Director: David Lean
Katharine Hepburn, Rossano Brazzi, Isa Miranda, Gaetano Autiero, Darren McGavin
Basada en la obra teatral The Time Of The Cuckoo de Arthur Laurents, Summertime es una de las películas románticas más hermosas en la historia del cine y una de las tantas evidencias de la maestría de David Lean (de hecho, el director británico siempre la consideró como su favorita).
Katharine Hepburn es la encargada de protagonizar esta cinta filmada en un glorioso Technicolor (la fotografía de Jack Hildyard es de una belleza sin igual), luego de que Ingrid Bergman y Olivia De Havilland aspiraran al codiciado papel. Hepburn es, como siempre, magnífica interpretando a Jane Hudson, una secretaria soltera procedente de Akron, Ohio, quien viaja sola a la bella Venecia en unas vacaciones de verano.
En esta ciudad de góndolas y cafés, Jane conoce a Lloyd (MacDonald Park) y a Edith (Jane Rose), una simpática pareja de turistas norteamericanos que se hospeda en la Pensión Fiorini, el mismo lugar donde ella se hospeda y que es administrado por una viuda que asumió las riendas del lugar, después de la guerra (Isa Miranda). Allí también se encuentran el pintor Eddie Yaeger (Darren McGavin), y su esposa Phyl (Mari Aldon).
Jane también se topa repetidas veces con Mauro (Gaetano Autiero), un niño de la calle que se gana su cariño (como también el de los espectadores). Pero lo que Jane menos esperaba era encontrarse con el amor, el cual se encarna en Renato de Rossi (Rossano Brazzi), un apuesto encargado de una tienda de antigüedades.
Revelar más sobre la cinta nos es justo para una experiencia cinematográfica mágica e inolvidable, tanto para quienes la apreciaron como para quienes la realizaron. David Lean quedó tan enamorado de la ciudad que terminó radicándose en ella, y el número de turistas aumentó considerablemente después de su estreno.
En una escena clave de la cinta, el personaje de Jane se cae en el canal producto de un descuido. Katharine Hepburn decidió hacer la escena sin dobles y de su caída contrajo una infección en el ojo que se quedó con ella para siempre. Los espectadores no quedarán con una infección, pero sus ojos se deleitarán con unas preciosas imágenes, las cuales jamás se irán de la mente o de los corazones.
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