Jurassic World: Rebirth (Mundo Jurásico: El renacer) (2025)

La fascinación infantil por los dinosaurios revive con espíritu de matiné y alma de aventura pulp en una entrega que, aunque absurda, encuentra encanto en su ritmo y en su espectáculo.

Director: Gareth Edwards

Scarlett Johansson, Jonathan Bailey, Mahershala Ali, Rupert Friend, Manuel García-Rulfo, Ed Skrein

Desde que Jurassic Park irrumpió en 1993, la humanidad renovó su vínculo ancestral con los monstruos del pasado. Steven Spielberg no solo dotó de carne y hueso a los esqueletos del museo, sino que también nos hizo temer y amar a estas criaturas como si de mitos griegos se tratara. Era una experiencia que combinaba maravilla científica con terror primario, y que revolucionó el cine de efectos visuales. Su secuela, The Lost World, profundizó en la violencia de la naturaleza y en la negligencia humana con un tono más oscuro, más adulto, y por ello (con justicia) muchos la consideran la más poderosa de la saga. Luego, llegó Jurassic Park III, una cinta desabrida y superficial, que ni el carisma de Sam Neill logró rescatar del letargo, condenando a la franquicia al olvido por más de una década.

La resurrección llegó con Jurassic World (2015), una reinterpretación acertada que ironizaba sobre el propio hastío del público ante lo asombroso. Los dinosaurios ya no bastaban: Había que hacerlos más grandes, feroces y absurdos. Su éxito en taquilla fue abrumador, pero sus secuelas (Fallen Kingdom y Dominion) hundieron la promesa en un pantano de tramas inverosímiles, personajes sin alma y CGI sin poesía.

Ahora, como un fósil redescubierto con asombro infantil, Jurassic World Rebirth intenta revivir el corazón de la saga con una propuesta que, más que seguir la estela de Spielberg, coquetea con las aventuras exóticas de El valle de Gwangi, Viaje al centro de la Tierra y otras joyas de matiné. La trama, desde luego, es delirante. Una farmacéutica malvada descubre que la sangre de los dinosaurios puede tener aplicaciones médicas, y decide enviar un comando de élite a una isla caribeña para recolectar muestras de distintas especies: Una terrestre, una acuática y una aérea. La misión (en apariencia científica) se convierte rápidamente en una carrera por sobrevivir entre rugidos, dentelladas y traiciones.

Scarlett Johansson interpreta a Zora Bennett, una militar retirada de espíritu endurecido pero corazón noble. Jonathan Bailey encarna al paleontólogo Henry Loomis, un intelectual tierno, torpe y encantador, cuya química con Johansson dota al relato de una chispa romántica inusual en el género. Mahershala Ali, como Duncan Kincaid, el capitán de barco relajado y astuto brinda un carisma magnético que recuerda al Harrison Ford de los ochenta. Rupert Friend, en cambio, es el villano de manual. Un tipo viperino, cínico y perfectamente detestable.

La historia, predecible hasta el cliché, se despliega sin vergüenza. Cada giro es anunciado con trompetas, cada traición se ve venir como un brontosaurio entre la niebla. Pero es justo en esa honestidad donde la cinta encuentra su mayor virtud. Y es que Jurassic World Rebirth no pretende ser más de lo que es. A diferencia de sus antecesoras recientes, esta entrega no finge profundidad filosófica ni se pierde en disquisiciones genéticas. Es ritmo, acción y espectáculo. Gareth Edwards (el director de los espectáculos más que decentes conocidos como Godzilla y Star Wars: Rogue One) maneja con experticia las secuencias de tensión, con homenajes evidentes al Spielberg de Jaws y Raiders of the Lost Ark. Los dinosaurios (aunque digitalmente generados) recuperan aquí cierta fisicidad y presencia amenazante que recuerda a los animatrónicos de los ochenta y al stop motion del gran Ray Harryhausen.

A nivel narrativo, la película se estructura como un viaje coral, alternando entre la expedición y una familia náufraga liderada por Reuben Delgado (Manuel García-Rulfo), cuyos vínculos afectivos (novio de pesadilla, adolescente rebelde, niña precoz) y dilemas morales ofrecen un contrapunto emocional al despliegue de adrenalina. El humor es blanco, a veces torpe, pero funcional. Y los efectos visuales, sin deslumbrar, cumplen con creces, en especial en las secuencias acuáticas y los vuelos de los pterosaurios.

¿La odiarán los adultos? Tal vez. Aquellos que esperan el asombro filosófico del primer filme o el caos político de la segunda entrega encontrarán en Rebirth una aventura demasiado ligera. Pero para los preadolescentes que sueñan con dinosaurios, huesos gigantes y selvas indómitas, esta película será un parque de diversiones. Y en el fondo, ¿no fue siempre eso?La franquicia ha pasado por lo sublime, lo mediocre y lo patético (sí, te estamos viendo, Jurassic Park III). Rebirth no alcanza las alturas del original, pero tampoco se arrastra por el fango de sus peores momentos. Con espíritu de matiné y revista pulp, corazón de verano y un rugido nostálgico, Jurassic World Rebirth podría (al menos por ahora) haber encontrado una fórmula para devolverle algo de dignidad al linaje jurásico.

Sobre André Didyme-Dôme 1944 artículos
André Didyme-Dome es psicoterapeuta y periodista. Se desempeña como editor de cine y TV para las revistas ROLLING STONE Y THE HOLLYWOOD REPORTER EN ESPAÑOL y es docente universitario; además, es guionista de cómics para MANO DE OBRA, es director del cineclub de la librería CASA TOMADA y conferencista en ILUSTRE. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.

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