La quinta entrega de la saga de Parque Jurásico evidencia la intención de los estudios por exprimir hasta la médula cualquier franquicia exitosa, sin importar la calidad y la originalidad de los productos.
Dirección: Juan Antonio Bayona
Chris Pratt, Bryce Dallas Howard, Rafe Spall, Toby Jones
El director español Juan Antonio Bayona, quien hasta el momento mantenía una filmografía impecable (El orfanato, The Impossible, A Monster Calls), nos presenta la cinta más floja de su carrera, la cual es la quinta entrega de la saga de Jurassic Park, todo un monstruo del entretenimiento basado en la novela de Michael Crichton (Westworld) acerca de la resurrección de los dinosaurios en la época actual gracias a la ingeniería genética y que significó todo un quiebre en el desarrollo de los efectos especiales para cine, cuando Steven Spielberg estrenó su primera película en 1993 y dejó al público prácticamente con la boca abierta.
Luego de una segunda parte muy decente (Jurassic Park: The Lost World de 1997, también cortesía de Spielberg), la franquicia sufrió un desplome con la mediocre tercera parte del 2001 (asumida por Joe Johnston, el mismo director de Jumanji). Por esta razón, los dinosaurios quedaron en el limbo, hasta que Colin Trevorrow dirigió una cuarta entrega, ahora titulada Jurassic World. La cinta recuperó el sentido de la emoción y la aventura de las dos primeras partes (aunque la idea de un parque de dinosaurios que se sale de control ya estaba tan trillada que rayaba en el absurdo), pero gracias a los buenos efectos especiales, a la acción trepidante y al carisma de su protagonista Chris Pratt, Jurassic World terminó convirtiéndose en la quinta película más taquillera de la historia hasta la fecha.
Por esta razón, era obligatoria una nueva entrega de Jurassic World, subtitulada como Fallen Kingdom, y que recupera a los personajes de Owen Grady (Chris Pratt) y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), quienes en esta ocasión tienen la misión de regresar a las ruinas del parque jurásico ubicado en la isla Nublar, para intentar rescatar a varias especies de dinosaurios de la extinción permanente a causa de la erupción de un volcán. La misión es auspiciada por el millonario Benjamin Lockwood (James Cromwell), quien trabajó en el proyecto de llevar a los dinosaurios a la vida con John Hammond (el personaje que encarnó el fallecido director inglés Sir Richard Attenborough en la primera parte). Hasta aquí, la idea de rescatar a los dinosaurios (con el mensaje ecológico y conservacionista inherente) es interesante, pero las ideas de llevar a los dinosaurios a la ciudad a lo King Kong, y la de convertir a los dinosaurios en armas genéticas para el ejército son, definitivamente, el ejemplo perfecto de una fórmula probada que busca generar un éxito de taquilla.
Es así que la trama de Jurassic World: Fallen Kingdom es más que predecible: Lockwood tiene un asistente de mirada turbia llamado Eli Millis (Rafe Spall), Owen y Claire son asistidos por Ken Wheatley (Ted Levine), un cazador de mirada aún más turbia, y Lockwood tiene a una nieta precoz de diez años de edad llamada Maisie (Isabella Sermon), que adora los dinosaurios y que descubre un secreto oscuro en el interior de su hogar. Ni hablar de los personajes como Franklin Webb, un experto en computadores neurótico y miedoso de ascendencia afroamericana (Justice Smith) y Zia Rodríguez, una ruda veterinaria de ascendencia latina (Daniela Pineda). Cualquier espectador acostumbrado a las cintas de acción fantástica de alto presupuesto (así como cualquier seguidor de la saga), sabrá hacia dónde va la historia antes de que el Dr. Ian Malcolm (Jeff Goldblum que regresa al Mundo Jurásico en una breve aparición), nos diga que meterse con los dinosaurios es sinónimo de desastre.
Jurassic World: Fallen Kingdom, no es el fracaso que resultó ser la tercera parte de Jurassic Park, o el derroche de efectos sin nada de emoción, como lo fueron los terribles episodios I, I y III de la saga de Star Wars. Sin embargo, al igual que con Solo (la última entrega de La Guerra de las Galaxias), la más reciente cinta de Mundo Jurásico evidencia la intención de los estudios por exprimir hasta la médula cualquier franquicia exitosa, con tal de obtener de una manera fácil e inclusive cínica, el dinero de los espectadores que acuden a los centros comerciales en busca de entretenimiento rápido y furioso.