Elio (2025)

Una aventura espacial animada que combina un deslumbrante despliegue visual con una reflexión conmovedora sobre la pertenencia y los lazos familiares.

Directores: Adrian Molina, Madeline Sharafian, Domee Shi

Con las voces de Yonas Kibreab, Zoe Saldaña, Remy Edgerly, Brad Garrett, Jameela Jamil, Shirley Henderson

Cuando en 1977 las sondas Voyager dejaron la Tierra cargadas con el “Disco de Oro” (una cápsula del tiempo sonora que pretendía, con ayuda de Carl Sagan y Ann Druyan, representar la diversidad de la vida y la cultura humanas), lo hicieron con un gesto de esperanza casi infantil buscando que alguien allá afuera escuchara y respondiera. Décadas después, Elio recoge ese eco y lo convierte en premisa narrativa. En lugar de humanos lanzando señales, aquí (como en la película Contact basada en la novela de Sagan y Druyan) es el espacio el que llama de vuelta… y el que, por error, toma a un niño tímido y solitario como representante de toda la humanidad.

Elio se erige así como la tercera cinta animada de ciencia ficción en el repertorio de Pixar, después del poético y distópico Wall-E (2008) y de la incomprendida pero estupenda aventura espacial conocida como Lightyear (2022). Y si bien la aventura galáctica ocupa el primer plano, lo que realmente mueve a esta cinta es una exploración íntima del abandono, la pertenencia y la necesidad de ser visto y aceptado. El viaje interplanetario es también, como los mejores relatos del género, un viaje interior.

La historia comienza con Elio Solís (Yonas Kibreab), un niño de once años de ascendencia latina (¿cubana?) con una imaginación desbordante y una profunda incomodidad social. En medio de una situación familiar compleja, marcada por la ausencia del padre y la presencia amorosa pero insuficiente de su tía Olga (Zoe Saldaña en reemplazo de América Ferrera), Elio es “abducido” por la Communiverse, una suerte de ONU cósmica donde se le confunde con el líder de la Tierra, al estilo del clásico de culto ochentero The Last Starfighter. Lo que sigue no es una mera serie de peripecias interestelares, sino una oportunidad para que este niño, incapaz de encontrar su lugar en la Tierra, se redescubra en otro mundo, especialmente con una criatura que, al igual que él, también es única, extraña y marginal.

Y es que uno de los grandes aciertos de la película reside en Glordon (Remy Edgerly), un alienígena entrañable con apariencia de tardígrado, sin ojos ni esqueleto, que logra conjugar lo monstruoso y lo adorable. Su animación, entre viscosa y rolliza (piensen en un Flubber parlante) evoca tanto los gestos de un cachorro como la calma de un amigo incondicional. Es, sin duda, el nuevo gran personaje secundario de Pixar, un sucesor espiritual de Forky de Toy Story 4 o Dug, el perro de Up.

A su lado, otros personajes enriquecen este tapiz extraterrestre: La supercomputadora líquida OOOOO (Shirley Henderson), el imponente Lord Grigon (con la grave voz de Brad Garrett); el Universal Users Manual (Bob Peterson), el ufólogo y radioaficionado Gunther Melmac (Bob Peterson) y la colección de embajadores galácticos (con las voces de Brandon Moon, Jameela Jamil, Matthias Schweighöfer, Ana de la Reguera, Atsuko Okatsuka, Naomi Watanabe y Anissa Borrego) que oscilan entre lo tierno, lo inquietante y lo luminoso. Todos ellos ayudan a Elio a entender que no necesita fingir ser algo que no es para ser valioso.

Visualmente, Elio es deslumbrante. El trabajo de Harley Jessup en el diseño de producción, que mezcla la estética de microbios, reflejos acuáticos y luces translúcidas, convierte el espacio en una experiencia sensorial casi onírica. A ello se suma una paleta visual que homenajea tanto al Spielberg de Close Encounters Of The Third Kind y E.T. como la malograda cinta animada de Disney Mars Needs Moms y la divertida comedia Galaxy Quest, con lentes anamórficos y un uso experto de sombras, niebla y reflejos. La combinación de estas decisiones técnicas dota al filme de una atmósfera envolvente y melancólica.

Más allá del espectáculo, lo que vuelve inolvidable a Elio es su corazón. El guion, escrito por Julia Cho, Mark Hammer y Mike Jones, encuentra equilibrio entre humor, aventura y una emocionalidad honesta. En su centro, el conflicto no es salvar a la Tierra ni evitar una guerra intergaláctica, sino sanar una herida: La del niño que no se siente suficiente y que imagina otros mundos porque el suyo le resulta ajeno. La ciencia ficción y la fantasía, como en los mejores momentos del cine animado de Brad Bird (The Iron Giant) o Hayao Miyazaki (El niño y la garza), se convierten en metáforas emocionales.

Se agradece, además, que Elio no sea una secuela, una precuela o un derivado de franquicia, sino un regreso a aquel Pixar que nos sorprendía con joyas inesperadas como Ratatouille, Coco o Turning Red. Frente a quienes podrían calificarla como un trabajo “menor” dentro del canon del estudio (al estilo de Brave, The Good Dinosaur, Onward o Luca), conviene recordar que todas esas películas, al ser revisadas con atención (háganlo, por favor), revelan una sensibilidad y una valentía formal que las vuelve esenciales. Elio se inscribe en esa tradición de obras que pueden llegar a ser incomprendidas en su momento pero que están llamadas a perdurar.

Esta película nos recuerda que el espacio más vasto no está allá afuera, sino en el interior de un niño que aprende a no tener miedo de sí mismo. Elio no responde al llamado del universo; lo transforma, lo habita, y en él encuentra una manera de volver a casa, reconciliado. Una grata sorpresa, modesta y luminosa, que brilla por su honestidad emocional.

P.D. Espere la escena postcréditos.

Sobre André Didyme-Dôme 1927 artículos
André Didyme-Dome es psicoterapeuta y periodista. Se desempeña como editor de cine y TV para las revistas ROLLING STONE Y THE HOLLYWOOD REPORTER EN ESPAÑOL y es docente universitario; además, es guionista de cómics para MANO DE OBRA, es director del cineclub de la librería CASA TOMADA y conferencista en ILUSTRE. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.

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