Willem Dafoe nos entrega una de las mejores interpretaciones de su carrera, encarnando a Vincent Van Gogh en la obra maestra de Julian Schnabel.
Dirección: Julian Schnabel
Willem Dafoe, Oscar Isaac, Rupert Friend, Mads Mikkelsen
El pintor convertido en director Julian Schnabel, nos ha entregado una hermosa filmografía (Basquiat, Antes que anochezca, La escafandra y la mariposa y Miral), que evidencia una gran preocupación sobre la particular percepción del mundo de sus protagonistas. Su último trabajo, Van Gogh en la puerta de la eternidad, no es la excepción y constituye una de las mejores cintas de su carrera. Además, es uno de los mejores retratos del famoso pintor holandés.
Vincent Van Gogh ha sido abordado en numerosas películas, de las que se destacan El loco del pelo rojo de Vincente Minnelli con Kirk Douglas, Vincent & Theo de Robert Altman con Tim Roth, y la hermosísima cinta de animación artesanal dirigida por Dorota Kobiela Loving Vincent. Pero la película de Schnabel supera a estas tres cintas y obtiene el merecido galardón de ser la mejor película sobre Van Gogh de todos los tiempos. Gran parte del crédito va para Willem Dafoe, quien encarna al artista con la semejanza, la delicadeza, la inteligencia y la ternura necesaria, para hacerle entender al espectador que quizás Van Gogh no estaba loco, sino que era una persona demasiado sensible para un mundo donde la mayoría de las personas se niegan a sentir.
Más que un biopic, esta es una colección de momentos que hacen parte de los últimos días en la vida del torturado pintor, en los que se resalta el aspecto creativo (algo que muchas cintas biográficas sobre artistas suelen omitir, optando por el chisme y el escándalo). Pero lo más destacado de Van Gogh en la puerta de la eternidad, está en que estos momentos constituyen una rica experiencia sensorial (casi sinestésica) que deja en un segundo plano lo narrativo. El resultado es un trabajo que se podría calificar como verdaderamente cinematográfico. Del mismo modo en que Damien Chazelle abordó la vida del astronauta Neil Armstrong en El primer hombre en la luna, y Alfonso Cuarón exploró la vida de la mujer que lo crió en Roma, la cinta de Schnabel nos muestra cómo el cine debe volver a inclinarse por la belleza, la poética, la plástica y la polisemia de la imagen en movimiento, para continuar su búsqueda como una forma de expresión artística independiente de la literatura y el teatro.
El fotógrafo Benoît Delhomme (El olor de la papaya verde), utiliza la cámara en mano y maneja la luz natural de una manera magistral, para mostrarnos la percepción subjetiva de mundo de Van Gogh. La inmersión lograda con este trabajo, logra hacernos entender cómo un verdadero artista es una persona con una mirada particular que logra filtrar y comunicar dicha mirada en su trabajo.
El brillante guión de Schnabel, escrito junto al veterano Jean-Claude Carrière y Louise Kugelberg, nos muestra de una forma episódica (pero perfectamente acorde a nuestros tiempos), cómo la gente desprecia y no logra comprender el trabajo de Van Gogh (el cual puede pensarse como el arquetipo del artista genial, cuyo trabajo pleno de belleza es calificado por las personas poco sensibles como feo, extraño, delirante o aburrido). La figura de Madame Ginoux (Emmanuelle Seigner) y el sacerdote (Mads Mikkelsen), representan a este tipo de personas (tristemente, la mayoría). Aquellos que no pueden ver o sentir, tal vez por ignorancia o tal vez por sus prejuicios.
Las personas cercanas al pintor tratan de entenderlo: su hermano Theo (Rupert Friend) trata de darle afecto y apoyo económico a Vincent, mientras que este no repara en declararle su cariño, y busca pegarse a este como un animal herido; su colega Paul Gauguin (Oscar Isaac), busca que su amigo modifique su forma de pintar, su actitud intensa, así como el contexto en el que vive y produce sus obras; y el doctor Paul Gachet (Mathieu Amalric), aunque no llega a entender a Van Gogh, es una persona que trata de hacerlo.
Van Gogh en la puerta de la eternidad es un ejemplo de cómo se debe hacer una película biográfica sobre un artista. Puede que el público masivo prefiera un perfil lleno de anécdotas y sensacionalismos (aquí la oreja cortada de Van Gogh jamás se muestra), pero aquellos que quieran sentir a flor de piel lo que un verdadero artista percibe en cada uno de sus poros, encontrarán a esta cinta como toda una obra maestra.