Los humanos regresan a la Tierra luego de años de exilio para encontrar que todavía hay sobrevivientes, en una película de ciencia ficción que pudo haber sido mucho mejor.
Director: Tim Fehlbaum
Elenco: Nora Arnezeder, Iain Glen, Sarah-Sofie Boussnina, Sope Dirisu
He aquí una premisa interesante. La élite de la Tierra ha abandonado su planeta, dejándolo en condiciones no aptas para la supervivencia (pandemia, cambio climático, guerra) para colonizar otro lugar llamado Kepler 209. Luego de años de vivir lejos de su hogar, los descendientes de los terrícolas, preocupados por la esterilidad entre los hombres y las mujeres, la cual que amenaza con la extinción de la raza humana, deciden enviar una misión espacial para examinar la posibilidad de regresar a la Tierra.
La primera misión fracasa y misteriosamente se pierde contacto con ella. Por eso se envía una segunda misión, de la cual sobreviven dos astronautas: Blake (Nora Arnezeder), la hija de uno de los tripulantes de la primera misión; y el malherido Tucker (Sope Dirisu), quienes descubren que en la Tierra hay sobrevivientes.
Esta premisa ciberpunk se estropea debido a una dirección sin ritmo a cargo del suizo Tim Fehlbaum (Hell), a unos actores sin mucha fuerza o carisma (salvo Iain Glen de Juego de tronos, quien aquí interpreta al villano) y a una cantidad de referentes que convierten a una propuesta más o menos original, en una cinta que termina siendo una colcha de retazos de otras. Las huellas intrusivas de Silent Running, Planet of the Apes, Mad Max Beyond Thunderdome, Waterworld, I Am Legend y Children Of Men, no le permiten a Éxodo: La última marea, tener vida propia.
Archívese en la categoría: “pudo haber sido una buena película”.
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