Robin Hood (2018)

El intento por actualizar al  personaje, acaba con la vida del heroico forajido.

Dirección: Otto Bathurst
Taron Egerton, Jamie Foxx, Eve Hewson, Ben Mendelsohn, Jamie Dornan

Robin Hood, el arquetípico personaje creado por trovadores anónimos y basado en el folclor medieval, fue adaptado al cine por primera vez en 1908 (con varias versiones silentes filmadas entre 1912 y 1913). El gran Douglas Fairbanks lo interpretó en una cinta muy popular de 1922 (también silente), pero fue Errol Flynn quien consagraría al personaje en el cine, con la que todavía se considera como la versión definitiva: Las aventuras de Robin Hood, dirigida por Michael Curtiz, el mismo autor de Casablanca.

Desde 1938 hasta nuestros días, el Robin Hood de Flynn no ha podido ser igualado, pese a las numerosas versiones posteriores. Los estudios Disney realizaron dos películas sobre el ladrón heroico que le roba a los ricos para darle a los pobres: una adaptación en acción real de 1952 y una versión animada con animales antropomórficos de 1973 (la cual es una de las más populares y queridas por el público, con el perdón de Robin Hood Daffy, el fabuloso corto de 1952 protagonizado por el Pato Lucas para los estudios Warner).

A Robin Hood se le ha desplazado de su tradicional escenario en el bosque de Sherwood y se le ha reubicado en el espacio (Rocket Robin Hood), en la ciudad de Chicago de los años 30 (Robin and the 7 Hoods con Frank Sinatra) y en el interior de un taxi (Beware of the car). La BBC ha realizado varias series y miniseries de televisión sobre Robin, entre las que se destaca la versión de los ochenta protagonizada por Michael Praed, que incluye varios elementos de la mitología pagana, la inolvidable música de Clannad y la primera incorporación de un personaje musulmán (el sarraceno Nasir) al grupo de los “Hombres Alegres” conformado por el Pequeño John, Will Scarlet y Fray Tuck.

Los espectadores más contemporáneos recordarán al Robin anciano protagonizado por Sean Connery en Robin y Marian, al Robin con acento norteamericano interpretado por Kevin Costner en la cinta Robin Hood: Prince of Thieves (con una insufrible canción de Bryan Adams en su banda sonora), a la satírica versión de Mel Brooks Robin Hood: Men in Thights y a la aburrida versión de Ridley Scott, donde Robin es encarnado por Russell Crowe.

Si un personaje icónico británico de la talla del Rey Arturo o Sherlock Holmes va a ser reutilizado (eso sin mencionar a los superhéroes Robin, Green Arrow o Hawkeye), esto se debe hacer de una forma inteligente e innovadora. Eso sí, sin perder el respeto por los personajes y la esencia de la historia original.     

   

Es por esta razón que la nueva versión de Robin Hood es un completo desastre. Primero que todo, la historia es predecible a más no poder, a pesar de que se busca incluir un “vuelco sorpresivo” que involucra a uno de los grandes amigos del arquero (Jamie Dornan en una actuación peor que las de Cincuenta sombras de Grey). La fusión del mentor musulmán con el Pequeño John (Jamie Foxx) no aporta nada a la historia y este se convierte en una copia burda del personaje de Azeem, que sirvió de una manera efectiva como maestro y compañero del Robin Hood de Kevin Costner. Evitar el contexto histórico real (Ricardo Corazón de León se va a las Cruzadas y el malvado John queda a cargo del trono), es un gravísimo error que le resta justificación a las acciones de los personajes. Pero lo que no se perdona es esa ambientación anacrónica que no llega a ser radical como se hizo con Corazón de caballero (esa cinta protagonizada por Heath Ledger basada en Los cuentos de Canterbury pero que incluía música de Queen y David Bowie), sino más bien absurda.

Robin Hood (un pasmado Taron Egerton quien aquí es un noble convertido en defensor de los pobres al mejor estilo de Batman), Lady Marian (una pésima Eve Hewson, la hija de Bono que solo se limita a lucir bonita), Fray Tuck (un Tim Minchin falto de carisma) y los villanos sobreactuados Guy De Gisbourne (Paul Anderson), el Sheriff de Nottingham (Ben Mendelsohn), y un cardenal que no pertenece aquí sino en Los tres mosqueteros (F. Murray Abraham), todos lucen como el elenco de Los juegos del hambre, con ropa de diseñador y peinados de estilista y en una Inglaterra de la Edad Media que se ve demasiado limpia y que incluye casinos y fiestas al mejor estilo de Studio 54. ¿Este es el Robin Hood de una realidad alternativa? ¿Es un Robin Hood que roba en el futuro y se lleva su botín al pasado? No. Este es un Robin Hood millennial y metrosexual que busca ser “moderno” e “irreverente”, pero que termina siendo incoherente, irrelevante e idiota.

Es extraño que el británico Otto Bathurst (director del piloto de la serie Black Mirror y de la primera temporada de Peaky Blinders), sea el autor de una cinta tan superficial e irrelevante que ni siquiera tiene buenas escenas de acción. Si ustedes creían que Guy Ritchie había matado al personaje del Rey Arturo, esperen a ver lo que Bathurst hizo con Robin Hood.  Es peor que lo que le hicieron los curas al Sheriff de Nottingham cuando era niño.

Sobre André Didyme-Dôme 1655 artículos
André Didyme-Dome es psicoterapeuta y periodista. Se desempeña como editor de cine y TV para la revista Rolling Stone en español y es docente universitario; además, es director del cineclub de la librería Casa Tomada y conferencista en Ilustre. Su amor por el cine, la música pop y rock, la televisión y los cómics raya en la locura.