Todo comenzó con el fin: El auge y caída de Caliwood

¿Qué es “Caliwood”?

La historia del cine ha registrado el auge y caída de algunos movimientos que permitieron la reflexión y el avance del séptimo arte. En Francia encontramos al Surrealismo, el Realismo Poético, el Cinema Verité y la Nueva Ola; en Alemania están el Expresionismo y el Nuevo Cine; en Italia tenemos al Neorrealismo; Inglaterra experimentó el surgimiento del Free Cinema; mientras que Brasil tuvo su Cinema Novo y Dinamarca su Dogma ‘95. 

El cine colombiano, pese a no ser una potencia fílmica y no poseer una industria consolidada, también tuvo su propio movimiento, al cual hoy se le conoce como “Caliwood”.     

El término agrupa a una generación de artistas caleños (escritores, pintores, dramaturgos y cineastas) que conformaron un círculo alrededor de la crítica, la producción de obras y los excesos. Entre los miembros de este grupo, se destacan tres figuras en particular: Andrés Caicedo, Carlos Mayolo y Luis Ospina.

Andrés Caicedo: El escritor

Llamado por la crítica extranjera “el Kurt Cobain colombiano”, este escritor que se inició como crítico de cine (sus reseñas se encuentran recopiladas en el libro “Ojo al Cine”), se convierte en una leyenda décadas después de su trágico suicidio a los 25 años de edad (muere en 1977 como consecuencia de la toma de 60 pastillas de secobarbital), a su vida rebelde y desordenada (en los límites de la psicopatía) y a la originalidad de su escritura (de carácter delirante e hipergráfica). Y es que la historia del arte ha demostrado que una biografía llena de demonios y una muerte prematura son las maneras más efectivas para convertirse en una figura mítica al interior de la cultura popular.

Caicedo intentó venderle a Roger Corman, el legendario productor y director de cine “exploitation”, dos de sus guiones (La Estirpe Sin Nombre y La Sombra Sobre Innsmouth), sin ningún éxito. Eso dice mucho, ya que Corman produjo muchas cintas de calidad cuestionable como La Saga de las Mujeres Vikingo y El Ataque de los Cangrejos Gigantes. Corman también fue el impulsor de las carreras de Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Jonathan Demme, Robert De Niro y Jack Nicholson, entre otros. Si Corman hubiera aceptado los guiones de Caicedo, ¿se hubiera consagrado como guionista y director? ¿Por qué Corman rechazó sus guiones? ¿Habrá siquiera leído sus guiones? Las respuestas a estas preguntas quedan en el terreno de lo que pudo haber sido y nunca fue. 

De todas formas, Caicedo aprovechó su estadía en los Estados Unidos para escribir la que sería su obra cumbre: “¡Qué Viva la Música!”, novela influenciada por Edgar Allan Poe (Corman se haría famoso adaptando a este autor en el cine), Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar. En el 2015, Carlos Moreno adaptó esta novela al cine de una manera esperpéntica. Esto quizás explique el rechazo de Corman a Caicedo o simplemente sea una evidencia más de cómo el cine colombiano produce una gran cantidad de películas esperpénticas. 

Antes de morir, Caicedo logra conocer a su ídolo Sergio Leone, el padre del Spaghetti Western, pero de este encuentro no resulta nada fructífero. Asimismo, Caicedo intenta convertir en película el guión de Angelita y Miguel Ángel, del que se conservan algunos fragmentos, los cuales dejan mucho que desear.

Caicedo alcanza a dirigir algunas obras de teatro, escribe varios cuentos y conforma una de las primeras revistas sobre cine en Colombia, pero su inestable estado emocional, una vida cargada de drogas, sexo y Rock & Roll (y salsa), la tormentosa relación con su madre (con ecos de Norman Bates) y la aún más tormentosa relación con una menor de edad, acabaron prematuramente con una vida que pudo haber dado mucho más, pero que al final dio muy poco. 

Carlos Mayolo: El Director

Militante del partido comunista colombiano en su juventud, Mayolo inició su carrera como director de documentales y argumentales para cine, para luego conformar junto a Andrés Caicedo, Luis Ospina, Sandro Romero Rey y Ramiro Arbeláez el cineclub de Cali y la revista “Ojo al Cine”. 

Mayolo nunca estudió cine, formándose en el oficio de una manera empírica a partir del ensayo y error (y eso se nota). Luego de realizar algunos cortometrajes (en su mayoría de corte político), incursiona al mundo de la televisión colombiana, medio que le permitiría dirigir algunos de sus mejores trabajos, como lo fueron las telenovelas Azúcar y La Otra Raya del Tigre, que logran distanciarse del esquema rígido de este género latinoamericano por excelencia. 

