisa de un “E.T.” antisocial que aprende a amar gracias a la amistad con una niña solitaria. Aquí es tratado con más dulzura que contundencia y se pierde, así, el tono agridulce y picante que hizo de Lilo & Stitch una de las propuestas más originales, arriesgadas y memorables de Disney en los 2000 junto con The Emperor’s New Groove. El nuevo filme es funcional, sí, y por momentos entrañable, pero evita toda forma de riesgo emocional o formal.
Técnicamente, el Stitch generado por computadora está bien resuelto y se siente integrado al entorno, lo cual es un mérito considerando el presupuesto acotado. Las escenas de acción, aunque modestas, funcionan. La dirección de arte recrea con cariño algunos elementos icónicos de la versión animada, aunque sin demasiado desparpajo visual. Esto lleva a que esta versión en acción real de Lilo & Stitch (2025) no sea la reimaginación audaz que pudo haber sido, pero tampoco es el descalabro que temían algunos. Es una película que, como su protagonista azul, sobrevive a base de ternura, fidelidad emocional y carisma. No alcanza a trascender ni a convertirse en un nuevo clásico, pero entrega lo suficiente como para que tanto niños como adultos puedan surfear sobre su narrativa sin naufragar en la nostalgia sin alma.
Nota a Disney: ¿No sería más interesante adaptar en acción real a The Black Cauldron, Atlantis: The Lost Empire, Meet The Robinsons o Treasure Planet? Esas cuatro cintas animadas claman por una reimaginación.
Dejar una contestacion