El director de 1492 y Gladiador nos entrega un retrato del emperador francés de bonita factura, pero espectro reducido.
Director: Ridley Scott
Joaquin Phoenix, Vanessa Kirby, Rupert Everett
Napoleón fue un proyecto ambicioso e inconcluso del renombrado director Stanley Kubrick. A finales de la década de 1960 y principios de la década de 1970, Kubrick trabajó extensamente en la investigación y desarrollo de una cinta épica sobre la vida de Napoleón Bonaparte y estaba destinada a ser una producción colosal. No faltaba más. Estamos hablando del director de 2001: Odisea del espacio y La naranja mecánica.
Kubrick dedicó una cantidad significativa de tiempo y recursos a este proyecto, llegando a acumular vastos archivos con información detallada sobre la vida y las campañas de Napoleón. El guion, que Kubrick escribió junto con el historiador Andrew Birkin, era extenso y abarcaba diversos aspectos de la vida del líder francés. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos considerables invertidos en el proyecto, la película nunca llegó a realizarse.
Diversos factores contribuyeron a su cancelación, incluyendo la falta de apoyo financiero y las preocupaciones logísticas relacionadas con la magnitud del proyecto. La visión meticulosa de Kubrick y su deseo de autenticidad histórica también aumentaron los costos y la complejidad de la producción. A pesar de su cancelación, el proyecto de Napoleón de Kubrick continuó siendo objeto de gran interés y especulación en el mundo del cine. El trabajo y la investigación realizados para esta película influyeron en proyectos posteriores de Kubrick, como Barry Lyndon. Además, los archivos detallados que Kubrick compiló durante la investigación se han convertido en un recurso valioso para estudiosos de la vida de Napoleón (existe un libro fascinante dedicado a la producción).
Hace poco, Steven Spielberg anunció en una conferencia de prensa durante el Festival de Cine de Berlín, donde recibió el Oso de Honor a su trayectoria, que está inmerso en la creación de una serie limitada de siete episodios basada en el proyecto cinematográfico inacabado de Stanley Kubrick. Esta no es la primera vez que Spielberg se embarca en un proyecto relacionado con Kubrick, ya que previamente habían trabajado juntos en A.I. Inteligencia artificial (2001), proyecto que Spielberg asumió luego de la muerte de su gran amigo y colega.
La figura magnética del emperador francés, que ya fuera recreada en el clásico del cine silente dirigido por Abel Gance en 1927, también es asumido por Ridley Scott en un largometraje de alto presupuesto protagonizado por Joaquin Phoenix como Napoleón, marcando su regreso junto al director después de 20 años desde Gladiador, mientras que Vanessa Kirby (reemplazando a Jodie Comer) asume el papel de Josefina de Beauharnais.
Aunque no cabe duda de que Scott es uno de los más grandes directores de todos los tiempos (títulos como Alien, Blade Runner, Thelma & Louise y Gladiador lo confirman), lo cierto es que cuando se embarca en la misión de retratar figuras emblemáticas de la historia, termina confeccionando una cinta de hermosa factura, pero carente de alma (como lo confirma 1492: Conquista del paraíso, su biopic sobre el genovés Cristóbal Colón de 1992, protagonizado por un actor francés hablando en inglés).
Su versión de Napoleón guarda en su tono una gran semejanza con El último duelo, una película histórica injustamente despreciada por el público y un trabajo muy superior a su retrato sobre el emperador francés. Quizás se trate de una admiración no confesada de Scott a Monty Python y el Santo Grial (1975), pero sus dos últimas películas exageran tanto en lo magnánimo y en la ultraviolencia, que generan en el espectador una risa socarrona producto del absurdo, al igual que sucede con el mencionado clásico de la comedia. Asimismo, la transpolación de lo que actualmente conocemos como relaciones tóxicas, son el foco de interés de Scott, tanto en el triángulo amoroso contado en tres versiones en El último duelo, como en la relación disfuncional entre Napoleón y Josefina.
La intención de enfocarse en la tormentosa relación es noble y buena, pero a veces se siente como la patrulla de policía que interrumpe la batalla entre los sajones y franceses al final de El Santo Grial, como la música disonante de Queen y David Bowie en la cinta Corazón de caballero (2001), o como los zapatos Converse de María Antonieta en la cinta de Sofia Coppola del 2006 quien, a propósito, es decapitada al inicio del épico de dos horas y treinta y ocho minutos dirigido por Scott.
Joaquin Phoenix ha demostrado ser uno de los mejores actores vivos de la actualidad (títulos como The Master, Her y Joker lo confirman). Pero este año, el actor se siente en extremo introvertido y cansado. Primero en la nefasta Beau tiene miedo y ahora como un emperador francés interpretado de manera inapropiada por un actor estadounidense, que tan solo se limita a portar su sombrero, meterse la mano en la solapa y espetar una que otra línea de diálogo carente de subtexto. Quienes esperaban una actuación digna de un Óscar, no la encontrarán aquí.
Muchas de las escenas de Napoleón nos retrotraen a Barry Lyndon, el clásico de Kubrick de 1975, tan injustamente despreciado en su época (así como le sucedió a Scott con su Blade Runner), pero que hoy en día se considera como una de las mejores de su filmografía y quizás la película con la fotografía más bella de la historia. El trabajo de Scott, aunque no llega a ser una mala película, se siente como un remedo inferior al trabajo de un grande, como sucedió con las secuelas 2010 y Dr. Sueño, dos trabajos interesantes y valiosos si se les considera en sí mismas, pero terribles si se les compara con lo logrado por Kubrick.
En la película Conquest de 1937, la legendaria Greta Garbo encarnó a la amante de Napoleón. Aquí María Walewska ni se menciona, quedándonos con la relación disfuncional entre Napoleón y Josefina, la cual, definitivamente, raya en la caricatura (las escenas de sexo son de ver para creer). En la cinta antes mencionada, el gran Charles Boyer ofreció una gran interpretación de Napoleón como un personaje trágico y romántico, mientras que Phoenix, eludiendo tanto la fatalidad como el carisma, esboza a un gran estratega que arde en celos por los devaneos de su esposa, muy cercano al Armand Assante de la miniserie de los años ochenta.
Los expertos en Napoleón, quienes son más tóxicos que los fanáticos de Star Wars, se rasgarán las vestiduras por las inexactitudes históricas, partiendo del inglés con el que hablan los personajes franceses para continuar con el cabello de María Antonieta (que fue cortado antes de su decapitación) y la presencia de Napoleón en la ejecución (él se encontraba en el sur de Francia). Tales inexactitudes llegan a un divertido paroxismo con Rupert Everett como el Duque de Wellington, a quien aquí tan solo le faltó ofrecerle a Napoleón un suculento filete de solomillo con una capa de champiñones y masa hojaldrada, antes de derrotarlo en la batalla de Waterloo.
El Napoleón de Scott es una colección de anécdotas que se intentan unir con la relación entre Napoleón y Josefina (Venessa Kirby es tan retraída y gélida como su contraparte masculina). Los duelistas, el estupendo debut de Scott, bien pueden considerarse como una hermosa pieza de compañía junto a El último duelo. Por otra parte, Napoleón se une a 1492 como dos intentos fallidos y estériles que intentaron proyectar la grandeza de dos hombres, pero que terminan siendo retratos reducidos plasmados en la pantalla gigante.
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