La versión definitiva del mágico cuento de hadas, es llevada a cabo por un poeta de lo visual.
Director: Jean Cocteau
Jean Marais, Josette Day, Mila Parély, Nane Germon, Michel Auclair, Marcel André
Al igual que Pasolini, Jean Cocteau se consideraba más un poeta que un cineasta. Solo alcanzó a dirigir cuatro películas, pero constituyen una filmografía llena de belleza, amor y ensoñación. Tal vez no estaba equivocado del todo.
Luego de su adaptación libre del mito de Orfeo titulada La sangre de un poeta (luego volvería dos veces más a revisar el mito), Cocteau se alejaría un poco del cine experimental, para adaptar el cuento infantil de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, en un momento en el que el cine francés estaba atravesando por un mal momento, debido a la crisis económica producto de la devastación causada por la Segunda Guerra Mundial.
La historia es bien conocida por todos: Cuando una bestia monstruosa condena a muerte a un hombre por robarle una rosa para regalársela a su hija Bella, ella se ofrece para ocupar el lugar de su padre. La bestia decide no matar a Bella y por el contrario, se enamora y decide pedirle que se casa con él. La mujer, en un principio atemorizada, poco a poco descubrirá el noble corazón de la Bestia y terminará convirtiéndose en «su Bestia».
Si el surrealismo se caracterizaba por recurrir al psicoanálisis de Freud en el arte, Jean Cocteau es definitivamente un surrealista. Las imágenes de su cinta son de una hermosura indescriptible, pero también están cargadas de un erotismo salvaje y perturbador. La cámara de Henri Alekan convierte al castillo de la Bestia en el escenario de una serie de elementos tan atractivos como enigmáticos. Un espejo cuyas imágenes son más que simples reflejos, unos brazos humanos que sirven de candelabros y que sirven el vino en la mesa, estatuas con vida propia, el humo que emana de la Bestia cuando ha sucumbido a su instinto animal. Las bellas imágenes de Cocteau han sido imitadas (piensen en la adaptación animada de Disney que le robó a esta cinta más de lo que reconoce), pero jamás han podido ser igualadas y mucho menos superadas.
Jean Marais (el amante de Cocteau en la vida real), es una Bestia con una inmensa sensualidad y gran magnetismo animal. Cada vez que desaparece de la pantalla, el espectador suspira, al igual que Bella, por volverlo a ver. Es célebre la anécdota en la que Greta Garbo, después de ver cómo la Bestia se convierte al final en un apuesto príncipe, dijo: «¡Devuélvanme a mi hermosa bestia!».
El actor Ron Perlman trató de encarnar a una Bestia similar en una popular serie de televisión, pero nunca llegó a equiparar al «hombre gato» de Marais. Cuando Bella se compadece de la Bestia enamorada y acaricia su cabeza, él dice: «me acaricias como si fuera un animal». Ante lo que ella responde: «¡Pero si eres un animal!»
Josette Day flota en la pantalla al interpretar a la noble Bella. Sus manierismos y actitudes nos muestran cómo ella, de una manera consciente, expresa su repulsión ante la Bestia, pero también cómo, desde su inconsciente, Bella siente una gran atracción, fascinación y deseo por su peludo pretendiente.
Cuando se habla de la magia del cine, probablemente La bella y la bestia de Cocteau es uno de los ejemplos más elocuentes y representativos. Es una película que seduce, que enamora, que nos invita a volar. Nuestro corazón le pertenece a la Bestia de Cocteau.
Dejar una contestacion