Un nuevo documental sobre el proceso de paz en Colombia que no le aporta nada nuevo al tema, pero que es víctima de la censura.
Dirección: Margarita Martínez
Margarita Martínez, la directora quien junto con Scott Dalton realizó en 2005 La sierra, uno de los mejores documentales colombianos de todos los tiempos, vuelve al terreno de la controversia con La negociación, un nuevo trabajo sobre el proceso de paz en Colombia.
La película de Martínez se suma a El silencio de los fusiles de la periodista Natalia Orozco, y a El fin de la guerra de Marc Silver, en intentar dar cuenta de este delicado proceso llevado a cabo en la administración del presidente Juan Manuel Santos que buscó acabar con el enfrentamiento de más de cincuenta años entre el Estado Colombiano y las fuerzas armadas revolucionarias de Colombia (FARC). Sin embargo, esta cinta cae en los mismos errores de sus predecesores.
Al igual que con los documentales de Orozco y Silver, La negociación carece de estructura, simplifica un conflicto extremadamente complejo, se siente sesgado e inacabado, le falta contrastar los diferentes puntos de vista de los actores, y posee un lenguaje formal terriblemente pobre en términos de edición, sonido e infografías (los mapas con aviones y los marcos de computadores, celulares y televisores que se utilizan para mostrar los discursos e intervenciones del expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez, no tienen perdón). Asimismo, la voz en off de la directora (que nos recuerda a la de Orozco en El silencio de los fusiles), no va más allá de hacer comentarios y cuestionamientos superficiales sobre el tema, los cuales, la verdad sea dicha, parecen sacados de una exposición de colegio.
John Grierson definió al documental como “el tratamiento creativo de la realidad”. Aquí no hay creatividad alguna a la hora de aproximarse al proceso de paz en Colombia y su falta de valor cinematográfico permite entender por qué algunas personas establecen una marcada diferencia entre “documental” y “película”.
La negociación no llega a ser un trabajo periodístico serio, y tampoco llega a cumplir con los estándares de un buen producto cinematográfico. Esto es algo que causa mucha extrañeza, cuando se le compara con el enorme poder visceral generado por La sierra, donde se coloca de una manera descarnada y sin concesiones, un drama humano complejo por encima de las ideas vagas y las generalizaciones.
Algunos detractores de La sierra se apoyan en el concepto de “pornomiseria”, que los directores Luis Ospina y Carlos Mayolo criticaron y satirizaron en su documental falso Agarrando pueblo en 1977. Desde la “pornomiseria”, se podría argumentar que La sierra es un trabajo que busca mostrar de un modo sensacionalista y exagerado a un público extranjero la pobreza y la violencia de Colombia, con el fin de llamar su atención explotando la realidad. Si este argumento se acepta, se podría decir lo mismo de La negociación, ya que idealiza el proceso de paz y lo aborda de una manera etérea y simplista, ubicando a sus protagonistas en un terreno de “blanco versus negro” y no en el complicado y ambiguo terreno del “gris”, al cual realmente pertenecen.
El expresidente y actual senador Álvaro Uribe Vélez, conocido opositor del proceso liderado por el expresidente Santos (y quien no concedió ninguna entrevista para este documental), arremetió contra la película de Martínez sin haberla visto oficialmente y acusó en Twitter a su distribuidor de presentar “un documental que falta a la verdad y que desconoce la trágica situación de hoy hija de la impunidad…”.
Uribe Vélez está en todo su derecho de manifestar su opinión (de hecho, sus opiniones deberían estar en este documental y no solo sus discursos). Lo que no se perdona es que en pleno siglo XXI y en un país supuestamente democrático, se busque censurar y restringir la libertad de expresión. Puede que La negociación no sea una buena película, pero tiene todo el derecho a ser exhibida.