Antes de morir víctima de un infarto causado por una vida repleta de vicios y adicciones (fallece en el 2007), Mayolo dejaría dos largometrajes extraños, anti eróticos y macabros llamados Carne de tu Carne (1983) y La Mansión de Araucaima (1986), este último un proyecto desechado por Luis Buñuel. Estas cintas destartaladas, con actuaciones dignas de los trabajos de Andy Warhol y con una atmósfera etílica y lisérgica, convertirían a este realizador en el padre de un género denominado por él mismo como “Gótico Tropical”, el cual nace y muere con Mayolo.  

Luis Ospina: El Recopilador

El más serio de los tres (estudió cine en la UCLA), Ospina ha llegado a realizar una gran cantidad de productos cinematográficos, entre los que se destaca el mediometraje Agarrando Pueblo, una especie de documental semi-falso codirigido con Carlos Mayolo, donde se critica la llamada “pornomiseria”, que, según ellos consistía en explotar por medio del cine la pobreza del tercer mundo para conmover al público del primer mundo. La “pornomiseria” (que se evidencia en la cinta Gamín de 1978, en la que Ciro Durán explotó a los niños de la calle para lograr un documental sensacionalista), todavía se detecta en un cine colombiano que opta con aproximarse a la pobreza y a la marginalidad desde una perspectiva equivocada. Lo irónico del asunto es que al director antioqueño Víctor Gaviria se le ha tildado de ser un autor de la “pornomiseria”, cuando en realidad ha sido el único en describir desde un punto de vista tan original como sin concesiones, los aspectos oscuros de nuestra sociedad, perfeccionando su arte de manera gradual hasta lograr una de las mejores películas en la historia del cine colombiano llamada La Mujer del Animal, que es todo menos “pornomiseria”.

Junto a sus dos largometrajes llamados Pura Sangre (1982) y Soplo de Vida (1999), los cuales son definitivamente unos productos sin ninguna trascendencia, Luis Ospina confeccionó un gigantesco documental en el 2015 llamado Todo Comenzó por el Fin. Con 3 horas y media de duración, este es un trabajo tan creativo como abrumador, que evidencia y simboliza los excesos y las aspiraciones que caracterizaron a los integrantes de “Caliwood”. El ritmo frenético y el carácter ruidoso de la película que casi no deja respirar hace que al final de la proyección el espectador se sienta como quizás se sentían los miembros de «Caliwood» en las mañanas de los años 70: con una resaca terrible y con una sensación intensa de pesadez. Si esa era la intención, ¡misión cumplida!

En un primer lugar, el documental aborda la historia personal del mismo Ospina, quien se enfrenta a la muerte en la forma de un cáncer estomacal. Y del mismo enfrentamiento a la muerte, surge toda una serie de recuerdos, evocados en una gran cantidad de material de archivo, sobre él y sus compañeros caleños. El afán de Ospina por tratar de contarlo todo en su película, se debió al miedo a morir y dejar estas historias sin contar. Sin embargo, su impulso llega a rendir frutos, ya que su trabajo es tan personal como revelador.

De lo que pasó y de lo que pudo pasar, Ospina logra registrar con elocuencia, nostalgia, amargura y cinismo, tanto el lado idealizado de su generación (personajes y obras idealizadas y sobrevaloradas) como su lado oscuro (hippies hedonistas entregados a los psicotrópicos, a la decadencia y a la rumba perpetua).

Todo Comenzó por el Fin es un retrato que se mira al ombligo y que marca el final de una generación de artistas colombianos que eran más pose que arte (“¡Más rumba y menos cine!”). Y es que los miembros de “Caliwood” llevaron a cabo un proceso a la inversa.  La historia del arte nos ha mostrado como muchos artistas de gran talento, debido a su profunda introspección que los hace entrar en conexión con su lado oscuro y con sus demonios, los hace aislarse de su familia y refugiarse en el alcohol, las drogas y el sexo (piensen en Arthur Rimbaud, Charles Bukowski o Kurt Cobain), los miembros de Caliwood acudieron al alcohol, las drogas y el sexo, como medios para encontrar introspección y talento.  Este es, para bien o para mal, el legado que este movimiento le dio al cine colombiano, dando como resultado una gran cantidad de productos pretenciosos, narcisistas, hedonistas y vacíos.    

Ahora llega una nueva generación, conformada por directores como Ciro Guerra (El Abrazo de la Serpiente), César Acevedo (La Tierra y la Sombra) y Jacques Toulemonde (Anna), que son más arte que postura (“¡Menos rumba y más cine!”). Estas películas evidencian disciplina, estructura, sensibilidad y un enorme talento por parte de sus realizadores. 

Paradójicamente, el documental Todo Comenzó Por el Fin se convirtió en la mejor obra cinematográfica realizada por un integrante de “Caliwood”, dándole a su título un significado mucho más elocuente. 

Sobre André Didyme-Dôme 1780 artículos
André Didyme-Dome es psicoterapeuta y periodista. Se desempeña como editor de cine y TV para la revista ROLLING STONE EN ESPAÑOL y es docente universitario; además, es guionista de cómics para MANO DE OBRA, es director del cineclub de la librería CASA TOMADA y conferencista en ILUSTRE. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.