Director: Ruben Östlund
Claes Bang, Elisabeth Moss, Dominic West, Terry Notary
Luego de deconstruir el género de desastres con la película del 2014 Force Majeure (acerca de una familia que se descompone luego de sobrevivir a una avalancha), el director sueco Ruben Östlund nos entrega The Square, cinta ganadora de la Palma de Oro en Cannes e inspirada en Rutan, una instalación artística exhibida en Värnamo en la primavera del 2015.
Más que una cinta de estructura narrativa tradicional, la cinta de Östlund es una colección de situaciones las cuales, en su mayoría, giran en torno a Christian (Claes Bang), un hombre joven y apuesto que trabaja como curador en el X-Royal Museum. Mientras que intenta difundir a The Square (la instalación de una artista argentina que consiste en un cuadrado trazado en el suelo que busca ser un lugar para promover el altruismo en las personas), Christian es víctima del robo de su celular y billetera (algo que le ocurrió al director en la vida real). Gracias a su rastreador GPS y en complicidad con uno de sus empleados, Christian localiza su celular en un conjunto residencial de clase media baja y deposita una carta en los buzones de cada uno de los apartamentos denunciando el robo, en una especie de instalación improvisada. El resultado de su táctica se traduce en caos. Dicho caos es encarnado por un niño que reclama justicia.
Otras viñetas de The Square nos muestran a Anne, una periodista norteamericana (Elisabeth Moss) que vive con un mono artista (un guiño al artista Pierre Brassau, quien exhibió unas pinturas que luego se revelaron fueron pintadas por un primate). Anne termina teniendo relaciones sexuales con Christian, quien se vuelve paranoico por un condón usado (en una escena delirante). Y días más tarde, en una actitud tipo MeToo, Anne le reclama a Christian el haberla penetrado sin saber ni siquiera su nombre.
Mientras tanto, dos publicistas millennials, son contratados para realizar una propuesta audiovisual de difusión de la instalación. El resultado, el cual busca más un fenómeno viral que una reflexión sobre la obra, termina en toda una catástrofe de relaciones públicas.
Dominic West interpreta a Julian, un pretencioso artista cuya rueda de prensa es interrumpida por un hombre con síndrome de Tourette, quien involuntariamente expresa lo que opina de la entrevista. Tanto la entrevistadora como la audiencia no pueden decir nada por temor a parecer poco compasivos e intolerantes, convirtiéndose en víctimas de lo «políticamente correcto».
Una de las situaciones más perturbadoras es liderada por el actor Terry Notary, quien interpreta al artista conceptual Oleg. En la presentación de su trabajo, Oleg imita a un primate y decide llevar su interpretación a un extremo tal que desata la ira y la violencia de su público. Este incidente le ocurrió en la vida real al artista ruso Oleg Kulik, quien actuó como perro y terminó siendo golpeado por su audiencia y arrestado por la policía.
La cinta de Östlund nos recuerda a Nashville, The Player y Pret-a Porter, los trabajos del gran Robert Altman, que diseccionaron la hipocresía del mundo de la música, de la política, de Hollywood del mundo de la moda. The Square hace lo suyo con el mundo del arte, que desde hace años muestra una gran ausencia de talento y habilidad suplida por un discurso pretencioso disfrazado como «arte conceptual». La instalación que le da nombre a la película de Östlund nos recuerda a Shibboleth, la grieta que la artista colombiana Doris Salcedo le hizo al Tate de Londres. Y la anarquía desatada por Oleg evoca el «performance» de la artista Tania Bruguera en la que repartió a su auditorio bandejas con cocaína para aspirar.
The Square denuncia la gran contradicción de una sociedad actual disfrazada como humana, moral y sensible, pero que en realidad es egocéntrica, inmadura e histriónica. Este es un trabajo que en algunos momentos es sumamente hilarante, pero que en otros momentos se torna exasperante y agotador. Nadie dijo que el cine debe ser siempre ligero y entretenido. Östlund nos invita a ver esta película desde un cuadrado que permite tomar distancia y analizar como niños los vicios de nuestra sociedad.
Comparar a The Square con South Park es absolutamente válido, así los amantes del «cine-arte» que desdeñan los productos de la «cultura popular», pongan el grito en el cielo ante semejante afirmación.
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