Luego de estar ausente por más de cincuenta años, el personaje creado por P.L. Travers e inmortalizado por los estudios Disney, regresa a la pantalla grande. Pero, ¿Vale realmente la pena?
Dirección: Rob Marshall
Emily Blunt, Lin-Manuel Miranda, Ben Whishaw, Emily Mortimer y Julie Walters, Colin Firth, Meryl Streep
Luego de una ardua lucha entre Walt Disney y la escritora P.L. Travers (documentada en la estupenda película El sueño de Walt del 2013), se estrena en 1964 el clásico Mary Poppins, un musical protagonizado por la inigualable Julie Andrews quien encarnó a una niñera londinense con poderes mágicos que le enseña a una familia las verdaderas prioridades de la vida, y que incluía unos números musicales de ensoñación como lo fueron Supercalifragilisticexpialidocious, Chim Chim Cher-ee, A Spoonful of Sugar, I Love to Laugh o Let’s Go Fly a Kite, compuestos por los hermanos Richard y Robert Sherman.
Ahora, después de estar retirada por cincuenta y tres años, la famosa niñera regresa, pero al igual que con los cantantes que vuelven a los escenarios décadas después, las cosas ya no son las mismas y mucha de la magia ya se ha perdido. Más aún cuando las canciones originales son reemplazadas por nuevas composiciones que no tienen la misma fuerza y encanto de las de antaño.
Rob Marshall, el director del musical Chicago, ganador del premio Óscar a la mejor película, es el encargado de la secuela de Mary Poppins desarrollada 25 años después de los hechos ocurridos en la cinta original. Ahora la niñera es interpretada por Emily Blunt, quien hace una labor encomiable pero que no logra equiparar a la Andrews. A su vez, Bert el deshollinador (encarnado por el gran Dick Van Dyke), es reemplazado por el deshollinador Jack, un supuesto aprendiz de Bert, interpretado por Lin-Manuel Miranda, el creador del exitoso musical de Broadway Hamilton, pero que aquí posee un horrible acento británico y una calidad interpretativa que deja mucho que desear.
Michael y Jane, los hermanos que cuando pequeños tuvieron la suerte de tener a la Poppins como niñera, ahora ya son adultos y se han convertido en un artista fracasado y padre viudo con tres hijos (Ben Whishaw) y en una líder sindicalista soltera (Emily Mortimer). Los niños sin madre (una fórmula recalcitrante de las últimas películas de Disney) son Annabel (Pixie Davies), John (Nathanael Saleh) y el pequeño Georgie (Joel Dawson). Y ellos son los que ahora van a poder tener de niñera a Poppins, cuando esta regrese del cielo para ayudarlos tanto a ellos como al padre en un momento apremiante de necesidad.
Aunque el guionista David Magee se basa en el segundo libro que P.L. Travers escribió sobre el personaje (existen ocho libros), El regreso de Mary Poppins se siente más como un remake y no tanto como una secuela. Poppins vuelve a interactuar con personajes animados, los deshollinadores vuelven a cantar y a bailar, los banqueros siguen siendo los villanos (especialmente el hipócrita Wilkins, interpretado por Colin Firth), el excéntrico tío Albert es reemplazado por la excéntrica prima Topsy (una delirante Meryl Streep) y el padre de los niños sigue siendo un hombre descreído y amargado. Inclusive el almirante Bloom (David Warner) y su asistente el Sr. Binnacle (Jim Norton), continúan dando la hora con un cañón. Y pese a que la anciana de las palomas ya no está presente, la veterana Angela Lansbury la reemplaza como la anciana de los globos (en un papel que supuestamente iba a ser interpretado por Andrews).
El cuidado en la dirección de arte es algo digno de apreciar, pero no hay ninguna canción que llegue a quedar en nuestros corazones como sucedió con las composiciones de la cinta original. Los actores tratan de dar lo mejor de sí, pero no logran transmitir la magia del elenco predecesor. Y la historia de Mary Poppins se siente desfasada y anacrónica para nuestros tiempos. En la octava temporada de la serie Los Simpsons un personaje llamado Shary Bobbins termina siendo la niñera de Bart, Lisa y Maggie. Dicho capítulo fue mucho más interesante y entretenido queel regreso oficial de Mary Poppins. La nueva versión de Mary Poppins se parece mucho a esa imitación plano por plano que Gus Van Sant hizo de Psicosis, el clásico de Hitchcock en el 2000. La pregunta que queda después de verla es ¿para qué?
Hoy en día ni las mamás ni las niñeras recomiendan a los niños que traguen azúcar en cucharadas, los deshollinadores ya son cosa del pasado y los bancos ni antes ni ahora condonan préstamos. El regreso de Mary Poppins busca apelar a la nostalgia, pero para ello ya tenemos a la grandiosa cinta original. Resucitar a un personaje sin aportar nada realmente nuevo y sin tomar riesgos, definitivamente no vale la pena.
P.d. No se pierdan la triunfal y sorpresiva aparición de Dick Van Dyke.