La segunda parte de la estupenda trilogía de documentales sobre Federico García Lorca, se centra en la estadía del escritor en la capital argentina.
Director: Juan José Ponce
La segunda parte de la trilogía de documentales que celebran la vida y obra de Federico García Lorca es tan conmovedora como Lunas de Nueva York, su predecesora. Su título es Luna grande, un tango por García Lorca y se enfoca en el viaje que hizo el escritor español a Argentina, a raíz de enorme éxito que tuvo su obra Bodas de sangre en el país latinoamericano.
Juan José Ponce, también director de Lunas de Nueva York, vuelve a entregarnos un trabajo corto pero contundente y cargado de mucha belleza, el cual se inicia con la música de los españoles Silvia Pérez Cruz y Andrés Herrera Pájaro, quienes grabaron una versión del Pequeño vals vienés, el poema de García Lorca, que fuera a su vez adaptado al inglés por Leonard Cohen en 1988 con el título de Take This Waltz.
Este punto de partida sirve para introducir al espectador a la etapa de la vida de Lorca comprendida entre los años 1933 a 1934, cuando la actriz Lola Membrives invita al escritor a Buenos Aires, en un momento en el que su obra estaba teniendo una gran popularidad en los escenarios teatrales. Conoceremos a través de expertos y testigos de la llegada de Lorca a Argentina el 13 de octubre de 1933, como el artista durante su estadía de seis meses, conoció a Jorge Luis Borges (quien fuera en extremo displicente con el autor) y a Carlos Gardel (con el que planearían varios proyectos juntos que la muerte prematura de ambos impidió convertir en realidad), y como la inmensa fama y popularidad que tenía Lorca en este país (y en Uruguay, donde pasó viviendo un tiempo también), pudo haberlo tentado a radicarse en América del Sur, algo que habría alargado una vida y una obra que se truncó de manera abrupta por la violencia.
Pese a los amigos que le aconsejaban quedarse, Lorca decide regresar a España en marzo de 1934 y muere fusilado dos años después a la edad de 38 años. Pero su paso por Argentina consolidó los lazos, que aún se mantienen, entre el andaluz que nos dejó obras como Yerma, Romancero gitano y la ya mencionada Bodas de sangre y unos lectores latinoamericanos que aman y sienten su obra como propia.
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