Más que un documental falso, la nueva película del mexicano Alfonso Ruizpalacios es la exposición de una institución que falla miserablemente en su objetivo de proteger y servir a los ciudadanos.
Dir. Alfonso Ruizpalacios
La palabra «policía» es un galicismo que se remonta al siglo XVIII y cuyo origen etimológico se encuentra en el vocablo griego polis, que significa “varios” y también «ciudad-estado» (“política” y “policía” tienen la misma raíz).
Como organización estatal, la policía tiene como objetivo proteger y servir al ciudadano, garantizando su seguridad y el ejercicio de sus derechos y deberes. Pero lo cierto es que, en la práctica, la policía a lo largo de la historia ha sido una fuerza de coerción que se aleja del bien común y que responde a los intereses particulares y egoístas de los gobiernos de turno. Asimismo, los miembros de la policía, los cuales deberían tener una ética y moral intachable, han sucumbido a la corrupción inherente al poder que se les otorga.
Hoy en día, la institución de la policía se encuentra en su punto más bajo, especialmente en países como Estados Unidos, México y Colombia, donde la brutalidad, el desmán y la mala interpretación de sus objetivos ha convertido a esta institución en la enemiga del derecho a la libertad de expresión y del derecho del ciudadano a protestar y a manifestarse contra los abusos del gobierno.
Alfonso Ruizpalacios, el director de las excelentes cintas mexicanas Güeros y Museo, nos ofrece un nuevo trabajo llamado Una película de policías, el cual mezcla de una manera ingeniosa e innovadora el documental con el argumental (eso que antes se conocía como docudrama), enfatizando y haciendo referencia tanto la estructura narrativa del género policíaco, como a la vapuleada institución social.
La cinta se inicia con la historia de Teresa, una mujer mexicana de treinta y cuatro años, cuyo padre fue policía y quien lleva más de diecisiete ejerciendo esta misma labor. Veremos cómo ella, sin ninguna experiencia previa, atiende un parto y ayuda a dar a luz a un bebé, debido a que la asistencia médica ha fallado en llegar a tiempo para cumplir con su labor. El espectador, al ser testigo de esta situación, sospecha que esta es una cinta que busca humanizar a los policías, haciendo ver que no todos son unas personas corruptas y violentas.
Luego pasamos a la historia de Montoya, otro miembro de la policía que resulta ser la pareja sentimental de Teresa. Lo veremos vigilar un desfile realizado por la comunidad gay, sintiéndose incómodo, pero a la vez respetuoso del derecho de las personas a manifestarse. De hecho, soporta con estoicismo algunos irrespetos y abusos.
La buena factura y la música sesentera de Lalo Schiffrin refuerzan la atmósfera de una película policíaca de la vieja guardia, que busca rescatar y exponer el heroísmo de algunos miembros de esta fuerza de seguridad ciudadana. Pero, a la vez, nos hace sospechar que no estamos viendo un verdadero documental.
Del mismo modo, luego de que el espectador ha percibido a Teresa y a Montoya como un par de buenos policías, comenzamos a ver como los dos reciben sobornos como si fuera algo cotidiano y normal dentro de su trabajo, y nos adentraremos en el pasado oscuro y difícil de la pareja, lo cual va cambiando sistemáticamente nuestra percepción.
Más adelante, a la mitad de la cinta, descubriremos que Teresa y Montoya, conocidos como “la patrulla del amor”, son representados por dos actores que encarnan a los personajes extraídos de la vida real. Raúl Briones, el actor que interpreta a Montoya, nos habla de su antipatía por los policías y su formación demasiado apresurada para la enorme responsabilidad que deben asumir. A su vez, Mónica Del Carmen, la actriz que interpreta a Teresa, también asume una visión crítica de la institución a la que su personaje pertenece.
Al final, Ruizpalacios nos revela a los verdaderos policías: dos personas imperfectas que entran a una institución corrupta y quienes, al portar un uniforme que les otorga poder, terminan siendo parte del problema y no de la solución, como si ser policías fuera una cuestión de apariencias.
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