Somos calentura (2018)

Una película de crimen, música y baile, que puede parecer muy original para el público colombiano, pero que en realidad se limita a replicar la estructura narrativa de muchas de las películas del cine afro norteamericano.

Dirección: Jorge Navas

Duván Arizala, José Luis Paz, Miguel Ángel Micolta, Manuel Riascos, Julio Valencia

En los años 70, gracias al sorpresivo éxito de la cinta de Melvin Van Peebles Sweet Sweetback’s Baadasssss Song, surge el denominado cine de blaxploitation, en el que productores y directores de películas clase “B”, fueron astutos al mezclar el drama y la acción de las películas mainstream con las escenas de sexo y violencia de las películas de explotación, con la intención de apelar a un público joven y afroamericano que luchaba por obtener una igualdad de derechos por la que lucharon los mártires Medgar Evers, Martin Luther King y Malcolm X y que, a su vez, buscaba identificarse con los protagonistas de las películas de acción que veía en la pantalla, los cuales eran en su mayoría blancos.

A la cinta de Van Peebles se le unieron títulos como Black Caesar, Coffy, Foxy Brown Dolemite, junto con las películas de estudio Cleopatra Jones, Superfly y Shaft. Todos estos trabajos tienen en común retratar con crudeza la vida en las calles, con la violencia, la droga y el sexo inherentes a la experiencia de ser afroamericano y de vivir en los barrios bajos de Nueva York.    

En los años 80, debido al sorpresivo éxito del documental sobre la cultura Hip Hop (Rap, Break y Grafftti) llamado  Wild Style, la dupla conformada por los productores Menahem Golam y Yoram Globus, explotaron la fiebre del baile callejero, con las películas Breakin’ y su secuela, Electric Boogaloo. Asimismo, el productor David V. Picker y el cantante Harry Belafonte, hicieron lo mismo con la cinta Beat Street. En su época, estos productos fueron toda una sensación, pero ahora, más de treinta años después, se pueden apreciar por lo que son: unas películas de explotación con poco o nada de mérito artístico.

En los años 90, el Blaxploitation y la cultura Hip Hop se fusionaron, para dar cuenta del renacimiento del cine afroamericano, con unos trabajos que se aprovecharon del surgimiento del Gangsta rap, y que contaron historias llenas de crudeza, violencia, sexo y drogas, en las que sus protagonistas, jóvenes afroamericanos de clase baja, buscaban por medio del conocimiento, el deporte y el arte, escapar de su destino trágico, muchas veces sin éxito. Entre los títulos más destacados encontramos las cintas Do The Right Thing, New Jack City, Boys N The Hood, Menace II Society, Juice, South Central, Above The Rim, Poetic Justice, Fresh y He Got Game, entre otras.

En la década del 2000, las batallas de baile callejero fueron explotadas en la franquicia conformada por las cinco exitosas cintas de Step Up (de poco mérito artístico), mientras que algunos trabajos buscaban continuar por la línea que dejó el cine afro de los 90 como 8 Mile, Get Rich Or Die Tryin’ y la reciente Dope.

Es una lástima que la mayoría de los títulos mencionados nunca fueron vistos en las salas de cine colombianas. Y es por esta razón, que el público va a percibir a la cinta Somos calentura, del director caleño Jorge Navas (La sangre y la lluvia), como un trabajo original. Pero la realidad es que esta cinta acerca de cuatro jóvenes negros que buscan escapar de la violencia de su entorno por medio del baile y la música, constituye un trabajo repetitivo y recalcitrante para quienes hemos seguido con atención la trayectoria del cine afro norteamericano. Su originalidad no está realmente en la historia o en las competencias de baile, sino en que cambia las calles de Harlem y Compton por el puerto de Buenaventura y en que posee una particular banda sonora que mezcla rap, reggaetón, salsa choke y ritmos folclóricos del pacífico colombiano. 

A los actores se les perdonan sus actuaciones irregulares, puesto que se asume que fueron contratados por su talento para bailar y no por sus dotes histriónicas. Pero el problema con Somos calentura radica en que una película de baile necesita de una edición sofisticada y una fotografía estilizada para resaltar el talento de los bailarines (algo que las cintas mediocres de Step Up saben explotar muy bien). Aquí, la fotografía temblorosa y mal encuadrada y una edición de tipo tradicional, hacen que la cinta pierda impacto y que se resalten las malas actuaciones (que de hecho, chocan con las interpretaciones realizadas por los actores profesionales argentinos que participan en la cinta).

