La última entrega de las aventuras de Indiana Jones nos hace olvidar a su predecesora y recupera la esencia y el encanto de la trilogía original.
Director: James Mangold
Harrison Ford, Phoebe Waller-Bridge, Ethann Isidore, Mads Mikkelsen, Toby Johns, John Rhys-Davies, Antonio Banderas
El personaje de Indiana Jones fue creado por George Lucas a finales de los años setenta como un homenaje a los seriales de aventuras y los protagonistas de las películas de aventuras exóticas de los años treinta y cuarenta. La idea de un arqueólogo aventurero (cuyo nombre “Indiana” viene del perro mascota de Lucas) fue trabajada en conjunto con Steven Spielberg, quien compartía con su amigo la pasión por los seriales y películas de este género. De ahí surgió la exitosa cinta Cazadores del arca perdida de 1981, dirigida por Spielberg y producida por Lucas, con un Harrison Ford que reemplazaría a última hora al actor Tom Selleck y que le daría al personaje el carisma, el sentido de heroísmo y la picardía necesarias para el personaje (cualidades que también lograría imprimir en su Han-Solo para La guerra de las galaxias).
El enorme éxito de la primera cinta llevó a la realización de su delirante secuela Indiana Jones y el templo de la perdición de 1984,en donde el arqueólogo se encentra acompañado de nuevos amigos, interpretados por Cate Capshaw (la esposa de Spielberg) y el ganador del óscar este año Ke Huy Quan. Y cinco años más tarde, Spielberg vuelve a dirigir a Ford en Indiana Jones y la última cruzada, en donde Sean Connery interpreta al padre del héroe y el fallecido River Phoenix al joven Indiana Jones en un magnífico prólogo (De hecho, existió una olvidada serie conocida como Las aventuras del joven Indiana Jones, de tres temporadas y cuarenta y cuatro episodios, con Sean Patrick Flannery como protagonista.
Pero esa no sería la última cruzada para Indiana. Diecinueve años más tarde, Spielberg, Lucas y Ford deciden revivir al personaje y el resultado fue Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, ambientada en la década de los cincuenta y donde nuestro protagonista descubre que tuvo un hijo (Shia LaBeouf) con Marion Ravenwood (Karen Allen), su interés amoroso y compañera de aventuras de la primera parte. Sin embargo, la cinta es una decepción tan colosal como lo fueron los terribles episodios 1, 2 y 3 de La guerra de las galaxias de Lucas (hay un divertido y mal intencionado capítulo de South Park sobre ello).
Todo parecía ser el final para nuestro héroe. Pero, así como Disney resucitó de una bella manera a La guerra de las galaxias con una nueva y digna trilogía (así los incrédulos y los falsos seguidores de la saga digan lo contrario), los estudios decidieron llevar a Indiana Jones a una última gran aventura.
Para ello, Spielberg le cedió las riendas a James Mangold, el director de Heavy, la inolvidable película indie (por “independiente”) protagonizada por Liv Tyler; de Cop Land, el policíaco que incluye la mejor actuación de Sylvester Stallone hasta la fecha; del estupendo remake del western El tren de las 3:10 a Yuma; de la emocionante Ford contra Ferrari; y, por supuesto, de Logan, la aventura final de Wolverine, el reconocido antihéroe de Marvel, y considerada como una de las mejores películas de superhéroes de todos los tiempos. ¿Quién mejor que el director de Logan para asumir la aventura final de Indiana?
Harrison Ford tiene 80 años, pero todavía mantiene intactas las cualidades que hicieron de Indiana Jones un personaje inmortal. En esta quinta película, iniciamos con un prólogo desarrollado en 1944, en el que vemos al personaje rejuvenecido (gracias a la magia de los efectos especiales), luchando contra los Nazis, como es costumbre, y tratando de recuperar junto con su amigo, el también arqueólogo Basil Shaw (interpretado por el siempre confiable Toby Jones), la lanza de Longino, con la que un soldado romano atravesó el cuerpo de Jesús cuando estaba en la cruz (recuerden que en La última cruzada los Jones se toparon con el Santo Grial).
Sin embargo, los dos arqueólogos terminan topándose con otro preciado objeto: La Anticitera de Arquímedes, un artefacto supuestamente diseñado para predecir posiciones astronómicas y eclipses, pero que aquí es un poderoso mecanismo que permite encontrar fisuras temporales, lo que permitiría viajar en el tiempo a quien lo posea.
Pasamos a la década de los sesenta con todo y música de los Beatles. Encontramos a un Indiana más cascarrabias y amargado que de costumbre, en camino a retirarse por fin de su profesión docente. Entra en escena Helena Shaw (Phoebe Waller-Bridge, la actriz de la estupenda serie Fleabag), la hija del fallecido Basil y ahijada de nuestro héroe (este la llama “wombat”), quien busca a Indy para preguntarle por la Anticitera. Todo resulta en una serie de enredos que conllevan a persecuciones inverosímiles, algunas muertes inesperadas, varias traiciones y muchos viajes, cumpliendo con las expectativas de los seguidores de la saga (Mangold nos hace ver aquí las muchas similitudes que tiene Indiana Jones con James Bond).
Los compañeros de aventura del veterano Indiana Jones son, por supuesto, Helena y un muchacho llamado Teddy (un maravilloso Ethann Isidore que nos recuerda a Sabu, el protagonista de El ladrón de Bagdad y El libro de la selva), en un trío que guarda muchas reminiscencias con el conformado en El templo de la perdición. Los aliados incluyen al fiel y recurrente Sallah (John Rhys-Davis), que ahora vive en Estados Unidos con su familia; y a Renaldo (Antonio Banderas), el dueño de un bote y parte de un equipo de buceo. El principal enemigo de Indiana es Jürgen Voller (un siniestro Mads Mikkelsen), un Nazi que ahora trabaja para la NASA y que busca desesperadamente la Anticitera, junto con sus crueles secuaces Klaber (Boyd Hollbrook) y Pontimus (Mark Kileen). En el camino se cruzará la Agente Mason (Shaunette Renée Wilson), parte de la CIA, quien intentará resolver el misterio alrededor de la Anticitera.
La música de John Williams está omnipresente en El dial del destino y la hermosa fotografía de Phedon Papamichael nos recuerda al cine del gran David Lean, dándole el tono épico que le corresponde a esta cinta (la cual debe verse en la pantalla más grande posible). El resultado es una bella cinta de aventuras hecha al estilo de la vieja guardia, con un tono melancólico, pero colmada de buen humor y que incluye un final tan divertido como digno, que permite cerrar el libro de una manera más que satisfactoria.
P.D. Los que quieran algo más, pues ahí tienen la trilogía original para que la revisen hasta la saciedad.
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