El director de La La Land regresa con una obra maestra que se merece todos los elogios.
Dirección: Damien Chazelle
Ryan Gosling, Claire Foy, Jason Clarke, Corey Stoll
El hombre sí llegó a la luna. Este es un hecho tan cierto como la efectividad de las vacunas. El 16 de julio de 1969, los astronautas Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins fueron enviados al espacio a bordo del Apolo 11 y cuatro días después, Armstrong y Aldrin (Collins estaba a cargo del módulo de mando), fueron los primeros hombres en pisar el suelo lunar.
Esta historia, conocida por todos (aunque algunos digan que la llegada del hombre a la luna fue un simulacro dirigido por Stanley Kubrick), es retomada por el director Damien Chazelle, autor de la magnífica Whiplash y de la sobrevalorada La La Land, para ser relatada en una nueva película titulada El primer hombre en la luna. El resultado es toda una obra maestra que ya se puede contar como una de las mejores películas del año y, probablemente, de todos los tiempos.
Chazelle logra un impresionante trabajo de inmersión al contarnos la historia de Neil Armstrong, en la que los lugares comunes se reducen al mínimo para ofrecernos un recuento de los hechos ocurridos entre 1961 a 1969 a partir de sensaciones y no de emociones.
Gracias al trabajo de fotografía de Linus Sandgren (Escándalo americano), el diseño de producción de Nathan Crowley (Dunkirk), el vestuario de Mary Zophres (Hail, Caesar!), la edición de Tom Cross y la música de Justin Hurwitz (Whiplash), se logra recrear a la perfección el período histórico de siete años en el que ocurrieron los hechos. Es tal el grado de meticulosidad, cuidado, investigación y sentido del perfeccionismo, que la cinta se siente como un trabajo documental de archivo o como una recopilación de vídeos caseros hechos con cámaras de la época.
Pero la cinta de Chazelle, escrita por Josh Singer (En primera plana) y basada en el libro de James R. Hansen, no se queda en una representación fiel de la historia. Este es un drama humano que se centra en la persona de Neil Armstrong, un hombre estoico que tuvo que afrontarse a una terrible tragedia personal como lo fue la muerte de su hija pequeña víctima de cáncer, y que asume su duelo redirigiendo su atención en la misión que tiene como astronauta. Armstrong responde aferrándose a la vida, pese a que su profesión es terriblemente peligrosa, poniéndolo constantemente al borde de la muerte y acabando con varios de sus compañeros en varias misiones fallidas. La aproximación a este drama humano se logra con colores, formas, figuras, sonidos, texturas y temperaturas, que el espectador experimentará del mismo modo que el personaje de Armstrong, sin necesidad de recurrir a nada más.
Y es por esto que Ryan Gosling es el actor idóneo para este papel. En Blade Runner: 2049, Gosling logró con muy pocos diálogos, comunicar todo lo que su personaje sentía, pensaba y temía, gracias a un trabajo de expresión corporal que muy pocos logran utilizar de una manera tan elocuente. Aquí, Gosling hace lo mismo: no se necesitan diálogos melodramáticos y frases recurrentes para describir y explicar al personaje de Armstrong. Basta con una soberbia actuación llena de silencios, pero plena en gestos, poses y miradas para dar cuenta de él.
No se puede dejar de lado a Claire Foy, la actriz británica que interpreta a la reina Iasbel II en la serie The Crown, y que recientemente nos sorprendió encarnando a Lisbeth Salander en la nueva entrega de la saga Millennium. Aquí, como Janet Armstrong, la esposa de Neil, Foy nos permite conocer sin necesidad de diálogos, el profundo temor de esta mujer por la inminente pérdida de su marido. Al igual que Gosling, esta estupenda actriz logra comunicarnos todo sobre su personaje optando por la difícil vía de la expresión corporal, alejándose del melodrama y acercándose a la realidad y a la humanidad de su personaje.
El primer hombre en la luna no recurre a patriotismo barato omitiendo escenas como la puesta de la bandera norteamericana en la luna. Sin embargo, toca el aspecto sociopolítico de la misión de una manera sutil y, a veces, aguda, como se puede apreciar en la utilización de la pieza satírica de Gil Scott-Heron Whitey on the Moon. Esta es una película que busca resaltar a aquellos hombres que dieron sus vidas para cumplir con una misión, sin evitar interrogantes y controversias. Esto la coloca en el lugar de The Right Stuff, la obra maestra de Philip Kaufman sobre los pioneros norteamericanos de la carrera espacial y muy por encima de Apolo 13, el recuento de Ron Howard sobre la quinta misión espacial llevada a cabo por los Estados Unidos que, pese a ser una buena película, recurre al sentimentalismo y a la dramatización exagerada, características recurrentes de los trabajos cinematográficos basados en hechos reales.
Esta es una película que, curiosamente, se acerca al clásico de Stanley Kubrick 2001: Odisea del Espacio. Kubrick pudo no haber recreado la llegada del hombre a la luna, pero supo mostrar de una manera más que elocuente, la conexión llena de ambigüedad, temor y fascinación que el hombre tiene con el entorno que lo trasciende. Chazelle, logra hacer prácticamente lo mismo, gracias a una aproximación cinematográfica atípica para nuestros tiempos, que cumple a cabalidad con la misión de generar un vínculo espiritual con el espectador, exponiendo los misterios de la existencia.