Somos calentura debió haberse centrado más en sus aspectos formales y debió haber explotado más las interesantes fusiones musicales que tan solo se llegan a sugerir. Sin embargo, constituye un trabajo que sobresale, si se le compara con las terribles comedias colombianas que inundan la cartelera de este país y que nadie debería ver.  Esta cinta, a diferencia de esas comedias, merece una oportunidad.

Sobre André Didyme-Dôme 1649 artículos
André Didyme-Dome es psicoterapeuta y periodista. Se desempeña como editor de cine y TV para la revista Rolling Stone en español y es docente universitario; además, es director del cineclub de la librería Casa Tomada y conferencista en Ilustre. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.

1 comentario

  1. A continuación, voy transcribir un mensaje que me envió por messenger el señor Steven Grisales (no entiendo por qué la contestación fue personal y no pública):

    Me tomé el atrevimiento de corregir la redacción y los múltiples errores de ortografía para que el mensaje sea mucho más claro:

    André, buenas noches:
    ¿Me podrías ilustrar sobre tu experiencia con el pacífico colombiano?
    Supongo que has vivido en Buenaventura, en Tumaco y en Quibdó.
    Supongo también que conoces muy bien que Buenaventura fue uno de los primeros puntos de entrada del hip hop gracias a los polizones.
    Cuéntame por favor sobre tus vivencias sobre la cultura urbana en el bajo mundo y en los barrios de comuna de Buenaventura.
    Supongo que con tales afirmaciones te has codeado con los paramilitares que trazan las fronteras invisibles y donde los bailarines, músicos y cantantes son los únicos que las pueden cruzar.
    Cuando se ven niños jugando a picar gente
    No se puede comparar lo que pasa en el Pacifico con el drama gringo
    Te invito a que leas las redes de la película, para leer cómo los pelaos que viven en los barrios que vos no te atreverías a pisar se sienten representados.
    Ya que investigaste tanto el cine afroamericano, te invito a que investigues las dinámicas de vida de nuestros jóvenes en nuestro pacífico colombiano.

    Saludos André

    Luego el señor me buscó en la página http://www.imdb.com
    Como no aparezco referenciado en la página (yo no he trabajado en ninguna película: soy crítico de cine, no cineasta), responde: “era de esperarse”.

    La verdad, no quería responder porque en ningún momento el señor habla sobre la película sino que reclama mi falta de conocimiento de la realidad colombiana. Pero voy a responder:

    Mi experiencia sobre el pacífico colombiano ha sido indirecta.

    Nunca he ido a Buenaventura, Tumaco y Quibdó, por lo tanto no he vivido en ninguno de estos lugares.

    El hip hop también llegó a Colombia gracias a los escasos lps y cds que se vendían en las discotiendas y que algunos fanáticos compramos de manera desaforada.

    Soy una persona de clase media y no he tenido la oportunidad de vivir en el bajo mundo y en las comunas de Buenaventura.

    La película hace algo que usted dice que es imposible: comparar el drama “gringo” con el drama del pacífico colombiano.

    Leí sobre cómo los “pelaos” se sienten representados por la película. Me parece algo muy bello y sacar a la luz a estas personas invisibles para el cine tiene un gran mérito.

    No me he codeado jamás con paramilitares.

    No investigué sobre el cine afro. Los títulos que menciono los he visto a lo largo de mi vida, gracias a mi pasión por la cultura afro y por mi amor por el hip hop.

    Vale la pena mencionar que en la función de prensa, el director Jorge navas asoció la película con Breakin’ y con Beat Street.

    También quiero anotar que como crítico de cine (vuelvo a insistir que no soy realizador), reclamo más realidad y más dinámicas del contexto del pacífico colombiano, algo que sí posee la cinta colombiana X-500, un trabajo superior a Somos calentura.

    Me tomé el atrevimiento de buscarlo en http://www.imdb.com y me doy cuenta de que usted es el productor de Somos calentura.

    Era de esperarse.

    p.d. Si supiera bailar, lo invitaría a un duelo de baile callejero. Pero soy un crítico de cine, no bailarín.

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