Unos muñecos animatrónicos hacen de las suyas en una cinta de terror juvenil, con muy poca sangre y escasa originalidad.
Directora: Emma Tammi
Josh Hutcherson, Elizabeth Lail, Piper Rubio, Matthew Lilard, Mary Stuart Masterson
Al parecer, el género de terror está empecinado en acabar con las mascotas de las franquicias de comidas rápidas. La miniserie y las películas de It, generaron una coulrofobia masiva que acabó con el payaso Ronald McDonald; y ahora le toca el turno a Chuck E. Cheese (¿Cuándo se hará una cinta con el tétrico coronel Sanders?).
El ratón antropomórfico que toca la guitarra y anfitrión de la cadena de restaurantes y centros de entretenimiento dirigida a los niños, fundada en 1977 por Nolan Bushnell (uno de los fundadores de Atari), había sido ya la víctima de una cinta de terror previa. Estamos hablando de la divertida y delirante Willy’s Wonderland (2021), en la que Nicolas Cage interpretó a un silencioso vagabundo adicto a las bebidas energizantes que se enfrenta a un grupo de muñecos animatrónicos poseídos por un asesino en serie caníbal, cuando acepta un trabajo como conserje en un restaurante abandonado, muy similar a una sucursal de Chuck E. Cheese.
Por cierto, la idea de animales antropomórficos asesinos también tiene sus antecedentes en una extraña cinta directo a vídeo, llamada The Banana Splits Movie (2019), en la que los personajes infantiles del famoso programa de televisión producido por Hanna-Barbera, se convierten en unos seres diabólicos sedientos de sangre, luego de que fueran relegados al olvido. Y tampoco podemos olvidar a la infame y terriblemente mala Winnie Pooh: Sangre y miel.
Ahora, aprovechándose de la amnesia colectiva de los espectadores, llega a las salas Five Nights at Freddy’s, la adaptación cinematográfica de una popular serie de videojuegos y novelas de terror creadas por Scott Cawthon, la cual es tan original como Los juegos del hambre es a Battle Royale.
A propósito de Los juegos del hambre, el protagonista de Five Nights At Freddy’s es Josh Hutcherson (Peeta Mellrak en la saga de películas), quien interpreta a Mike Schmidt, un joven que sufre de insomnio (a lo Doctor Sueño o a lo Pesadilla sin fin), debido a un trauma de su infancia, ya que su hermano fue raptado (a lo Mystic River o a lo Black Phone).
Mike está a cargo de su hermana menor Abby (Piper Rubio), una niña misteriosa y con tendencias autistas (muy similar a la “Número 11” de la serie Stranger Things o a Andy, el dueño de Chucky, el muñeco diabólico). Los problemas aumentan para el joven cuando pierde su empleo y cuando Jane, la malvada tía de Mike (Mary Stuart Masterson haciendo un extraño regreso a la pantalla) lo demanda para quedarse con la custodia de Abby, con la intención de cobrar el dinero implicado en el proceso legal.
Por tal motivo, el joven debe aceptar un dudoso trabajo ofrecido por el consejero Steve Raglan (Matthew Lilard, mejor conocido como Shaggy de Scooby-Doo o Stevo en la memorable SLC Punk). ¿Adivinen cuál es el empleo? Servir como vigilante de seguridad nocturna en un restaurante infantil abandonado, muy similar a Chuck E. Cheese. De acuerdo con Raglan, el establecimiento fue cerrado en los ochenta, lo que nos hace pensar que la cinta se ambienta en los años noventa. Pero déjenme decirles que nunca los noventa habían lucido tan ochentosos como en Five Nights At Freddy’s (la nostalgia por la década de cintas alocadas con criaturas sangrientas como Gremlins, Critters y Ghoulies, sigue marcando la pauta).
Aparece una amiga para Mike llamada Vanessa (Elizabeth Lail), una linda policía tan ambigua como lo fue el oficial Dewey al inicio de la saga de Scream (en la que Lilard también participó como un asesino en serie disfrazado de víctima). Lo que sigue son una serie de misterios y vueltas de tuerca que es mejor no revelar aquí, pero que involucran a cinco niños desaparecidos, cinco muñecos animatrónicos (incluido un pastel antropomórfico), un conejo amarillo que parece primo de la criatura de Donnie Darko y, por supuesto, el infame restaurante abandonado donde, al parecer, ocurrieron cosas inenarrables.
Esta cinta se rehúsa a mostrar escenas de gore para apelar a un público joven, por lo que termina siendo una especie de hermana de las adaptaciones cinematográficas de Escalofríos, la trilogía de La calle del terror, Historias de miedo para contar en la oscuridad y La casa del reloj en la pared (terror juvenil que llaman). Pero pese a que Five Nights at Freddy’s logra captar nuestro interés y generar uno que otro sobresalto, lo cierto es que es un trabajo algo tonto y eso sí, muy poco original.
Lo más interesante de Five Nights At Freddy’s es cuando Abby se hace amiga de los animatrónicos al peor estilo de Mi amigo Mac, el descarado informercial de McDonald’s convertido en película sobre un niño que se hace amigo de un alienígena similar a E.T. (piense en una niña entablando amistad con Jason, Freddy, Michael, Leatherface y Chucky y se hará a la idea). Esto convierte a la cinta, por un breve momento al menos, en una fantasía perversa para los amantes de los slashers.
Sin embargo, la cosa degenera en una mala copia de Deadly Friend, una olvidada joya del terror dirigida por Wes Craven, en la que una niña abusada se convierte en una asesina despiadada; o en la terrible película protagonizada por la banda Kiss y conocida como El ataque de los fantasmas (en la que los buenazos de Gene, Paul, Ace y Peter son reemplazados por unas malvadas versiones animatrónicas); y, por supuesto, en una versión aséptica y juvenil de Willy’s Wonderland (sin Nicolas Cage), así como un remedo de los Banana Splits satánicos, pero esta vez sin las tripas ni la sangre. De todas maneras, al público hambriento por lo nuevo y al que no le interesa escarbar en el pasado no le importará, ya que lo que impera ahora es el trending: Ver la “película del momento” a cómo dé lugar, sin reparar en su calidad u originalidad.
P.D. Five Nights At Freddy’s incluye unas innecesarias escenas postcréditos.
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